Thursday, September 18, 2025

Descubriendo y usando los talentos que Dios nos ha dado

 

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” – 1 Pedro 4:10 (RVR1960)

Una de las grandes verdades de las Escrituras es que Dios nos ha dotado de dones únicos. A cada creyente se le ha confiado un talento, un don o una habilidad, no por accidente, sino por designio divino. La parábola de los talentos en Mateo 25:14-30 nos recuerda que Dios distribuye los dones según su sabiduría. Él sabe quiénes somos, qué podemos manejar y cómo puede usarnos para su gloria.

Los dones que Dios nos da no son para nuestro beneficio personal ni para que los dejemos de lado. Son herramientas puestas en nuestras manos para servir a los demás y reflejar la belleza de su gracia. Cuando le entregamos nuestras habilidades —ya sea enseñar, animar, servir, crear o liderar—, Él multiplica el impacto mucho más allá de lo que podríamos lograr por nuestra cuenta. El Corazón del Servicio

Todos los días, deberíamos preguntarnos: "Señor, ¿qué puedo hacer por ti hoy?". Esta pregunta transforma nuestra perspectiva sobre nuestros trabajos, escuelas, hogares y vecindarios. El servicio no se limita a las mañanas dominicales ni a los programas de la iglesia; se trata de convertir lugares comunes en espacios sagrados donde el amor de Dios se manifiesta a través de nosotros.

Piénsalo así: cuando usas el talento que Dios te dio con Su fuerza, no solo estás "haciendo algo", sino que participas en la obra del reino. Lavar platos, dar clases particulares a un niño, escuchar atentamente, construir algo con tus manos u ofrecer ánimo a un alma cansada: cada acto se convierte en un acto de adoración cuando se hace para la gloria de Dios.

Eric Liddell, corredor olímpico y misionero, dijo una vez: "Cuando corro, siento el deleite de Dios". ¿Y tú? Cuando cantas, enseñas, organizas, sirves o creas, ¿sientes el deleite de Dios? El Salmo 37:4 nos dice: “Deléitate en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Esto no significa que Dios nos dé todo lo que deseamos; significa que Él alinea nuestros deseos con Su voluntad, llenándonos de alegría cuando vivimos el propósito que Él plantó en nosotros.

Lamentablemente, muchas personas nunca descubren esta alegría. Viven agobiadas por el estrés o distraídas por cosas menores. Sin embargo, Dios ya ha puesto semillas de propósito en cada corazón. Cuando se nutren, esas semillas florecen en un servicio fructífero para Su reino.

Quizás te hayas preguntado: “¿Y si no tengo ningún talento real?”. Ese pensamiento es una mentira del enemigo. Satanás quiere marginar a los creyentes convenciéndolos de que no tienen nada que ofrecer. Pero las Escrituras nos dicen algo diferente. Romanos 12:6-8 nos recuerda que cada creyente tiene un don, ya sea aliento, generosidad, liderazgo o actos de misericordia. Tu don puede no parecer ostentoso, pero es muy importante para Dios. Una palabra amable dicha en el momento oportuno puede sacar a alguien de la desesperación. Una comida preparada con amor puede ser más elocuente que un sermón. Los pequeños actos, cuando se entregan a Dios, se convierten en ofrendas santas.

Sin embargo, nuestros talentos no se impulsan solo por el esfuerzo humano. Jesús nos recuerda en Juan 15:5: «Separados de mí nada podéis hacer». Sin Él, nuestros talentos son como coches sin combustible. Pero cuando confiamos en su Espíritu, Él infunde vida a nuestro servicio, multiplica nuestros esfuerzos y nos usa de maneras que jamás podríamos imaginar.

Y aquí está la clave: estos dones no nos pertenecen. Somos administradores, no dueños. Se nos confían por un tiempo, para que los usemos fielmente hasta que el Maestro regrese. El éxito no se mide por cuánto logramos, sino por nuestra fidelidad al usar lo que se nos ha dado para su gloria.

¿Qué puedes poner en las manos de Dios hoy? ¿Tu voz? ¿Tu tiempo? ¿Tus recursos? ¿Tu creatividad? No esperes las condiciones perfectas. Empieza donde estás, con lo que tienes. Incluso la ofrenda más pequeña puede marcar una diferencia enorme cuando se entrega a Cristo.

Completa esta frase en tu corazón: *“Cuando _______, siento el deleite de Dios”. Luego, comprométete a usar ese talento esta semana para la gloria de Dios. Recuerda: fuiste creado de manera admirable y maravillosa (Salmo 139:14). Fuiste creado en Cristo para buenas obras preparadas de antemano para ti (Efesios 2:10). Tus talentos no son accidentales; son encargos divinos. Úsalos y no solo bendecirás a otros, sino que también experimentarás el gozo de vivir en el propósito perfecto de Dios para tu vida.

Que el Senor te bendiga y te guarde y que el Senor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espiritu.

Dr. Dimas Castillo

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