Thursday, November 6, 2025

Firmes y seguros: Una reflexión sobre Judas 24-25

 


"Ahora bien, a aquel que es poderoso para guardarlos sin caída y presentarlos irreprensibles delante de su gloria, al único Dios, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, la majestad, el poder y la autoridad desde antes de todos los tiempos, ahora y por los siglos de los siglos. Amén." (Judas 24-25) 

En un mundo cada vez más inestable, donde los fundamentos morales se tambalean como arena y las falsas enseñanzas acechan por doquier, necesitamos desesperadamente un ancla. Judas lo comprendió. Tras dedicar la mayor parte de su breve carta a advertir a los creyentes sobre peligrosos engaños y la urgente necesidad de vigilancia espiritual, concluye con algo extraordinario: una doxología (una breve declaración de alabanza que glorifica a Dios) que, a la vez, alaba a Dios y nos recuerda su inquebrantable compromiso con nosotros.

No se trata simplemente de una hermosa doxología final. Es una declaración de guerra contra nuestros miedos y una proclamación de la promesa divina. Judas nos dice que Dios es «poderoso para protegernos de la caída». Esa palabra «poderoso» debería hacernos reflexionar y respirar profundamente. Nuestro Dios permanece en su puesto como un centinela fiel, velando por nuestras almas. Vivimos tiempos inestables, rodeados de filosofías seductoras y arenas movedizas morales diseñadas para hacernos tropezar. Sin embargo, el poder infinito de Dios, su fidelidad perfecta y su amor ilimitado pueden impedirnos caer.

Pero esto es lo que más me impacta: Judas no solo dice que Dios puede impedirnos tropezar ahora. Promete que Dios nos hará "estar en la presencia de su gloria, irreprensibles y con gran alegría". Piensa en ese momento futuro. El Día del Juicio. El momento en que todo secreto será revelado y toda vida será evaluada. En ese día, no estaremos en pie por nuestra fidelidad, nuestras buenas obras o nuestra trayectoria espiritual. Estaremos en pie por su poder obrando en nosotros.

Y no seremos condenados, sino vindicados, gozosos y radiantes. Dios nos presentará ante sí como sacrificios irreprochables, completamente transformados y sin mancha. Si alguna vez has sentido el peso de tu propia insuficiencia, si alguna vez te has preguntado si eres lo suficientemente bueno para llegar hasta el final, deja que esta verdad te inunde: tu perseverancia no depende, en última instancia, de tu fe en Dios, sino de la fe que Él tiene en ti.

Observa cómo Judas dirige nuestra mirada a la deidad exclusiva de Dios: Él es "el único Dios, nuestro Salvador". En nuestra era pluralista, esto suena limitado, incluso ofensivo. Pero es maravillosamente cierto. Hay un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y solo Él salva. No todos los caminos llevan al mismo destino. No todas las espiritualidades son igualmente válidas. Dios Padre es la fuente de nuestra salvación, y esa salvación viene exclusivamente a través de Jesucristo, nuestro Señor.

He aquí la hermosa paradoja: Dios nos creó para adorarlo, para glorificarlo y disfrutar de Él para siempre. Pero el pecado quebrantó esa capacidad en nosotros. No podemos hacer aquello para lo que fuimos creados; no podemos adorar verdaderamente al único Dios verdadero, excepto a través de Jesucristo. Él es el único mediador que une la infinita separación entre nuestra humanidad caída y la santa perfección de Dios. Mediante la vida, muerte, resurrección e intercesión continua de Cristo, podemos finalmente convertirnos en lo que siempre debimos ser: adoradores que glorifican al Padre.

Esto plantea una pregunta urgente que cada uno debe responder con sinceridad: ¿Confiamos solo en Jesucristo? ¿Nos acercamos a Dios en su nombre, depositando en él toda la esperanza de nuestra salvación? Sería trágico apreciar un hermoso mensaje sobre alabar a Dios sin comprender el medio mismo por el cual podemos alabarlo eternamente.

Judas concluye con un crescendo de adoración: "A él sea la gloria, la majestad, el poder y la autoridad desde antes de todos los tiempos, ahora y por los siglos de los siglos". Estas no son cualidades que le atribuimos a Dios; son realidades que reconocemos en él. Dios no necesita nuestra alabanza para ser glorioso; él ya es glorioso. Nuestra adoración nos alinea con la realidad suprema y cumple nuestro propósito más profundo.

Esto es lo que quiero que recuerden hoy: La vida se trata fundamentalmente de la gloria de Dios, no de nuestra comodidad. Todo lo demás —nuestros planes, problemas, preferencias y dolor— debe entenderse a la luz de Su gloria suprema. La tragedia de nuestro mundo no es principalmente el sufrimiento humano; es que Dios no recibe la gloria que le corresponde a su nombre. Cuando empezamos a arder con el deseo de Su gloria, sucede algo maravilloso: descubrimos que el Dios al que adoramos es también el Dios que nos bendice.

Así que hoy, sean cuales sean las incertidumbres que enfrenten, sean cuales sean las batallas que se libren a su alrededor, recuerden esto: Él es capaz. Él los guardará. Él los mantendrá firmes. Y Él es infinitamente digno de su confianza y alabanza.

Que el Señor los bendiga y los guarde, y que el Señor permita que estas palabras renueven su espíritu.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, October 30, 2025

Encontrando Valor Cuando el Miedo Nos Ata

 


Lectura Biblica: Salmo 27

El miedo es real. Ya sea la ansiedad que nos mantiene despiertos a las 3 de la mañana, la aprensión antes de una conversación difícil o el temor a un futuro incierto, el miedo tiene la capacidad de paralizarnos. Todos sabemos lo que se siente cuando el miedo compromete nuestra capacidad de pensar con claridad, funcionar con normalidad o avanzar con confianza.

Pero ¿y si nuestro miedo no es señal de una fe débil? ¿Y si en realidad es una invitación, una oportunidad divina para apartar la mirada de la amenaza y dirigirla al Domador de Amenazas?

En el Salmo 27, David plantea dos preguntas penetrantes: "¿Por qué he de tener miedo?" y "¿Por qué he de temblar?". Su respuesta nos ofrece una guía para vencer los miedos que nos atormentan.

Cambia tu Mirada

El primer paso de David es brillante en su sencillez: se recuerda a sí mismo quién es Dios. «El Señor es mi luz y mi salvación; ¿por qué, pues, habría de temer?» Dios es su luz en tiempos de confusión, su salvación cuando se siente abrumado y su fortaleza cuando el peligro acecha.

Cuando el miedo te paralice, no te centres en tu insuficiencia, sino en la suficiencia de Dios. Recuerda su carácter: Él está presente, es fuerte, sabio, amoroso y más que suficiente para cualquier necesidad. Recuerda sus promesas: nada puede separarte de su amor (Romanos 8), Él puede hacer muchísimo más de lo que pides o imaginas (Efesios 3:20) y jamás te abandonará (Isaías 41:10). Repasa su trayectoria: piensa en las maneras en que se ha manifestado en tu vida.

Acércate, no huyas.

El instinto de David en momentos de temor era correr hacia la presencia de Dios. «Lo único que le pido al Señor», escribe, «es habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida». Él comprendió que lo que más necesitamos no son circunstancias fáciles, sino intimidad con Aquel que controla todas las circunstancias.

El misionero Hudson Taylor lo expresó así: «No importa cuán grande sea la presión. Lo que realmente importa es dónde reside: si se interpone entre tú y Dios, o si te acerca a su corazón». El temor debe impulsarnos a la adoración, a la oración, a la Palabra de Dios. No te aísles cuando la ansiedad aumente; reúnete con otros creyentes, abre tu Biblia y cuéntale a Dios exactamente qué te aterroriza.

Sigue adelante.

David se negó a dejarse paralizar por el miedo. Le pidió a Dios que le enseñara a vivir y lo guiara por el camino correcto, incluso rodeado de enemigos. Sabía que la única manera de atravesar el campo minado era seguir a Aquel que ya lo había recorrido.

Sí, compartir tu fe da miedo. Sí, tener conversaciones difíciles requiere valentía. Sí, comenzar un nuevo ministerio puede resultar intimidante. Pero lo mejor siempre es hacer lo que Dios te llama a hacer y confiar en Él para que te dé la fuerza que necesitas.

Espera con confianza.

Las últimas palabras de David parecen demasiado simples: «Espera pacientemente en el Señor. Sé valiente y audaz». Pero este no es un optimismo vacío. Como creyentes, sabemos cómo termina la historia. El Señor reinará supremo. Seremos protegidos y reivindicados. Esta vida es solo la portada de la verdadera vida que comienza en su Reino.

Así que pregúntate: ¿Confío en Dios o no? Sigue preguntándote hasta que puedas responder con confianza: Sí. Sí, confío. Tus miedos pueden ser reales, pero tu Dios es más grande.

Que el Señor te bendiga, que el Señor te guarde y que el Señor use estas palabras para ayudarte a renovar tu espíritu.

 Dr. Dimas Castillo

Friday, October 24, 2025

La Marca que lo Cambia Todo: Una Devoción Personal sobre el Amor

 


Enfoque Bíblico: «Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros». Como yo los he amado, que también se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros». — Juan 13:34-35

Reflexiona un momento sobre tu nombre. ¿Qué representa? ¿Qué expectativas conlleva? Ahora considera esto: llevas el nombre de «cristiano», que literalmente significa «seguidor de Cristo». ¿Qué exige ese nombre de ti?

Jesús lo dejó muy claro. La noche en que sería traicionado, rodeado de sus amigos más cercanos, no les dio un marco teológico complejo ni un plan estratégico elaborado. Les dio algo profundamente simple pero extremadamente difícil: amarse los unos a los otros.

Esto no fue una sugerencia. Fue un mandato tan vinculante como cualquier otra directiva de las Escrituras. Y el calificativo lo hace aún más desafiante: amar «como yo los he amado». No como el mundo ama, con condiciones y prerrequisitos, sino con el amor sacrificial, libre de prejuicios y transformador que Cristo demostró.

Esta es la incómoda verdad que muchos de nosotros mayores de 18 años debemos afrontar: nos hemos vuelto expertos en justificar nuestra falta de amor. Hemos aprendido a disfrazar nuestros chismes de "preocupación", nuestro juicio de "discernimiento" y nuestra indiferencia de "límites". Destruimos a los líderes de la iglesia tomando un café, competimos con nuestros hermanos en la fe por el reconocimiento y nos deleitamos en secreto cuando alguien a quien envidiamos tropieza. Lo excusamos todo con: "No queremos decir nada".

Pero sí queremos decir algo. Estamos pecando. Y al hacerlo, invalidamos el mismo mensaje que decimos creer.

El mundo no se fija en si tenemos una doctrina perfecta o programas impresionantes. Se fija en si este Jesús que decimos que realmente nos ha cambiado. ¿Podemos decir "lo siento" cuando nos equivocamos? ¿Podemos perdonar cuando nos sentimos heridos? ¿Podemos amar al hermano creyente que vota diferente, adora de forma diferente o ve la teología de forma distinta a la nuestra?

La sabiduría del teólogo y pastor Francis Schaeffer es profunda en este punto: el amor cristiano se demuestra con mayor fuerza en dos actos sencillos: disculparnos cuando hemos ofendido a alguien y perdonar cuando nos han ofendido. Si eres como yo, habrás descubierto que no son nada sencillos. El orgullo nos hace decir "lo siento" con dificultad. La amargura hace que el perdón parezca imposible.

Sin embargo, es precisamente aquí donde ocurre la transformación. Aquí es donde el mundo ve algo diferente. No en nuestras elocuentes oraciones ni en nuestros debates teológicos, sino en nuestra disposición a humillarnos unos a otros.

Hoy, sé honesto con Dios sobre el estado de tu corazón. Confiesa los celos, la amargura, la competencia. Admite cómo has usado a las personas en lugar de amarlas. Luego, sé honesto contigo mismo y deja de poner excusas para un comportamiento desamorado.

El Espíritu puede producir este amor en ti, pero debes cooperar. ¿Hay alguien con quien necesites disculparte hoy? ¿A alguien a quien necesites perdonar? ¿Algún hermano en la fe a quien has estado juzgando o evitando? El mundo anhela ver si Cristo realmente marca la diferencia. Deja que lo vean en ti. Que el Señor te bendiga y te guarde y que el Señor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.

Oración: Señor Jesús, me amaste cuando no era digno de ser amado. Perdóname por las maneras en que no he amado a mis hermanos y hermanas en Cristo. Cambia mi corazón egoísta. Dame la valentía para disculparme, la gracia para perdonar y la humildad para amar como tú me has amado. Que mi vida lleve tu huella. Amén.

Wednesday, October 22, 2025

Unidad a través de un Carácter Cristiano: Un Devocional de 5 Días

Día 3: La Práctica de la Paciencia

Lectura Bíblica

Efesios 4:2c - "...con paciencia..." Santiago 1:2-4** - "Hermanos míos, considérense sumo gozo cuando se encuentren en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia. Y que la paciencia tenga su fruto completo, para que sean perfectos y completos, sin que les falte nada."

Reflexión

¡Oh, Señor, dame paciencia y, por favor, date prisa! Nos reímos porque es cierto. Vivimos en una cultura de gratificación instantánea que vive a toda velocidad, mientras que Dios nos llama a la paciencia. La paciencia es tolerancia ante las ofensas personales de los demás. Seamos honestos, es paciencia con las personas irritantes. Y aquí está la verdad incómoda: todos irritamos a alguien. Tú irritas a la gente. Yo irrito a la gente. Todos somos asperezas rozándose con asperezas. Pero la unidad no puede existir sin paciencia. Cuando alguien nos decepciona, nos falla o se equivoca por centésima vez, la paciencia dice: "Te soportaré. Te daré gracia". No me rendiré contigo." ¿Por qué? Porque Dios ha sido infinitamente paciente con nosotros. ¿Cuántas veces le has fallado a Dios? ¿Cuántas veces has vuelto al mismo pecado? ¿Cuántas veces ha tenido que perdonarte, redirigirte, disciplinarte y restaurarte? Su paciencia hacia nosotros debería producir paciencia en nosotros hacia los demás.

Examen de tu Corazón

• ¿Quién es la persona más irritante en mi vida en este momento? ¿Qué tan paciente soy con ella?

• ¿Tiendo a juzgar y condenar rápidamente?

• ¿Soy más paciente con las personas que me agradan que con las que me resultan difíciles?

• ¿Qué tan paciente soy con el crecimiento espiritual de las personas, incluido el mío?

El Desafío de Hoy

El Desafío de la Paciencia

Piensa en alguien que te irrita con frecuencia; tal vez sea lento, olvidadizo, crítico, inmaduro o simplemente diferente a ti. Hoy:

• Ora por esa persona llamándola por su nombre, pidiéndole a Dios que la bendiga.

• Cuando te irrite, haz una pausa antes de responder.

• Elige la paciencia: soportar su debilidad sin queja

• Recuerda tres maneras específicas en las que Dios ha sido paciente contigo

• Al final del día, reflexiona: ¿Fue más fácil o más difícil de lo que esperabas? ¿Qué aprendiste sobre ti mismo?

Oración final

Padre misericordioso, tu paciencia conmigo es inconmensurable. Merezco ser juzgado, pero me has mostrado misericordia. Merezco ser rechazado, pero me has acogido. Fallo repetidamente, pero permaneces fiel. Ayúdame a extender a los demás, aunque sea una fracción de la paciencia que me has mostrado. Cuando esté irritado, recuérdame tu paciencia. Cuando quiera rendirme con alguien, recuérdame que nunca te diste por vencido conmigo. Cultiva en mí el fruto de la paciencia. Amén.

Tuesday, October 21, 2025

El Poder de la Mansedumbre

Día 2: El Poder de la Mansedumbre
Por. Dr. Dimas Castillo
Lectura Bíblica
Efesios 4:2b - "...y mansedumbre..." 1 Samuel 24:1-7 - David perdona la vida a Saúl (leer el pasaje completo)
Reflexión
La mansedumbre no es debilidad. Reflexiona sobre ello. La mansedumbre es fuerza bajo el control de Dios: poder canalizado deliberadamente para bendecir a otros en lugar de imponernos. David pudo haber matado a Saúl. Tenía la fuerza, la oportunidad e incluso lo que parecía una justificación. Pero eligió la mansedumbre. Se negó a hacer valer sus derechos personales incluso cuando pudo hacerlo. Jesús tenía todo el poder del universo. Pudo haber invocado legiones de ángeles. Pudo haber destruido a sus enemigos con una palabra. En cambio, eligió la mansedumbre. Tocó a los leprosos. Acogió a los niños. Lloró con los afligidos. Y cuando vinieron a arrestarlo, cedió. La mansedumbre no significa ser un débil o tonto. Significa elegir no usar tu fuerza para dominar, controlar o tomar represalias. Significa usar tu poder para proteger a los vulnerables, levantar a los caídos y servir a los débiles.
Examen de tu Corazón
• ¿Cuándo deseo más hacer valer mis derechos personales?
• ¿Cómo uso mi fuerza (física, intelectual, social, financiera)?
• ¿Soy duro en mis palabras o acciones, incluso cuando técnicamente tengo razón?
• ¿Veo la mansedumbre como debilidad o como un reflejo del carácter de Cristo?
El Desafío de Hoy
El Desafío de la Respuesta Mansedumbre.
Identifica una situación hoy en la que normalmente te impondrías, defenderías tus derechos o responderías con dureza. En cambio, elige una respuesta mansa. Esto podría significar:
• Dejar que alguien más tenga la última palabra
• Ceder en un desacuerdo menor
• Responder con suavidad cuando alguien te critica
• Usar tu influencia para ayudar a alguien en lugar de para favorecerte

Presta atención a cómo se siente elegir la gentileza cuando todo en ti quiere afirmar tu fuerza.
Oración final
Señor, eres la imagen perfecta de la gentileza: poderoso pero humilde, poderoso pero tierno. Quiero ser como Tú. Ayúdame a ver que la verdadera fuerza no se encuentra en dominar a los demás, sino en someter mi poder a tus propósitos. Cuando quiera vengarme, recuérdame tu gentileza hacia mí. Cuando quiera hacer valer mis derechos, ayúdame a recordar que Tú renunciaste a todos tus derechos por mí. Hazme gentil, Señor. Amén.

Monday, October 20, 2025

El fundamento de la humildad



 Devocional de 5 días: Unidad a través de un carácter cristiano

Por el Dr. Dimas Castillo

Basado en Efesios 4:1-3

Día 1: 

Lectura Bíblica: Efesios 4:1-2a: "Por tanto, yo, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad.

Reflexión

La humildad no es menospreciarse; es pensar menos en uno mismo. En el mundo del primer siglo, la humildad se consideraba una debilidad, algo de lo que avergonzarse. Pero Pablo le da la vuelta a esto, haciendo de la humildad el fundamento de toda virtud cristiana. ¿Por qué? Porque la humildad es la tierra donde crece la unidad. Cuando nos consume nuestra propia importancia, nuestros propios derechos, nuestras propias opiniones, no hay espacio para los demás. El orgullo construye muros; la humildad construye puentes. Piensa en Jesús. Tenía todo el derecho a exigir adoración, servicio y honor. En cambio, se envolvió una toalla alrededor de la cintura y lavó los pies sucios de sus discipulos. El que era rico se hizo pobre. El que lo merecía todo, lo dejó todo. Y nos llama a seguir su ejemplo.

Análisis del Corazón

• ¿Cuándo fue la última vez que realmente puse a alguien ¿Prefiero las necesidades de los demás antes que las mías?

• ¿Tiendo a pensar que tengo la razón más a menudo que los demás en conversaciones o desacuerdos?

• ¿Cómo reacciono cuando alguien me corrige o no está de acuerdo conmigo?

• ¿Me comparo constantemente con los demás, sintiéndome superior o inferior?

Desafío de hoy

Desafío "¿Cómo puedo servirte?"

Hoy, pregúntale al menos a tres personas: "¿Cómo puedo servirte?" o "¿Qué puedo hacer para ayudarte?". No solo preguntes, hazlo. Podría ser tu cónyuge, un compañero de trabajo, un miembro de la iglesia o incluso un desconocido. Observa lo incómodo que puede ser buscar genuinamente servir sin ningún beneficio para ti.

Oración final

*Padre, confieso mi orgullo. Confieso las maneras en que me elevo a mí mismo y minimizo a los demás. Dame la mente de Cristo, quien se humilló hasta la muerte en la cruz. Ayúdame a ver a los demás como más importantes que yo, no porque no valga nada, sino porque me has mostrado lo que es la verdadera grandeza. Transforma mi corazón hoy. Amén.

Friday, October 17, 2025

El Camino Angosto



Tolerancia. Es el lema de nuestra época. Dondequiera que miremos, se nos insta a ser más tolerantes: a usar un lenguaje inclusivo, evitar estereotipos ofensivos y confrontar nuestros prejuicios. Se nos advierte sobre la intolerancia religiosa y se nos dice que respetemos a las personas de otras religiones y que afirmemos el derecho de todos a creer lo que elijan. Como cristianos, no tenemos ningún problema con esto. La libertad religiosa es una garantía constitucional que apreciamos.

Pero aquí es donde la conversación cambia. No solo se nos pide que respetemos el derecho de los demás a creer, sino que se nos insta a proclamar que todas las religiones son igualmente válidas, que si algo "funciona para ti", entonces debe ser cierto para ti. Aquí es donde los cristianos se encuentran en la controversia.

Por qué no podemos quedarnos callados

No podemos afirmar que consideramos que todas las religiones son igualmente válidas. Esto atrae a los críticos con acusaciones de estrechez de miras e intolerancia. "¿Cómo te atreves a afirmar que el cristianismo es el único camino verdadero hacia Dios?", preguntan. No nos atrevemos porque nos guste ir contracorriente, sino porque estamos atados a la verdad que se presenta en las Escrituras. Jesús mismo declara: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí» (Juan 14:6).

Esta no es una opción entre muchas. Es una afirmación universal. Ni una sola persona, ni una sola alma, llegará al Padre sin Cristo. El camino es angosto, sí, pero también abundantemente misericordioso y suficiente.

Lo que esto significa para nosotros

Jesús es el Camino. Para quienes están perdidos, hay un camino a casa.

Jesús es la Verdad. Él nos da un fundamento sobre el cual construir nuestras vidas. En un mundo constantemente sacudido por todo tipo de doctrinas y opiniones, Jesús nos muestra cómo mantenernos firmes. Él revela los principios absolutos, las anclas, lo innegociable de la vida.

Jesús es la Vida. Para quienes están confundidos, Él une las piezas confusas. Para quienes se sienten desesperados, Él ofrece una esperanza real. A quienes están abatidos, Él les trae sanidad y renovación. A quienes han arruinado sus vidas, Él les extiende el perdón.

Otros caminos pueden parecer atractivos. Otros senderos pueden parecer atajos. Pero solo un camino lleva a donde realmente quieres ir.

Ese camino es Jesús.

Que Dios te bendiga y te guarde siempre y que el Senor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espiritu.

Dr. Dimas Castillo 

Thursday, October 9, 2025

La adoración como ensayo para la eternidad


Lectura bíblica: Apocalipsis 4:8-11 “8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. 9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, 10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: 11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.

Cuando te reúnes con tu iglesia el domingo, algo extraordinario está sucediendo. No estás trayendo el cielo para que te acompañe. Te estás uniendo a la adoración eterna que ya está sucediendo arriba.

Los santos en la gloria están participando en una alabanza perfecta e inagotable ahora mismo. Tu canto más apasionado, tu corazón más pleno, tu experiencia de adoración más profunda: eso es solo un pequeño anticipo de la adoración celestial. Estás viviendo en lo que un compositor de himnos llamó "los suburbios de la gloria, los puestos de avanzada del cielo".

Esto cambia por completo nuestra forma de abordar la adoración. No estamos actuando. No estamos simplemente haciendo lo que hacemos. Estamos ensayando para la eternidad. Cada domingo es un ensayo para la alabanza que nunca terminará. Y aquí está lo hermoso: esta alabanza eterna no es solo para el futuro; participas en ella ahora mismo. Cuando alabas a Dios hoy, en este momento, te unes a una canción que comenzó antes del tiempo y continuará por siempre. Tu voz importa en el coro eterno.

Preguntas para la reflexión:

• ¿Ver la adoración como un "ensayo para la eternidad" cambia mi forma de abordar las reuniones dominicales?

• ¿Cómo sería que toda mi vida, no solo las mañanas de los domingos, se convirtiera en un acto de alabanza?

• ¿Estoy tratando la adoración colectiva con indiferencia o la reconozco como una participación en algo eterno?

Oración:

Dios eterno, gracias porque la adoración no es solo algo que hago los domingos, sino una preparación para la eternidad contigo. Perdóname por las veces que he abordado la adoración con descuido o a medias. Ayúdame a comprender que me estoy uniendo a los santos de arriba en la alabanza eterna. Transforma mi perspectiva para que no solo mis domingos, sino todos mis días se conviertan en actos de adoración. Haz de mi vida un canto de alabanza que me prepare para la adoración perfecta en tu presencia. En el nombre de Jesús, amén.

Que el Señor te bendiga y te guarde, y que el Señor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, October 2, 2025

Viendo la Cosecha

 


"Alcen los ojos y miren los campos, porque ya están maduros para la siega" (Juan 4:35).

Muchos conocemos esta poderosa historia donde encontramos estos versículos transformadores. Jesús había estado hablando con una mujer junto a un pozo en la región de Samaria, una cita divina que lo cambiaría todo. Esta mujer respondió tan positivamente al mensaje de Jesús que no pudo contener su alegría. Salió corriendo a contarle a todo el pueblo el cambio radical que había ocurrido en su vida, convirtiéndose en una de las primeras evangelistas del Nuevo Testamento.

La historia nos cuenta que los discípulos habían salido a almorzar, dejando a Jesús solo junto al pozo. Al regresar, encontraron a Jesús haciendo algo que los impactó profundamente: hablar con una mujer de dudosa reputación. Pero para colmo, a los ojos de los discípulos, no solo era una mujer —lo cual rompía con las convenciones sociales— sino que también era samaritana, miembro de un grupo de personas profundamente odiadas por los judíos. La animosidad centenaria entre estos dos pueblos era profunda, y los discípulos no podían comprender por qué su Maestro perdía el tiempo con una persona así.

Lamentablemente, incluso hoy en día, hay seguidores de Cristo que luchan con esta misma perspectiva estrecha. No podemos aceptar a quienes no son como nosotros, ya sea por su origen, cultura, errores pasados ​​o posición social. Creamos límites invisibles sobre quién merece escuchar el mensaje del evangelio.

Aunque las Escrituras no dicen explícitamente que los discípulos hablaran con Jesús sobre lo sucedido, Jesús conocía sus corazones. Comprendía su confusión, sus prejuicios y su incomodidad. Les gustaba la compañía de Jesús, sus milagros y sus profundas enseñanzas, pero aún les costaba aceptar su misión principal, que era buscar y salvar a los perdidos: a todos los perdidos, no solo a los respetables.

Jesús aprovechó esta oportunidad de aprendizaje para ayudarlos a comprender la razón por la que estaban allí. Pero Jesús no solo quería que comprendieran su misión intelectualmente; quería que la aceptaran personalmente y la integraran en sus vidas. Por eso Jesús les dice con urgencia: «Alcen la vista y miren los campos, porque ya están blancos para la siega».

¿Qué quería Jesús que vieran? No solo campos agrícolas meciéndose con la brisa, sino algo mucho más significativo. Quería que vieran los campos espirituales: la multitud esperando ser alcanzada con el mensaje transformador del amor de Dios. La mujer samaritana ya había ido al pueblo, y pronto multitudes acudirían a recibir a Jesús. La cosecha literalmente caminaba hacia ellos.

El problema es el mismo hoy. Mientras disfrutamos de nuestra acogedora comunión, nuestros inspiradores servicios de adoración, nuestros estudios bíblicos y nuestras cenas compartidas, los campos fuera de los muros de nuestra iglesia esperan ser cultivados. La gente busca esperanza, significado y propósito. Luchan contra la adicción, la soledad, la depresión y la desesperación. Y muchos nunca han escuchado una presentación clara del evangelio. Esto no es un problema de una sola persona o un pastor; es un desafío para todos. Esta es nuestra cosecha, estos son nuestros campos y esta es nuestra misión.

Entonces, ¿cómo podemos alcanzar a los perdidos de nuestra generación?

Primero, debemos vivir con urgencia y comprender que nuestro éxito depende completamente de si caminamos cerca de Dios. Todo gira en torno a nuestra relación con Él. No podemos regalar lo que no poseemos. Si no permanecemos en Cristo, dedicando tiempo a su Palabra y a la oración, no tendremos nada de valor eterno que ofrecer a los demás.

Segundo, debemos vivir con urgencia, reconociendo que estamos llamados a hacer la obra de Dios dondequiera que estemos. Estamos llamados a usar todos los talentos, dones y oportunidades que Dios nos ha dado. Ya seas maestro, mecánico, padre, estudiante o jubilado, tu campo está donde Dios te ha plantado. No necesitas un título de seminario para compartir lo que Cristo ha hecho en tu vida.

Y finalmente, debemos vivir con urgencia, reconociendo que nuestra fuerza proviene solo de Dios. Sabemos que el trabajo es duro y exigente. Nos cansamos, nos desanimamos y, a veces, queremos rendirnos. Pero, cimentados en las promesas de Dios, sabemos que tendremos la fuerza para cumplir nuestra misión. Su gracia es suficiente y su poder se perfecciona en nuestra debilidad.

¿Ves los campos hoy? Mira a tu alrededor. Ves a los vecinos que necesitan al Señor. Ves a los compañeros de trabajo, a los familiares, a las personas en la fila del supermercado. Deja que Dios te abra los ojos y el corazón para que veas más allá de las puertas de tu hogar y de tu iglesia. La cosecha es abundante y los obreros pocos. Pero estás llamado, equipado y empoderado para marcar la diferencia.

Que Dios te bendiga y te guarde, y que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu para la misión que tenemos por delante.

Dr. Dimas Castillo

Friday, September 26, 2025

El Toque de la Gracia: Un Devocional sobre el Perdón

 



Y perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que pecan contra nosotros”. (Mateo 6:12, NTV)

La historia nos cuenta sobre Pericles, el gran estadista griego que vivió cinco siglos antes de Cristo, y cómo respondió a un crítico persistente que parecía decidido a amargarle la vida. Cada día, Pericles caminaba desde su casa hasta la asamblea ateniense, donde dirigía los asuntos públicos. Un día en particular, un oponente político, lleno de ira y resentimiento, lo esperaba en el camino y lo atacó con un torrente de insultos y amenazas.

No fue un arrebato momentáneo. Cuando Pericles terminó sus deberes en la asamblea, el mismo hombre lo esperaba en la puerta, continuando su ataque verbal hasta la casa de un amigo, donde Pericles había sido invitado a cenar. Como una sombra persistente, este crítico lo siguió durante todo el día, sin cesar sus arrebatos ofensivos. Al caer la tarde y Pericles regresaba a casa, el acoso continuó hasta la puerta.

Finalmente, en la oscuridad, el hombre lanzó unos últimos insultos a la puerta cerrada y comenzó a retirarse calle abajo. Al alejarse, notó que alguien se acercaba con una antorcha, cortando la oscuridad de la noche. Curioso y quizás cauteloso, preguntó: "¿Quién eres?". La respuesta llegó con una gracia asombrosa: "Soy un siervo de Pericles. Él me envió para iluminar tu camino a casa sano y salvo".

Qué fácil es sentir la punzada de la amargura cuando alguien nos hiere profundamente. Qué natural parece cargar con ese dolor como un pesado equipaje, arrastrándolo adondequiera que vayamos. Pero cuando elegimos cargar con este peso de nuestro pasado, nos infligimos daño no solo a nosotros mismos, sino también a quienes más amamos.

Como pastor, he presenciado los efectos devastadores de la falta de perdón. Conozco a personas que, hasta el día de hoy, guardan rencor por heridas infligidas hace 20, incluso 30 años. Los detalles permanecen tan frescos en sus mentes como si la ofensa hubiera ocurrido ayer. Algunos mantienen listas mentales detalladas de quienes les han hecho daño, esperando secretamente el día en que puedan vengarse.

Esta carga de amargura se convierte en una prisión que nosotros mismos creamos. Afecta cada relación, ensombrece cada alegría y nos roba la paz que Dios desea para sus hijos. La persona que nos lastimó sigue adelante con su vida, a menudo inconsciente del dolor continuo que causó, mientras nosotros permanecemos encadenados a ese momento de ofensa.

Quizás te reconozcas en esta descripción. Quizás conozcas a alguien atrapado en este ciclo de resentimiento. Si es así, considera estas poderosas palabras del apóstol Pablo: «Sean bondadosos y compasivos unos con otros, perdonándose mutuamente, como Dios los perdonó a ustedes en Cristo» (Efesios 4:32). Estas palabras son sorprendentemente fáciles de entender, pero increíblemente difíciles de poner en práctica. Perdonar nunca es fácil; quien diga lo contrario probablemente nunca haya enfrentado una traición o un dolor profundo. Pero aquí está la hermosa verdad: lo que Dios ordena, también lo hace posible mediante su fuerza y ​​gracia.

Cuando Dios nos llama a perdonar, no nos pide que lo hagamos con nuestras propias fuerzas. Él nos da la gracia que necesitamos para extender nuestra gracia a los demás. El mismo amor divino que descendió para perdonar nuestros innumerables pecados contra un Dios santo se convierte en la fuente de la que podemos obtener misericordia para quienes han pecado contra nosotros.

El perdón no significa que nos convirtamos en tapetes de puerta, ni que pretendamos que la ofensa nunca ocurrió. No requiere que confiemos de inmediato en quienes nos han traicionado ni que nos pongamos en peligro de nuevo. Más bien, el perdón es la decisión de renunciar a nuestro derecho a la venganza y confiar en la justicia a Dios. Este proceso puede llevar tiempo, a veces mucho tiempo. Puede requerir la sabiduría y la guía de un consejero o guía espiritual. Algunas heridas son tan profundas que la sanación solo llega en etapas, capa por capa, a medida que Dios realiza su obra restauradora en nuestros corazones.

Pero independientemente de la gravedad de la ofensa, el perdón sigue siendo posible. El Dios que perdonó el adulterio y el asesinato de David, que perdonó la persecución de Pablo a la iglesia, que extendió su misericordia a Pedro a pesar de su negación, este mismo Dios nos ofrece la fuerza para perdonar incluso los agravios más graves cometidos contra nosotros.

Como Pericles, que envió a su siervo con una antorcha para guiar a su crítico a salvo a casa, estamos llamados a ser portadores de luz en un mundo oscuro. Cuando elegimos el perdón en lugar de la amargura, la gracia en lugar del rencor, nos convertimos en testimonios vivos del poder transformador del amor de Dios. Esto no nos hace débiles, sino fuertes con la fuerza que viene de arriba. No nos hace insensatos, sino sabios con la sabiduría divina. Nos hace libres.

Que el Señor te bendiga y te guarde siempre en este difícil pero vivificante camino del perdón.

Dr. Dimas Castillo

Oración de hoy

Padre Celestial, conoces las heridas que cargo y los rencores que he guardado. Entiendes la profundidad del dolor que otros me han causado y ves cómo ese dolor ha afectado mi corazón. Confieso que forg

Thursday, September 18, 2025

Descubriendo y usando los talentos que Dios nos ha dado

 

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” – 1 Pedro 4:10 (RVR1960)

Una de las grandes verdades de las Escrituras es que Dios nos ha dotado de dones únicos. A cada creyente se le ha confiado un talento, un don o una habilidad, no por accidente, sino por designio divino. La parábola de los talentos en Mateo 25:14-30 nos recuerda que Dios distribuye los dones según su sabiduría. Él sabe quiénes somos, qué podemos manejar y cómo puede usarnos para su gloria.

Los dones que Dios nos da no son para nuestro beneficio personal ni para que los dejemos de lado. Son herramientas puestas en nuestras manos para servir a los demás y reflejar la belleza de su gracia. Cuando le entregamos nuestras habilidades —ya sea enseñar, animar, servir, crear o liderar—, Él multiplica el impacto mucho más allá de lo que podríamos lograr por nuestra cuenta. El Corazón del Servicio

Todos los días, deberíamos preguntarnos: "Señor, ¿qué puedo hacer por ti hoy?". Esta pregunta transforma nuestra perspectiva sobre nuestros trabajos, escuelas, hogares y vecindarios. El servicio no se limita a las mañanas dominicales ni a los programas de la iglesia; se trata de convertir lugares comunes en espacios sagrados donde el amor de Dios se manifiesta a través de nosotros.

Piénsalo así: cuando usas el talento que Dios te dio con Su fuerza, no solo estás "haciendo algo", sino que participas en la obra del reino. Lavar platos, dar clases particulares a un niño, escuchar atentamente, construir algo con tus manos u ofrecer ánimo a un alma cansada: cada acto se convierte en un acto de adoración cuando se hace para la gloria de Dios.

Eric Liddell, corredor olímpico y misionero, dijo una vez: "Cuando corro, siento el deleite de Dios". ¿Y tú? Cuando cantas, enseñas, organizas, sirves o creas, ¿sientes el deleite de Dios? El Salmo 37:4 nos dice: “Deléitate en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Esto no significa que Dios nos dé todo lo que deseamos; significa que Él alinea nuestros deseos con Su voluntad, llenándonos de alegría cuando vivimos el propósito que Él plantó en nosotros.

Lamentablemente, muchas personas nunca descubren esta alegría. Viven agobiadas por el estrés o distraídas por cosas menores. Sin embargo, Dios ya ha puesto semillas de propósito en cada corazón. Cuando se nutren, esas semillas florecen en un servicio fructífero para Su reino.

Quizás te hayas preguntado: “¿Y si no tengo ningún talento real?”. Ese pensamiento es una mentira del enemigo. Satanás quiere marginar a los creyentes convenciéndolos de que no tienen nada que ofrecer. Pero las Escrituras nos dicen algo diferente. Romanos 12:6-8 nos recuerda que cada creyente tiene un don, ya sea aliento, generosidad, liderazgo o actos de misericordia. Tu don puede no parecer ostentoso, pero es muy importante para Dios. Una palabra amable dicha en el momento oportuno puede sacar a alguien de la desesperación. Una comida preparada con amor puede ser más elocuente que un sermón. Los pequeños actos, cuando se entregan a Dios, se convierten en ofrendas santas.

Sin embargo, nuestros talentos no se impulsan solo por el esfuerzo humano. Jesús nos recuerda en Juan 15:5: «Separados de mí nada podéis hacer». Sin Él, nuestros talentos son como coches sin combustible. Pero cuando confiamos en su Espíritu, Él infunde vida a nuestro servicio, multiplica nuestros esfuerzos y nos usa de maneras que jamás podríamos imaginar.

Y aquí está la clave: estos dones no nos pertenecen. Somos administradores, no dueños. Se nos confían por un tiempo, para que los usemos fielmente hasta que el Maestro regrese. El éxito no se mide por cuánto logramos, sino por nuestra fidelidad al usar lo que se nos ha dado para su gloria.

¿Qué puedes poner en las manos de Dios hoy? ¿Tu voz? ¿Tu tiempo? ¿Tus recursos? ¿Tu creatividad? No esperes las condiciones perfectas. Empieza donde estás, con lo que tienes. Incluso la ofrenda más pequeña puede marcar una diferencia enorme cuando se entrega a Cristo.

Completa esta frase en tu corazón: *“Cuando _______, siento el deleite de Dios”. Luego, comprométete a usar ese talento esta semana para la gloria de Dios. Recuerda: fuiste creado de manera admirable y maravillosa (Salmo 139:14). Fuiste creado en Cristo para buenas obras preparadas de antemano para ti (Efesios 2:10). Tus talentos no son accidentales; son encargos divinos. Úsalos y no solo bendecirás a otros, sino que también experimentarás el gozo de vivir en el propósito perfecto de Dios para tu vida.

Que el Senor te bendiga y te guarde y que el Senor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espiritu.

Dr. Dimas Castillo

Tuesday, September 9, 2025

El Enfoque de la Adoración: El Señor

Bueno es alabarte, oh, Jehová, Y cantar salmos a tu nombre, oh, Altísimo; Anunciar por la mañana tu misericordia, Y tu fidelidad cada noche, En el decacordio y en el salterio,

En tono suave con el arpa. Por cuanto me has alegrado, oh, Jehová, con tus obras; En las obras de tus manos me gozo. (Salmo 92:1-4)

La mayoría de los entrenadores y músicos te dirán lo mismo: cómo practicas determina cómo tocas. Si eres descuidado al practicar, no alcanzarás la agudeza mágica a la hora de tocar. Lo mismo ocurre en nuestro caminar con Cristo: cómo adoras determinará cómo vives.

Pero, ¿qué es exactamente la adoración? Para algunos, es un evento al que asisten: "Fuimos a adorar". Para otros, es la música; "Necesitamos dedicar más tiempo a la adoración" a menudo significa cantar más. Otros, en cambio, equiparan la adoración con ciertas expresiones: levantar las manos, aplaudir, bailar o simplemente "sentir algo".

Ahora bien, todas estas cosas pueden ser parte de la adoración. Pero ninguna garantiza que se haya llevado a cabo una verdadera adoración. La adoración no se trata de emociones ni experiencias, se trata de Dios mismo. La verdadera adoración exalta al Señor. Conmueve nuestros corazones con amor y sumisión a Él. La adoración nunca se trata de lo que recibimos de Dios, sino de quién es Él.

El Salmo 92:1-4 nos recuerda tres razones por las que Dios es digno de nuestra adoración:

1. Su amor inagotable.

El amor humano, incluso en su máxima expresión, es imperfecto e inconsistente. Amamos egoísticamente, esperando algo a cambio. Pero el amor de Dios nunca flaquea, nunca se desvanece, nunca se rinde. Siempre busca lo mejor para nosotros y nos atrae hacia sí mismo, incluso cuando nos resistimos a él. Su amor es perfecto e inmutable.

2. Su fidelidad.

La vida a menudo nos trae temporadas en las que nos preguntamos: "Dios, ¿dónde estás?". Enfrentamos pérdidas, decepciones o dolor, y parece que Dios guarda silencio. Pero sus promesas nunca fallan. Incluso cuando no entendemos sus caminos, él permanece firme, confiable y verdadero. A diferencia de las personas que rompen sus promesas, Dios cumple todas y cada una de ellas.

3. Su generosidad y gracia. Cada día recibimos bendiciones que no merecemos: comida y techo, personas a quienes amar, la belleza de la naturaleza, el gozo de la verdad, incluso la libertad de cosas de las que quizás nunca nos demos cuenta de que Él nos protegió. Su bondad supera con creces cualquier cosa que pudiéramos merecer.

Porque es Dios, la adoración no debería ser una tarea, sino un gozo. Sin embargo, con demasiada frecuencia los cristianos tratamos la adoración como un deber, no como un deleite. Nos quejamos, criticamos o simplemente actuamos por inercia, olvidando que la adoración es un privilegio. Cuando adoramos a medias, nuestras vidas siguen el mismo patrón. Cuando la adoración se centra en nosotros mismos, terminamos practicando la idolatría más peligrosa de todas.

Así que haz una pausa y pregúntate: ¿Te has tomado el tiempo para considerar cuánto te ama Dios? Su amor por ti no se basa en tu bondad, sino en la suya. Tú no eres el perseguidor, sino Él. Él te persigue, anhelando que lo conozcas, lo ames y lo adores, porque solo en Él encontrarás el verdadero gozo que tu alma anhela. El gozo no proviene de las posesiones, el éxito ni las circunstancias. El gozo proviene del Señor mismo. Y cuando nos demos cuenta de que la adoración ya no será una obligación, se convertirá en la respuesta natural de un corazón agradecido.

Que el Señor te bendiga y te guarde, y que estas palabras te renueven.

Dr. Dimas Castillo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Thursday, September 4, 2025

La Vid y los Pámpanos: Permaneciendo en Dios

 

Yo soy la vid, y ustedes son los pámpanos. El que permanece en mí, como yo en él, ése da mucho fruto; pero separados de mí nada pueden hacer... Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.” (Juan 15:5-13)

Tómense un momento para respirar profundamente. Dejen que el peso de las exigencias de hoy se calme por ahora. Las familias de hoy cargan con grandes responsabilidades y enfrentan exigencias de todos lados. Muchos hogares necesitan dos ingresos para sobrevivir, y el costo de la vida aumenta a diario. Pasamos la mayor parte del tiempo flotando, sin saber hacia dónde nadamos, sabiendo solo que si nos detenemos, podríamos ahogarnos. Sin embargo, en esta pausa sagrada, recordamos que incluso en nuestras temporadas más ocupadas, estamos invitados a permanecer.

Imaginen una vid con sus ramas meciéndose suavemente con la brisa. Observen cómo las ramas no se esfuerzan por mantenerse conectadas; simplemente permanecen, extrayendo vida sin esfuerzo de su fuente. La palabra "permanecer" aparece once veces en Juan 15, cada vez como una invitación a descansar en la relación en lugar de agotarnos en el desempeño.

Cristo nos llama a no navegar con más fuerza por las corrientes de la vida, sino a permanecer conectados a la fuente de toda vida. ¿Cómo sería hoy permanecer en lugar de esforzarnos?

Primero, cultivamos una relación íntima con Dios. Esta relación se convierte en el ancla de nuestras vidas, nuestra seguridad, trayendo paz a corazones que a menudo se sienten ansiosos y abrumados. La intimidad con Dios en épocas de mucho trabajo puede no ser como largas horas de oración, sino como momentos conscientes de conexión que se entrelazan a lo largo de nuestro día. Dios nos encuentra en los viajes compartidos y en el fregadero de la cocina, en los breves momentos matutinos antes de comenzar el día, en los espacios tranquilos entre nuestras responsabilidades.

Segundo, nos nutrimos a través de la oración. Como una vid que extrae vida continuamente de sus raíces, necesitamos alimento espiritual constante. Nuestras oraciones no necesitan ser perfectas ni largas para sostenernos. Pueden ser el susurro de "ayúdame" entre reuniones, la pausa agradecida durante una comida, la entrega de nuestras preocupaciones a la hora de dormir. La oración acerca la provisión de Dios y ofrece fortaleza y seguridad en tiempos difíciles. Una vid que no recibe alimento se marchita; por eso debemos conectarnos con la presencia nutritiva de Dios.

Tercero, confiamos en la dirección de Dios. Debemos tener una fe que crea en una verdad tan poderosa que moldea nuestra vida. En épocas de presión financiera y exigencias familiares, esta verdad se convierte en nuestra brújula: Dios ve nuestras dificultades, Dios provee para nuestras necesidades, Dios nos guía hacia adelante. La fe nos pide creer que la dirección de Dios es confiable, incluso cuando no podemos ver el camino completo por delante, incluso cuando nos sentimos perdidos en las exigencias de la vida.

Finalmente, recordamos el amor como nuestro mayor llamado. Como escribe Pablo: «Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres. Pero el mayor de ellos es el amor». El amor no es una carga más en nuestras interminables listas de tareas, sino la esencia misma de permanecer en Cristo. Cuando permanecemos conectados al amor de Cristo por nosotros, el amor por los demás fluye naturalmente. Esto incluye el amor a nosotros mismos: la gracia de descansar, de recibir ayuda, de aceptar nuestras imperfecciones sin vergüenza.

El verdadero amor, como enseña Jesús, es dar la vida por los demás. Pero esta entrega surge de la plenitud, no del vacío. Cuando permanecemos en la vid, damos fruto de forma natural, no por esfuerzo, sino por permanencia.

En este momento, descansa en esta verdad liberadora: Eres una rama amada, sujetada firmemente por la vid. Tu valor no se mide por tu productividad, sino por tu conexión con Cristo. Tu paz no proviene de tenerlo todo resuelto, sino de permanecer cerca de Aquel que sí lo tiene.

Que el Señor te bendiga y te guarde. Que encuentres, incluso en medio de las incesantes exigencias de la vida, momentos de permanencia que renueven tu espíritu y restauren tu alma cansada.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, August 28, 2025

Nuestra Verdadera Esperanza

 


La vida puede ser difícil. Todos pasamos por etapas llenas de complicaciones, frustraciones o duelo. Quizás estés lidiando con una relación tensa, enfrentando incertidumbre financiera, lidiando con problemas de salud o lidiando con una decepción que parece durar mucho más de lo esperado. Incluso si no estás experimentando una de esas pesadas cargas hoy, probablemente hayas tenido momentos en los que te has cansado de hacer el bien. La rutina diaria de elegir la bondad cuando otros no son amables, de servir cuando te sientes poco apreciado o de mantener la integridad cuando los atajos parecen más fáciles: estas decisiones justas pueden dejarnos emocional y espiritualmente exhaustos.

Por mucho que deseemos vivir bien y hacer el bien a los demás, lo cierto es que todos nos cansaremos de ello en algún momento. Después de todo, somos humanos, con energía limitada y recursos emocionales finitos. Nuestras buenas intenciones chocan con nuestra fragilidad humana, y nos encontramos sin fuerzas, preguntándonos cómo podemos continuar. En Isaías 40:31, el profeta Isaías nos ofrece una profunda verdad: «Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas. Levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se cansarán». Isaías dice que quienes esperan en Dios encontrarán nuevas fuerzas. Esto no es solo una ilusión ni una psicología positiva; es una promesa divina arraigada en el carácter de nuestro Dios inmutable.

La clave de la perseverancia en tiempos difíciles no consiste simplemente en seguir adelante y esforzarse más. Todos hemos intentado ese enfoque, apretando los dientes y confiando solo en la fuerza de voluntad, solo para encontrarnos más agotados que antes. La fuerza no se encuentra simplemente en esperar que nuestras circunstancias cambien, aunque naturalmente anhelamos alivio de nuestras luchas. En cambio, la verdadera fuerza se encuentra en Dios mismo.

La Palabra de Dios dice que la fuerza auténtica y duradera proviene de poner nuestra esperanza en Él. Porque Dios es todopoderoso —omnipotente en todo sentido—, solo Él tiene el poder de cambiar nuestras circunstancias cuando lo considera oportuno. Sus recursos son ilimitados, su sabiduría es perfecta y su tiempo siempre es el oportuno, incluso cuando no se ajusta a nuestras preferencias.

Pero Dios también sabe que, como seres humanos, nos cansamos y nos inquietamos. Él comprende nuestra condición y recuerda que somos polvo. El Salmo 103:14 nos recuerda: «Él conoce nuestra condición; recuerda que somos polvo». A veces depositamos nuestra esperanza en soluciones temporales cuando deberíamos confiar en Dios, el único que realmente puede ayudarnos. Buscamos avances profesionales, cambios en nuestras relaciones, mejoras financieras o mudanzas para resolver nuestras necesidades más profundas, pero estos remedios terrenales solo pueden brindar un alivio temporal.

Cuando ponemos nuestra esperanza solo en Dios, las Escrituras nos dicen que encontraremos fuerzas renovadas para soportar los desafíos de la vida. Seremos como aves que remontan el cielo, no con nuestras propias fuerzas, sino con la fuerza que Dios nos da. Las águilas no aletean frenéticamente para mantenerse en el aire; extienden sus alas y permiten que las corrientes de aire las eleven sin esfuerzo.

Poner nuestra esperanza en Dios significa renunciar a nuestro propio control y dejar que Él nos guíe. Significa dejar de intentar forzar nuestro futuro y dejar que Dios obre en nuestras vidas en su tiempo perfecto. Esperar en Dios significa confiar en sus promesas, incluso si no las vemos cumplidas en nuestra vida, sabiendo que su fidelidad se extiende más allá de nuestra experiencia temporal.

Dedica un tiempo hoy a renovar tu esperanza en Dios. Deja que Él escudriñe tu corazón y te revele dónde podrías estar poniendo falsas esperanzas en cosas temporales. Ora para que te llenes de la fuerza y ​​la esperanza que solo Dios puede dar. Que el Señor te bendiga y te guarde, y que el Señor use estas palabras para renovar tu espíritu.

 Dr. Dimas Castillo

Tuesday, August 26, 2025

Confiando en Dios cuando la vida se siente pesada

 



La vida puede sentirse muy pesada a veces. Atravesamos épocas de dificultad, decepción y angustia que nos hacen preguntarnos si vale la pena seguir adelante. En esos momentos, rendirse puede parecer más fácil que luchar.

Pero la Palabra de Dios nos recuerda con ternura que, incluso en los momentos más difíciles, no estamos solos. El Señor siempre está con nosotros: inmutable, infalible y fiel. Las circunstancias cambian, la gente puede alejarse y los corazones pueden doler, pero hay algo que nunca cambia: nuestro Padre nunca nos deja ni nos abandona.

Piensa un momento en esto. Las pruebas van y vienen. Las situaciones pueden surgir y caer. Otros pueden fallarte o incluso traicionarte. Sin embargo, en medio de cada tormenta, hay Uno que permanece firme y fiel. Su presencia no flaquea. Su amor no disminuye. Su fuerza no se agota.

Por eso podemos elegir confiar en Él, especialmente cuando es difícil:

* Confía en Él cuando estés decepcionado. * Confía en Él cuando estés sufriendo.

* Confía en Él cuando te incomprendan.

* Confía en Él cuando sientas que tu corazón se rompe.

* Confía en Él en todo, pase lo que pase.

El profeta Jeremías nos recuerda: «Pero bienaventurado el hombre que confía en el Señor, cuya confianza está en él» (Jeremías 17:7).

Hoy, descansa en esta verdad: tu situación puede cambiar, pero tu Salvador nunca lo hará. Que el Senor te bendiga.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, August 21, 2025

Quien eres?

 


"No soy lo suficientemente bueno."

"No soy lo suficientemente fuerte."

"No soy suficiente."

"No vales nada."

Estas mentiras se infiltran en nuestros corazones, especialmente en momentos de lucha o incluso de éxito. El enemigo quiere que dudemos de nuestro valor, nuestro llamado y nuestra identidad en Cristo. Las comparaciones en redes sociales, los fracasos del pasado y las dificultades del presente solo amplifican el ruido, convenciéndonos de que nunca seremos quienes Dios dice que somos.

Pero las Escrituras desmienten las mentiras. "Su divino poder nos ha concedido todo lo que necesitamos para una vida piadosa, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y bondad" (2 Pedro 1:3). Nuestra suficiencia no se encuentra en nosotros mismos, sino en el poder de Cristo. Pablo lo comprendió bien. Con su "aguijón en la carne", escuchó a Dios decir: "Bástate mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12:9). En nuestra debilidad, la fuerza de Dios brilla con más fuerza. La Palabra de Dios nos recuerda quiénes somos realmente. Juan 1:12 dice que somos hijos de Dios. Romanos 8:37-39 declara que nada puede separarnos de su amor. Filipenses 4:13 nos asegura que todo lo podemos por la fuerza de Cristo. Estas verdades nos sostienen cuando el miedo, la duda o el desánimo nos dicen lo contrario.

La Biblia es más que palabras escritas: es viva, eficaz y nos capacita para toda buena obra (Hebreos 4:12; 2 Timoteo 3:16-17). Cuando las mentiras dicen: «No soy suficiente», podemos responder con valentía: «Soy el hijo amado de Dios». Cuando los desafíos dicen: «No puedo», podemos declarar: «Todo lo puedo en Cristo».

No tienes que vivir en la derrota. Por medio de Jesús, eres amado, elegido, capacitado y suficiente. Mantente firme en esa verdad hoy. Que el Senor te bendiga y te guarde y que el Senor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espiritu

Oración: Señor, recuérdame a diario que mi identidad está segura en ti. Ayúdame a silenciar las mentiras con tu verdad y a caminar en la fuerza que me das. Amén.

Reflexión: ¿Qué mentiras sobre tu identidad necesitas reemplazar hoy con la verdad de Dios?

Dr. Dimas Castillo

Thursday, August 14, 2025

Viviendo según la voluntad de Dios

 


“¡Vamos ahora! Los que decís: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, comerciaremos y tendremos ganancias, 14pero no sabéis qué será mañana. ¿Qué es vuestra vida? Porque sois neblina que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (Santiago 4:13-14).

¿Cuántos de nosotros hemos repetido esta frase: "Si Dios quiere, o si el Señor quiere..."? Muchas veces, al decirla, no pensamos en su profundo y verdadero significado. ¿Por qué? Porque en realidad, toda nuestra vida —cada día, cada hora, cada minuto— depende de la voluntad de Dios.

Estas tres sencillas palabras encierran un universo de significado que a menudo pasamos por alto en nuestra ajetreada vida diaria. Cuando decimos con calma: "Si Dios quiere", reconocemos, quizás sin darnos cuenta, una de las verdades más fundamentales de la existencia humana: no somos los autores últimos de nuestra propia historia. Sin embargo, ¿con qué frecuencia vivimos como si lo fuéramos?

Santiago nos plantea una pregunta muy importante para reflexionar: ¿Qué es nuestra vida? ¿Has pensado en la respuesta a esa pregunta? Es una pregunta que nos detiene en seco, obligándonos a afrontar la realidad de nuestra... La existencia más allá del ruido de nuestras rutinas diarias, nuestros ambiciosos planes y nuestras agendas cuidadosamente elaboradas.

La respuesta que nos da Santiago también es muy importante: «Somos como la niebla que aparece y desaparece en poco tiempo». En otras palabras, nuestras vidas son temporales. Esta metáfora es a la vez humilde y hermosa. Piense en la niebla matutina que sube de un lago o una montaña, presente en un momento y desapareciendo al siguiente. Hay algo casi poético en esta comparación, pero conlleva una verdad aleccionadora. Nuestras vidas, por muy importantes que nos parezcan, son solo un breve instante en el gran tapiz de la eternidad.

Nada ni nadie garantiza que vivirás un día más. Esto no pretende infundir miedo, sino despertarnos a la preciosidad de cada momento que se nos da. Cada amanecer es un regalo, cada respiro un acto de gracia divina. Es solo por la voluntad de Dios que vivimos, que nuestros corazones siguen latiendo, que nuestros pulmones siguen respirando.

A menudo vivimos vidas fuera de control, fuera de la voluntad de Dios. ¡Qué fácil es caer en este patrón! Nos despertamos cada mañana asumiendo que el día nos pertenece, haciendo planes como si tuviéramos garantizado el mañana, persiguiendo metas como si solo nuestra fuerza y sabiduría las aseguraran. Programamos nuestras vidas al minuto, llenamos nuestras agendas de citas y compromisos, y rara vez nos detenemos a preguntar: "Señor, ¿qué quieres que haga hoy?".

A menudo queremos usar este dicho para justificar nuestro comportamiento o las decisiones que tomamos, como si la voluntad de Dios fuera que no le obedeciéramos. Este es quizás uno de nuestros mayores engaños espirituales: usar la soberanía de Dios como excusa para nuestra desobediencia o pereza. Podríamos decir: "Bueno, si Dios quiere, sucederá", mientras descuidamos las mismas responsabilidades y llamados que Él nos ha puesto ante nosotros.

Santiago nos exhorta a pensar de manera diferente. En lugar de ver la vida cristiana como un compromiso más, debemos entender que todo lo que hacemos, lo hacemos para servir al Señor. Mis planes son sus planes. Este cambio de perspectiva lo cambia todo. De repente, nuestro trabajo se convierte en adoración, nuestras relaciones en oportunidades de ministerio y nuestros desafíos en oportunidades para demostrar Fe.

Cuenta la historia que el gran compositor Johann Sebastian Bach, al terminar cada una de sus composiciones, escribía las letras SDG. Estas letras significan Soli Deo Gloria, solo a Dios sea la gloria. Esta era la forma en que Bach se recordaba a sí mismo que su música no era una forma de trabajar, sino una forma de honrar a Dios. Bach comprendía que su extraordinario talento no era un logro propio, sino un don del Creador para ser usado para Su gloria.

Imaginen si abordáramos cada tarea, cada conversación, cada decisión con la mentalidad de Bach. ¿Qué pasaría si termináramos nuestras jornadas laborales, nuestros momentos de crianza, nuestros actos de servicio con la misma dedicación: «Solo a Dios sea la gloria»? ¿Cuán diferentes serían nuestras vidas si realmente creyéramos que nuestras habilidades, nuestras oportunidades y nuestra propia existencia son dones que debemos administrar para sus propósitos?

Debemos aprender a depender de la autosuficiencia de Dios y comprender que su voluntad para nuestras vidas es darnos lo mejor. Esto no significa que la vida será fácil ni que todos nuestros deseos se cumplirán según nuestra cronología. Más bien, significa confiar en que Aquel que nos creó sabe lo que realmente necesitamos para una vida abundante, tanto ahora como en la eternidad.

Nosotros también debemos honrar a Dios dándole lo mejor de nosotros. No nuestras sobras, ni nuestros segundos esfuerzos, ni lo que queda después de haber servido primero a nuestros intereses. Nuestra mejor energía, nuestros mejores dones, nuestra más profunda devoción pertenecen a Aquel que nos dio la vida misma.

Que Dios te bendiga y te guarde, y que estas palabras renueven tu espíritu al entregarte cada momento a su perfecta voluntad.

Dr. Dimas Castillo