
¿Te sientes
abrumado por el peso de una carga que nunca debiste llevar? La vida a menudo
acumula responsabilidades, ansiedades y temores sobre nuestros hombros, y sin
darnos cuenta, nos vemos abrumados por ella. El rey David, inspirado por el
Espíritu Santo, ofrece un consejo atemporal que puede liberarnos de la presión
abrumadora: “Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará.”
La palabra
hebrea “echar” es vívida. Significa arrojar, lanzar, desprenderse o desalojar:
usar todas tus fuerzas para impulsar algo lo más lejos posible de ti. La imagen
no es de dejar algo con delicadeza ni de guardarlo en un rincón, sino de
quitártelo de tu posesión con fuerza. Es como si Dios dijera: “No me lo
entregues sin más; deshazte de él. Yo lo tomaré.”
David
comprendió la necesidad de tal acción. Como Rey de Israel, cargaba con una
enorme responsabilidad por la seguridad, la justicia y la adoración de la
nación. Pero más allá del peso de su cargo, David soportaba cargas personales:
traiciones de amigos, ataques de enemigos y un profundo arrepentimiento por sus
fracasos. Su historial distaba mucho de ser impecable. Sus pecados eran
públicos, sus problemas familiares eran complicados y sus enemigos eran
implacables.
Sin embargo,
David sabía dónde llevar ese peso abrumador. No lo ocultó, ni lo cargó solo, ni
fingió que no existía. Se lo entregó al Señor. Sabía que Dios no solo podía
escucharlo, sino que estaba dispuesto a sostenerlo. David había aprendido que
la gracia de Dios es más profunda que nuestra culpa, su misericordia más amplia
que nuestros errores y su fuerza mayor que nuestra debilidad.
Entonces, ¿qué
hay de ti? ¿Qué cargas llevas ahora mismo? Quizás sean las dificultades
económicas las que te quitan el sueño. Quizás sea una relación fracturada que
te deja sintiéndote impotente para arreglar lo que está roto. Podría ser la
ansiedad de un futuro incierto, la culpa por decisiones pasadas o el dolor
silencioso de un duelo que nadie más comprende del todo. Quizás estés cargando
con expectativas que parecen imposibles de cumplir, en el trabajo, en casa o
incluso en tu mente.
Esta es la
verdad: no tienes que cargar con ellas. Nunca debiste hacerlo. Dios no te ha
llamado a ser autosuficiente; te ha llamado a depender de Dios.
Cuando Pedro
hace eco de esta misma verdad en el Nuevo Testamento: «Echen toda su ansiedad
sobre él, porque él cuida de ustedes» (1 Pedro 5:7), nos recu
erda que confiar
es un acto de confianza. Es decir: «Dios, creo que puedes manejar esto mejor
que yo». Es entregarle el control al Único que realmente tiene el control.
Pero aquí está
el desafío: a menudo «ponemos» nuestras cargas ante Dios en lugar de
«echárselas». Las ponemos en oración, pero antes de decir amén, las hemos
recogido de nuevo. Echar la carga requiere una acción decisiva, una decisión,
para liberarte por completo de ella.
No es algo que
se haga una sola vez. Quizás tengas que echar la misma carga repetidamente,
cada vez que intente volver a caer sobre tus hombros. Pero con cada acto de
entrega, descubrirás que Dios sí te sostiene. Su promesa es segura: «No
permitirá que el justo sea sacudido». Eso significa que ninguna tormenta puede
derribarte, ningún peso puede aplastarte y ningún temor puede deshacerte cuando
descansas en su cuidado.
Así que hoy,
arroja tu carga lejos de ti. Imagínate lanzándola al pie de la cruz, donde
Jesús ya llevó su peso. Confía en que Él te sostendrá, no solo hoy, sino todos
los días que siguen. No tienes que desmoronarte bajo la presión, porque Aquel
que cargó la cruz te llevará a ti.
Que el Senor
te bendiga y te guarde y que el Senor permita que estas palabras te ayuden a
renovar tu espíritu.
Dr. Dimas Castillo
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