Thursday, August 14, 2025

Viviendo según la voluntad de Dios

 


“¡Vamos ahora! Los que decís: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, comerciaremos y tendremos ganancias, 14pero no sabéis qué será mañana. ¿Qué es vuestra vida? Porque sois neblina que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (Santiago 4:13-14).

¿Cuántos de nosotros hemos repetido esta frase: "Si Dios quiere, o si el Señor quiere..."? Muchas veces, al decirla, no pensamos en su profundo y verdadero significado. ¿Por qué? Porque en realidad, toda nuestra vida —cada día, cada hora, cada minuto— depende de la voluntad de Dios.

Estas tres sencillas palabras encierran un universo de significado que a menudo pasamos por alto en nuestra ajetreada vida diaria. Cuando decimos con calma: "Si Dios quiere", reconocemos, quizás sin darnos cuenta, una de las verdades más fundamentales de la existencia humana: no somos los autores últimos de nuestra propia historia. Sin embargo, ¿con qué frecuencia vivimos como si lo fuéramos?

Santiago nos plantea una pregunta muy importante para reflexionar: ¿Qué es nuestra vida? ¿Has pensado en la respuesta a esa pregunta? Es una pregunta que nos detiene en seco, obligándonos a afrontar la realidad de nuestra... La existencia más allá del ruido de nuestras rutinas diarias, nuestros ambiciosos planes y nuestras agendas cuidadosamente elaboradas.

La respuesta que nos da Santiago también es muy importante: «Somos como la niebla que aparece y desaparece en poco tiempo». En otras palabras, nuestras vidas son temporales. Esta metáfora es a la vez humilde y hermosa. Piense en la niebla matutina que sube de un lago o una montaña, presente en un momento y desapareciendo al siguiente. Hay algo casi poético en esta comparación, pero conlleva una verdad aleccionadora. Nuestras vidas, por muy importantes que nos parezcan, son solo un breve instante en el gran tapiz de la eternidad.

Nada ni nadie garantiza que vivirás un día más. Esto no pretende infundir miedo, sino despertarnos a la preciosidad de cada momento que se nos da. Cada amanecer es un regalo, cada respiro un acto de gracia divina. Es solo por la voluntad de Dios que vivimos, que nuestros corazones siguen latiendo, que nuestros pulmones siguen respirando.

A menudo vivimos vidas fuera de control, fuera de la voluntad de Dios. ¡Qué fácil es caer en este patrón! Nos despertamos cada mañana asumiendo que el día nos pertenece, haciendo planes como si tuviéramos garantizado el mañana, persiguiendo metas como si solo nuestra fuerza y sabiduría las aseguraran. Programamos nuestras vidas al minuto, llenamos nuestras agendas de citas y compromisos, y rara vez nos detenemos a preguntar: "Señor, ¿qué quieres que haga hoy?".

A menudo queremos usar este dicho para justificar nuestro comportamiento o las decisiones que tomamos, como si la voluntad de Dios fuera que no le obedeciéramos. Este es quizás uno de nuestros mayores engaños espirituales: usar la soberanía de Dios como excusa para nuestra desobediencia o pereza. Podríamos decir: "Bueno, si Dios quiere, sucederá", mientras descuidamos las mismas responsabilidades y llamados que Él nos ha puesto ante nosotros.

Santiago nos exhorta a pensar de manera diferente. En lugar de ver la vida cristiana como un compromiso más, debemos entender que todo lo que hacemos, lo hacemos para servir al Señor. Mis planes son sus planes. Este cambio de perspectiva lo cambia todo. De repente, nuestro trabajo se convierte en adoración, nuestras relaciones en oportunidades de ministerio y nuestros desafíos en oportunidades para demostrar Fe.

Cuenta la historia que el gran compositor Johann Sebastian Bach, al terminar cada una de sus composiciones, escribía las letras SDG. Estas letras significan Soli Deo Gloria, solo a Dios sea la gloria. Esta era la forma en que Bach se recordaba a sí mismo que su música no era una forma de trabajar, sino una forma de honrar a Dios. Bach comprendía que su extraordinario talento no era un logro propio, sino un don del Creador para ser usado para Su gloria.

Imaginen si abordáramos cada tarea, cada conversación, cada decisión con la mentalidad de Bach. ¿Qué pasaría si termináramos nuestras jornadas laborales, nuestros momentos de crianza, nuestros actos de servicio con la misma dedicación: «Solo a Dios sea la gloria»? ¿Cuán diferentes serían nuestras vidas si realmente creyéramos que nuestras habilidades, nuestras oportunidades y nuestra propia existencia son dones que debemos administrar para sus propósitos?

Debemos aprender a depender de la autosuficiencia de Dios y comprender que su voluntad para nuestras vidas es darnos lo mejor. Esto no significa que la vida será fácil ni que todos nuestros deseos se cumplirán según nuestra cronología. Más bien, significa confiar en que Aquel que nos creó sabe lo que realmente necesitamos para una vida abundante, tanto ahora como en la eternidad.

Nosotros también debemos honrar a Dios dándole lo mejor de nosotros. No nuestras sobras, ni nuestros segundos esfuerzos, ni lo que queda después de haber servido primero a nuestros intereses. Nuestra mejor energía, nuestros mejores dones, nuestra más profunda devoción pertenecen a Aquel que nos dio la vida misma.

Que Dios te bendiga y te guarde, y que estas palabras renueven tu espíritu al entregarte cada momento a su perfecta voluntad.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, August 7, 2025

Echa todo sobre El.

 

Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará; jamás permitirá que el justo sea sacudido.” – Salmo 55:22

¿Te sientes abrumado por el peso de una carga que nunca debiste llevar? La vida a menudo acumula responsabilidades, ansiedades y temores sobre nuestros hombros, y sin darnos cuenta, nos vemos abrumados por ella. El rey David, inspirado por el Espíritu Santo, ofrece un consejo atemporal que puede liberarnos de la presión abrumadora: “Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará.”

La palabra hebrea “echar” es vívida. Significa arrojar, lanzar, desprenderse o desalojar: usar todas tus fuerzas para impulsar algo lo más lejos posible de ti. La imagen no es de dejar algo con delicadeza ni de guardarlo en un rincón, sino de quitártelo de tu posesión con fuerza. Es como si Dios dijera: “No me lo entregues sin más; deshazte de él. Yo lo tomaré.”

David comprendió la necesidad de tal acción. Como Rey de Israel, cargaba con una enorme responsabilidad por la seguridad, la justicia y la adoración de la nación. Pero más allá del peso de su cargo, David soportaba cargas personales: traiciones de amigos, ataques de enemigos y un profundo arrepentimiento por sus fracasos. Su historial distaba mucho de ser impecable. Sus pecados eran públicos, sus problemas familiares eran complicados y sus enemigos eran implacables.

Sin embargo, David sabía dónde llevar ese peso abrumador. No lo ocultó, ni lo cargó solo, ni fingió que no existía. Se lo entregó al Señor. Sabía que Dios no solo podía escucharlo, sino que estaba dispuesto a sostenerlo. David había aprendido que la gracia de Dios es más profunda que nuestra culpa, su misericordia más amplia que nuestros errores y su fuerza mayor que nuestra debilidad.

Entonces, ¿qué hay de ti? ¿Qué cargas llevas ahora mismo? Quizás sean las dificultades económicas las que te quitan el sueño. Quizás sea una relación fracturada que te deja sintiéndote impotente para arreglar lo que está roto. Podría ser la ansiedad de un futuro incierto, la culpa por decisiones pasadas o el dolor silencioso de un duelo que nadie más comprende del todo. Quizás estés cargando con expectativas que parecen imposibles de cumplir, en el trabajo, en casa o incluso en tu mente.

Esta es la verdad: no tienes que cargar con ellas. Nunca debiste hacerlo. Dios no te ha llamado a ser autosuficiente; te ha llamado a depender de Dios.

Cuando Pedro hace eco de esta misma verdad en el Nuevo Testamento: «Echen toda su ansiedad sobre él, porque él cuida de ustedes» (1 Pedro 5:7), nos recu
erda que confiar es un acto de confianza. Es decir: «Dios, creo que puedes manejar esto mejor que yo». Es entregarle el control al Único que realmente tiene el control.

Pero aquí está el desafío: a menudo «ponemos» nuestras cargas ante Dios en lugar de «echárselas». Las ponemos en oración, pero antes de decir amén, las hemos recogido de nuevo. Echar la carga requiere una acción decisiva, una decisión, para liberarte por completo de ella.

No es algo que se haga una sola vez. Quizás tengas que echar la misma carga repetidamente, cada vez que intente volver a caer sobre tus hombros. Pero con cada acto de entrega, descubrirás que Dios sí te sostiene. Su promesa es segura: «No permitirá que el justo sea sacudido». Eso significa que ninguna tormenta puede derribarte, ningún peso puede aplastarte y ningún temor puede deshacerte cuando descansas en su cuidado.

Así que hoy, arroja tu carga lejos de ti. Imagínate lanzándola al pie de la cruz, donde Jesús ya llevó su peso. Confía en que Él te sostendrá, no solo hoy, sino todos los días que siguen. No tienes que desmoronarte bajo la presión, porque Aquel que cargó la cruz te llevará a ti.

Que el Senor te bendiga y te guarde y que el Senor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.

Dr. Dimas Castillo