Thursday, August 14, 2025

Viviendo según la voluntad de Dios

 


“¡Vamos ahora! Los que decís: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, comerciaremos y tendremos ganancias, 14pero no sabéis qué será mañana. ¿Qué es vuestra vida? Porque sois neblina que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (Santiago 4:13-14).

¿Cuántos de nosotros hemos repetido esta frase: "Si Dios quiere, o si el Señor quiere..."? Muchas veces, al decirla, no pensamos en su profundo y verdadero significado. ¿Por qué? Porque en realidad, toda nuestra vida —cada día, cada hora, cada minuto— depende de la voluntad de Dios.

Estas tres sencillas palabras encierran un universo de significado que a menudo pasamos por alto en nuestra ajetreada vida diaria. Cuando decimos con calma: "Si Dios quiere", reconocemos, quizás sin darnos cuenta, una de las verdades más fundamentales de la existencia humana: no somos los autores últimos de nuestra propia historia. Sin embargo, ¿con qué frecuencia vivimos como si lo fuéramos?

Santiago nos plantea una pregunta muy importante para reflexionar: ¿Qué es nuestra vida? ¿Has pensado en la respuesta a esa pregunta? Es una pregunta que nos detiene en seco, obligándonos a afrontar la realidad de nuestra... La existencia más allá del ruido de nuestras rutinas diarias, nuestros ambiciosos planes y nuestras agendas cuidadosamente elaboradas.

La respuesta que nos da Santiago también es muy importante: «Somos como la niebla que aparece y desaparece en poco tiempo». En otras palabras, nuestras vidas son temporales. Esta metáfora es a la vez humilde y hermosa. Piense en la niebla matutina que sube de un lago o una montaña, presente en un momento y desapareciendo al siguiente. Hay algo casi poético en esta comparación, pero conlleva una verdad aleccionadora. Nuestras vidas, por muy importantes que nos parezcan, son solo un breve instante en el gran tapiz de la eternidad.

Nada ni nadie garantiza que vivirás un día más. Esto no pretende infundir miedo, sino despertarnos a la preciosidad de cada momento que se nos da. Cada amanecer es un regalo, cada respiro un acto de gracia divina. Es solo por la voluntad de Dios que vivimos, que nuestros corazones siguen latiendo, que nuestros pulmones siguen respirando.

A menudo vivimos vidas fuera de control, fuera de la voluntad de Dios. ¡Qué fácil es caer en este patrón! Nos despertamos cada mañana asumiendo que el día nos pertenece, haciendo planes como si tuviéramos garantizado el mañana, persiguiendo metas como si solo nuestra fuerza y sabiduría las aseguraran. Programamos nuestras vidas al minuto, llenamos nuestras agendas de citas y compromisos, y rara vez nos detenemos a preguntar: "Señor, ¿qué quieres que haga hoy?".

A menudo queremos usar este dicho para justificar nuestro comportamiento o las decisiones que tomamos, como si la voluntad de Dios fuera que no le obedeciéramos. Este es quizás uno de nuestros mayores engaños espirituales: usar la soberanía de Dios como excusa para nuestra desobediencia o pereza. Podríamos decir: "Bueno, si Dios quiere, sucederá", mientras descuidamos las mismas responsabilidades y llamados que Él nos ha puesto ante nosotros.

Santiago nos exhorta a pensar de manera diferente. En lugar de ver la vida cristiana como un compromiso más, debemos entender que todo lo que hacemos, lo hacemos para servir al Señor. Mis planes son sus planes. Este cambio de perspectiva lo cambia todo. De repente, nuestro trabajo se convierte en adoración, nuestras relaciones en oportunidades de ministerio y nuestros desafíos en oportunidades para demostrar Fe.

Cuenta la historia que el gran compositor Johann Sebastian Bach, al terminar cada una de sus composiciones, escribía las letras SDG. Estas letras significan Soli Deo Gloria, solo a Dios sea la gloria. Esta era la forma en que Bach se recordaba a sí mismo que su música no era una forma de trabajar, sino una forma de honrar a Dios. Bach comprendía que su extraordinario talento no era un logro propio, sino un don del Creador para ser usado para Su gloria.

Imaginen si abordáramos cada tarea, cada conversación, cada decisión con la mentalidad de Bach. ¿Qué pasaría si termináramos nuestras jornadas laborales, nuestros momentos de crianza, nuestros actos de servicio con la misma dedicación: «Solo a Dios sea la gloria»? ¿Cuán diferentes serían nuestras vidas si realmente creyéramos que nuestras habilidades, nuestras oportunidades y nuestra propia existencia son dones que debemos administrar para sus propósitos?

Debemos aprender a depender de la autosuficiencia de Dios y comprender que su voluntad para nuestras vidas es darnos lo mejor. Esto no significa que la vida será fácil ni que todos nuestros deseos se cumplirán según nuestra cronología. Más bien, significa confiar en que Aquel que nos creó sabe lo que realmente necesitamos para una vida abundante, tanto ahora como en la eternidad.

Nosotros también debemos honrar a Dios dándole lo mejor de nosotros. No nuestras sobras, ni nuestros segundos esfuerzos, ni lo que queda después de haber servido primero a nuestros intereses. Nuestra mejor energía, nuestros mejores dones, nuestra más profunda devoción pertenecen a Aquel que nos dio la vida misma.

Que Dios te bendiga y te guarde, y que estas palabras renueven tu espíritu al entregarte cada momento a su perfecta voluntad.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, August 7, 2025

Echa todo sobre El.

 

Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará; jamás permitirá que el justo sea sacudido.” – Salmo 55:22

¿Te sientes abrumado por el peso de una carga que nunca debiste llevar? La vida a menudo acumula responsabilidades, ansiedades y temores sobre nuestros hombros, y sin darnos cuenta, nos vemos abrumados por ella. El rey David, inspirado por el Espíritu Santo, ofrece un consejo atemporal que puede liberarnos de la presión abrumadora: “Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará.”

La palabra hebrea “echar” es vívida. Significa arrojar, lanzar, desprenderse o desalojar: usar todas tus fuerzas para impulsar algo lo más lejos posible de ti. La imagen no es de dejar algo con delicadeza ni de guardarlo en un rincón, sino de quitártelo de tu posesión con fuerza. Es como si Dios dijera: “No me lo entregues sin más; deshazte de él. Yo lo tomaré.”

David comprendió la necesidad de tal acción. Como Rey de Israel, cargaba con una enorme responsabilidad por la seguridad, la justicia y la adoración de la nación. Pero más allá del peso de su cargo, David soportaba cargas personales: traiciones de amigos, ataques de enemigos y un profundo arrepentimiento por sus fracasos. Su historial distaba mucho de ser impecable. Sus pecados eran públicos, sus problemas familiares eran complicados y sus enemigos eran implacables.

Sin embargo, David sabía dónde llevar ese peso abrumador. No lo ocultó, ni lo cargó solo, ni fingió que no existía. Se lo entregó al Señor. Sabía que Dios no solo podía escucharlo, sino que estaba dispuesto a sostenerlo. David había aprendido que la gracia de Dios es más profunda que nuestra culpa, su misericordia más amplia que nuestros errores y su fuerza mayor que nuestra debilidad.

Entonces, ¿qué hay de ti? ¿Qué cargas llevas ahora mismo? Quizás sean las dificultades económicas las que te quitan el sueño. Quizás sea una relación fracturada que te deja sintiéndote impotente para arreglar lo que está roto. Podría ser la ansiedad de un futuro incierto, la culpa por decisiones pasadas o el dolor silencioso de un duelo que nadie más comprende del todo. Quizás estés cargando con expectativas que parecen imposibles de cumplir, en el trabajo, en casa o incluso en tu mente.

Esta es la verdad: no tienes que cargar con ellas. Nunca debiste hacerlo. Dios no te ha llamado a ser autosuficiente; te ha llamado a depender de Dios.

Cuando Pedro hace eco de esta misma verdad en el Nuevo Testamento: «Echen toda su ansiedad sobre él, porque él cuida de ustedes» (1 Pedro 5:7), nos recu
erda que confiar es un acto de confianza. Es decir: «Dios, creo que puedes manejar esto mejor que yo». Es entregarle el control al Único que realmente tiene el control.

Pero aquí está el desafío: a menudo «ponemos» nuestras cargas ante Dios en lugar de «echárselas». Las ponemos en oración, pero antes de decir amén, las hemos recogido de nuevo. Echar la carga requiere una acción decisiva, una decisión, para liberarte por completo de ella.

No es algo que se haga una sola vez. Quizás tengas que echar la misma carga repetidamente, cada vez que intente volver a caer sobre tus hombros. Pero con cada acto de entrega, descubrirás que Dios sí te sostiene. Su promesa es segura: «No permitirá que el justo sea sacudido». Eso significa que ninguna tormenta puede derribarte, ningún peso puede aplastarte y ningún temor puede deshacerte cuando descansas en su cuidado.

Así que hoy, arroja tu carga lejos de ti. Imagínate lanzándola al pie de la cruz, donde Jesús ya llevó su peso. Confía en que Él te sostendrá, no solo hoy, sino todos los días que siguen. No tienes que desmoronarte bajo la presión, porque Aquel que cargó la cruz te llevará a ti.

Que el Senor te bendiga y te guarde y que el Senor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, July 24, 2025

Quizás te sientas indigno, pero Dios

 



“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8 (NVI)

¿Alguna vez has mirado tu pasado y has pensado: “Es imposible que Dios ame a alguien como yo”? ¿Alguna vez te has sentido indigno del amor de Dios? Quizás la culpa por decisiones pasadas aún persiste. Quizás te hayas alejado de Dios antes, o quizás nunca te hayas sentido cerca de Él. A veces, los sentimientos de indignidad pueden aferrarnos tan fuertemente que silencian nuestras oraciones, nos aíslan de la comunidad cristiana y nos convencen de que no tenemos redención. Si es así, no estás solo. Pero la esencia del evangelio es esta: Dios no esperó a que te volvieras digno de amor para amarte.

“Pero Dios”. Estas dos palabras en Romanos 5:8 marcan un punto de inflexión, no solo en las Escrituras, sino en la historia de cada creyente. Pablo escribe que éramos débiles, impíos, pecadores e incluso enemigos de Dios. Es un diagnóstico aleccionador del corazón humano, y no es algo que nos guste admitir. Pero la Escritura no se detiene ahí. No nos deja en nuestro quebrantamiento. En cambio, nos lleva a la cruz, donde tuvo lugar la demostración más poderosa de amor.

“Mas Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.

Jesús no murió por personas perfectas. No vino por los ya limpios ni espiritualmente pulidos. Vino por los quebrantados, los marginados, los avergonzados, los culpables; vino por nosotros en nuestra peor condición. Su sacrificio no fue una respuesta a nuestra bondad; fue una respuesta a nuestra necesidad. Su amor no fue ganado; fue dado.

La verdad es que ninguno de nosotros es digno del amor de Dios por sí solo. Por eso la gracia es tan maravillosa. La cruz no sucedió porque fuéramos dignos de ser amados, sino porque Dios es amor. El peso de nuestro pecado fue tan grande que solo la muerte del Hijo de Dios pudo pagarlo. Pero aún más poderosa que la realidad de nuestro pecado es la realidad de la misericordia de Dios.

Este amor nos transforma. Nos libera de la vergüenza. Nos da una nueva identidad, no basada en lo que hemos hecho, sino en lo que Cristo hizo por nosotros. Nos da la valentía para acercarnos a Dios, no como extraños ni fracasados, sino como hijos e hijas perdonados.

Así que hoy, si te sientes indigno, recuerda esta verdad: recuerda el evangelio. Recuerda la cruz. Recuerda que Dios te amó en tus peores momentos, y nada puede separarte de ese amor. No necesitas ganarte su afecto. Tu salvación no se basa en tu desempeño, sino en la cruz, donde se unen el amor, la justicia y la misericordia. Eres perdonado, bienvenido y tienes seguridad eterna, no porque seas bueno, sino porque Dios lo es. Simplemente necesitas recibirlo. Reflexión:

Tómate unos minutos para reflexionar sobre las áreas de tu vida donde la vergüenza aún resuena con fuerza. Luego, di esta verdad sobre ti mismo: “Pero Dios me amó ahí. Incluso ahí”.

Oración.

Señor, gracias porque tu amor no espera a que yo haga las cosas bien. Gracias porque siendo aún pecador, Cristo murió por mí. Ayúdame hoy a confiar en ese amor, a soltar la vergüenza y a vivir en la libertad que tu gracia me da. En el nombre de Jesús, amén.

Que el Senor te bendiga y te guarde, y que el Senor utilze estas palabras para renovar tu espritu.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, July 17, 2025

Arraigados en Cristo

 

"Por tanto, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, sigan viviendo en él, arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, tal como fueron enseñados, y rebosantes de gratitud." Colosenses 2:6-7

Hace poco, conversé con alguien que realmente amaba la jardinería. Al compartir su pasión, recordé todo lo que ocurre bajo la superficie de una planta, todo lo que nunca vemos. Mi amigo me dijo: "Debajo de cada árbol encontrarás un complejo y fascinante sistema de raíces". Esa imagen me impactó profundamente.

Curioso, investigué más a fondo. Descubrí que las raíces son mucho más que simples anclas en la tierra: son líneas de vida. Atraen nutrientes esenciales, agua y oxígeno. Estabilizan la planta durante las tormentas. Almacenan nutrientes para las temporadas difíciles. En otras palabras, si las raíces de una planta no son sanas y profundas, el resto no puede sobrevivir, ¡y mucho menos prosperar! ¡Qué imagen tan poderosa de nuestra vida en Cristo!

Arraigados y Edificados en Él

Las palabras de Pablo en Colosenses 2:6-7 nos recuerdan el fundamento de la vida cristiana. Así como recibimos a Jesucristo como Señor —por fe, con humildad y en dependencia—, debemos *permanecer* en Él de la misma manera. No con esfuerzo propio, sino manteniéndonos conectados a nuestra fuente.

Debemos estar *arraigados* en Él; es decir, nuestras vidas deben beber de Él constantemente. No ocasionalmente. No solo los domingos o mierco,es. Sino diariamente, profunda y constantemente.

·       Cuando soplan los vientos de la vida —ya sea enfermedad, pérdida, incertidumbre o miedo—, solo las raíces nos sostienen firmes.

·       Cuando llega la sequía espiritual, es el sistema de raíces invisible de la confianza, la oración y las Escrituras el que mantiene nuestra fe verde y viva.

Así como un jardinero coloca cada planta en la tierra adecuada para su máximo crecimiento, Dios nos ha plantado en Cristo. Y Cristo, a su vez, nos nutre con su Palabra, su Espíritu, su presencia y su amor.

Establecidos en la fe

Cuanto más arraigados estemos, más *establecidos* nos volveremos. No se trata de ser perfectos, se trata de estar bien cimentados. Así como un árbol con raíces profundas puede doblarse, pero no romperse, en una tormenta, un creyente arraigado en Cristo puede mantenerse firme ante las dificultades.

Pablo añade que debemos rebosar de ‘acción de gracias’. La gratitud es el fruto de alguien cuyas raíces beben profundamente del pozo de la gracia. Cuanto más comprendemos lo que Cristo ha hecho por nosotros, más agradecidos nos sentimos, no solo en los buenos tiempos, sino incluso en las épocas de prueba.

Dejar que Jesús sea el jardinero de nuestra alma

Jesús no es solo la tierra en la que estamos plantados; también es el jardinero que cuida de nuestras almas. Poda lo que necesita ser podado. Riega con compasión. Nutre con verdad. Es paciente, perseverante y se apasiona por tu crecimiento. Jeremías 17:8 describe una hermosa imagen de una persona que confía en el Señor: "Serán como árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente extiende sus raíces. No teme cuando llega el calor; sus hojas siempre están verdes. En el año de sequía no se preocupa, y nunca deja de dar fruto".

No fuiste creado para sobrevivir con tus propias fuerzas. Fuiste creado para *permanecer* en Él, para que tus raíces se arraiguen profundamente en Cristo. Dejame terminar con estas preguntas de reflexión:

        ¿Son tus raíces en Cristo sanas y profundas, o superficiales y con dificultades?

        ¿Te nutres regularmente de su Palabra?

        ¿Le permites que te estabilice y fortalezca durante las tormentas?

Quizás hoy sea el día para dejar de simplemente sobrevivir y comenzar a prosperar eligiendo permanecer en Jesús con más intención. Que el Señor te bendiga y te guarde y que el Señor permita que estas palabras puedan renovar tu espíritu.

Dr. Dimas Castillo

 

 

Thursday, July 10, 2025

Atrapados… pero no derrotados

 



Éxodo 14:10-18

Versículo clave: “El Señor peleará por ustedes; ustedes solo necesitan estar tranquilos.” ​​– Éxodo 14:14

¿Alguna vez te has sentido atrapado sin salida? Quizás fue una carga financiera inesperada, una crisis de salud sin una solución clara, una relación que se desmoronó o un momento en que falsas acusaciones convirtieron a amigos de confianza en escépticos. La vida puede acorralarnos rápidamente en situaciones de las que parece imposible escapar.

Así es exactamente como se encontraron los israelitas en Éxodo 14. Después de ser liberados milagrosamente de Egipto, se encontraron atrapados: el Mar Rojo frente a ellos, el desierto a un lado y el ejército egipcio cargando por detrás. No había salida visible. Estaban, en todo sentido humano, atrapados en un callejón sin salida.

Pero su historia no terminó allí, y la nuestra tampoco, cuando caminamos por fe.

1. Dios usa los tiempos difíciles para hacernos crecer

Lo notable es que Dios los guió hasta este punto. Éxodo 14:1-4 deja claro que su camino, aunque parecía un error, era parte del plan de Dios. ¿Por qué haría Dios eso? Porque quería revelar algo más profundo: su poder, su fidelidad y su capacidad para abrir camino donde no lo había.

Los tiempos difíciles a menudo se sienten como un castigo. Pero más a menudo, son una preparación. Dios usa las dificultades para corregir, profundizar y fortalecer nuestra fe. Así como las plantas echan raíces más profundas cuando el agua superficial escasea, nuestras raíces espirituales se profundizan cuando la vida es dura. La fe no se demuestra en la comodidad; se revela en la crisis.

2. La paz es una elección, no un sentimiento

Los israelitas respondieron como muchos de nosotros lo haríamos; entraron en pánico. "¿Por qué nos trajiste aquí para morir?", gritaron (Éxodo 14:11). Con miedo, arremetieron contra Moisés y dudaron de la bondad de Dios. Sin embargo, Moisés respondió no con un plan estratégico, sino con una profunda verdad: «No teman. Manténganse firmes y vean la salvación del Señor…» (v. 13).

El miedo es natural, pero la fe es intencional. La paz en medio de la presión no proviene de comprender el plan; proviene de conocer a Aquel que lo tiene en sus manos. Cuando elegimos mirar nuestros problemas más que a Dios, la ansiedad aumenta. Pero cuando fijamos nuestros ojos en el Señor, la paz se hace posible, incluso en lugares imposibles. 

3. Cuando no sepas qué hacer, haz lo que sabes

Dios le dijo a Moisés: «¿Por qué clamas a mí? Dile al pueblo que avance» (v. 15). Puede sonar extraño; ¿avanzar hacia dónde? ¡Había un mar frente a ellos! Pero Moisés obedeció. Levantó su vara, y Dios hizo lo imposible: dividió las aguas.

Habrá momentos en los que no entendamos lo que Dios está haciendo. Pero en esos momentos, estamos llamados a seguir haciendo lo que sabemos que es correcto. Sigue andando en obediencia. Sigue orando. Sigue confiando. Y luego observa, observa con anticipación para ver lo que Dios hará.

Conclusión: Confía, espera y observa

En conclusión, debemos notar varias cosas sobre los momentos en que estamos entre la espada y la pared. Primero, los callejones sin salida son la oportunidad de Dios para mostrar su gloria. Los israelitas aprendieron ese día que ninguna situación está fuera del alcance del poder de Dios. Lo que pensaron que sería su muerte se convirtió en su liberación. Lo que parecía un final se convirtió en el comienzo de algo inolvidable.

Segundo, debemos recordar que los tiempos difíciles no significan que Dios esté enojado con nosotros. Existe una idea dañina que dice que un creyente verdadero y fiel nunca enfrenta tiempos difíciles a menos que haya hecho algo malo. Esta es una teología errónea y destructiva. Hay muchas referencias en la Biblia que muestran que los santos de Dios atraviesan adversidades no porque estén siendo castigados, sino porque están siendo usados ​​y entrenados por Dios. Los tiempos difíciles no significan que Dios te haya dado la espalda. En tercer lugar, necesitamos recordar que debemos elegir la actitud que adoptaremos en los momentos difíciles. Podemos entrar en pánico o confiar. Podemos centrarnos en las oportunidades o en los riesgos. Podemos alejarnos del Señor o acercarnos a Él. Puede que no parezca que podemos elegir qué actitud adoptar, pero la tenemos. Las reacciones negativas surgirán de forma natural. Tendrás que elegir responder con fiel confianza.

Finalmente, se nos recuerda una vez más que nunca debemos subestimar el poder y la sabiduría de Dios. No importa cuán desesperada parezca una situación, podemos estar a punto de presenciar una de las increíbles demostraciones de la sabiduría y el poder de Dios. Quizás no veamos cómo se abren las aguas, pero sí podemos ver vidas transformadas, circunstancias cambiadas y oportunidades que nunca habrían sucedido si no hubiéramos confiado, esperado y observado lo que Dios hará.

Que el Señor te bendiga y te guarde, y que el Señor use estas palabras para ayudarte a renovar tu espíritu.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, July 3, 2025

“Venid, seguidme” – El llamado a ser pescadores de hombres



Mientras Jesús caminaba junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos: Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés. Estaban echando la red en el lago, pues eran pescadores. «Venid, seguidme», les dijo Jesús, «y os enviaré a pescar hombres». Al instante dejaron las redes y lo siguieron (Mateo 4:18-20).

La ​​escena es sencilla, pero conmovedora. Jesús, caminando por la orilla del mar de Galilea, ve a dos hombres comunes trabajando: Simón y Andrés, echando sus redes, dedicados a su tarea diaria como pescadores. Pero en un instante, todo cambia. Con una sola frase: “Venid, seguidme, y os haré pescadores de hombres”, Jesús redefine radicalmente su propósito.

Esta invitación no era solo para Pedro y Andrés. Se extiende a cada uno de nosotros hoy. Jesús nos llama a ti y a mí a seguirlo, a seguir sus pasos y a convertirnos en pescadores de hombres, personas que, por la gracia de Dios, guían a otros a una relación vivificante con Jesucristo.

¿Qué significa ser pescador de hombres?

Ser pescador de hombres es ser alguien que se acerca a otros con la buena nueva de Jesús. Es un llamado a vivir en misión, no solo asistiendo a la iglesia o leyendo la Biblia para beneficio personal, sino permitiendo que Cristo nos use para atraer a otros a su reino. Cuando Jesús llamó a sus discípulos, no les ofreció consuelo, claridad ni control. Les dio una misión. Les prometió transformación: “Yo los haré”… y un propósito.

Observen la secuencia:

“Ven”: una invitación a una relación.

“Sígueme”: un llamado a la confianza y la obediencia.

​​“Yo los haré”: una promesa de transformación.

• “Pescadores de hombres”: un propósito que va más allá de sí mismos.

Jesús no nos llama simplemente a seguir sin dirección. Él nos moldea en quienes estamos destinados a ser al caminar con Él.

Respondiendo al llamado

1. Acepta su invitación:

“Sígueme” requiere un paso de fe. Para Pedro y Andrés, significó dejar atrás sus redes: su sustento, su seguridad y todo lo familiar. Seguir a Jesús tiene un costo. Puede significar dejar atrás la comodidad, el estatus o incluso ciertas relaciones. Pero la recompensa es mayor que cualquier cosa que dejemos atrás.

2. Estar dispuesto a ser transformado:

“Yo te haré” habla de un proceso. No somos perfeccionados al instante. Jesús toma nuestro potencial y comienza a moldearnos a través del Espíritu Santo, la Palabra y nuestras experiencias. El discipulado no es pasivo; requiere entrega, crecimiento y aprendizaje continuo. Debemos ser enseñables y estar abiertos al cambio.

3. Abrazar la misión:

Pescar hombres es participar en la obra redentora de Cristo. No se trata solo de “atrapar” personas y seguir adelante; se trata de caminar junto a ellas, discipularlas y ayudarlas a crecer en Cristo. El evangelismo es solo el comienzo. El verdadero discipulado implica comunidad, responsabilidad e inversión espiritual.

Un compromiso para toda la vida

Seguir a Jesús no es una decisión única. Es un camino diario: un compromiso para crecer a través de la adoración, la devoción, la comunión y el servicio. El llamado al discipulado es para toda la vida. Desafía nuestras prioridades y reorienta nuestro propósito. Crecemos al leer la Palabra de Dios, orar, reunirnos con otros creyentes y obedecer su guía.

Entonces, ¿cómo responderás? Jesús sigue caminando por las orillas de la vida cotidiana y extiende la misma invitación: "Ven, sígueme". ¿Lo seguirás? ¿Permitirás que moldee tu corazón, tu propósito y tu camino? ¿Permitirás que te convierta en pescador de hombres?

Que el Señor te bendiga y te guarde. Que renueve tu pasión por Él y te dé la valentía para dar un paso de fe. La decision es tuya. ¿Lo seguirás?

Dr. Dimas Castillo

 

Thursday, June 26, 2025

Perseverando en la oración



2 Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; 3 orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, 4 para que lo manifieste como debo hablar (Colosenses 4:2-4)

Vivimos en una economía consumista donde estamos condicionados a creer que la vida gira en torno a nosotros y que el consumidor siempre tiene la razón, y que si no te gusta el servicio que se ofrece aquí, mejor ve a otro lugar. Esta forma de pensar no solo ha afectado nuestra forma de vivir, sino también nuestra vida espiritual.

A menudo, nuestras oraciones a Dios son similares. Creemos que debemos presentarle todo lo que deseamos, sin importar lo que Él quiera de nosotros. Creemos que Dios nos debe algo y oramos para cobrar por nuestros servicios.

En nuestra cultura, solemos tener dificultades con la oración. En lugar de tener dificultades, deberíamos desarrollar una vida de oración centrada en el Señor, no en nosotros mismos. En este pasaje, Pablo nos presenta algunas ideas sobre cómo podemos desarrollar una vida de oración centrada en las necesidades del Reino de Dios, no en nosotros mismos.

¿Has notado lo que sucede cuando la oración comienza a desaparecer de tu vida diaria? A menudo, las cosas empiezan a sentirse mal: nuestros corazones se inquietan, nuestras mentes se desestabilizan y nos invade una sensación de vacío espiritual. La oración no es solo una disciplina espiritual; es el sustento de nuestra relación con Cristo. A través de la oración, hablamos con nuestro Padre Celestial, presentándole nuestras esperanzas, preguntas, confesiones, necesidades y gratitud. Es en la oración que recordamos quién es Él y quiénes somos nosotros en Él.

Creemos que Dios escucha nuestras oraciones, incluso en momentos de duda. Y confiamos en que, en su tiempo perfecto, las responde. A lo largo de las Escrituras, no solo se nos anima, sino que se nos manda a ser personas de oración. Cuando priorizamos la oración, ponemos nuestras cargas en las manos capaces de Dios y, a cambio, recibimos su paz. Una vida de oración constante nos mantiene en estrecha comunión con Dios y en armonía con su voluntad.

Incluso Jesús hizo de la oración una parte central de su vida. Su vida de oración fue tan impactante que sus discípulos le pidieron: «Señor, enséñanos a orar». Si Jesús, el Hijo de Dios, necesitaba pasar tiempo regularmente con el Padre, ¿cuánto más nosotros?

En Colosenses 4, el apóstol Pablo, escribiendo desde la prisión, insta a los creyentes de Colosas a ser constantes en la oración. Observen su petición: no les pide que oren por su liberación. En cambio, les pide que oren “para que Dios abra una puerta” para que el evangelio sea proclamado. El enfoque de Pablo, incluso encadenado, era difundir el mensaje de Cristo. Su petición revela un corazón que priorizaba la misión de Dios sobre la comodidad personal

¿Cuándo fue la última vez que le pediste a Dios que te usara para compartir su mensaje? ¿Cuándo oraste por última vez para que tu iglesia fuera una luz en la comunidad, proclamando con valentía la salvación en Cristo? Una vida marcada por la oración es una vida alineada con los propósitos de Dios. Al perseverar en la oración, vigilantes y agradecidos, Dios nos usará para abrir puertas, transformar vidas y acercar su reino. 

Que el Senor les bendiga y les guarde, y que el Senor permita que estas palabras les ayuden a renovar su espiritu.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, June 19, 2025

Que Debo Hacer Para Ser Salvo?




"Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?" Respondieron: "Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa" (Hechos 16:30-31 (RVC)

Pocas preguntas en la vida importan más que esta. Todo lo demás —el éxito profesional, las relaciones, la riqueza, incluso la salud— se desvanece comparado con el peso eterno de esta pregunta: ¿Qué debo hacer para ser salvo? Esta pregunta no la hizo en una sinagoga, ni un erudito, ni durante un tranquilo estudio bíblico. La hizo un carcelero romano en un momento de crisis. Un terremoto había sacudido la prisión donde estaban Pablo y Silas. Las cadenas se habían caído. Las celdas estaban abiertas. La muerte parecía inminente, y sin embargo, lo que más temía el carcelero no era perder la vida, sino el alma.

¿Por qué hizo esta pregunta? No fue solo el terremoto lo que lo conmovió, sino la paz que vio en Pablo y Silas. A pesar de sus heridas y cadenas, estos hombres oraron y cantaron himnos a Dios. Ese gozo y esa fe en medio del sufrimiento fueron un testimonio poderoso. El carcelero vio algo real, algo más profundo que la religión: vio la presencia transformadora de Cristo.

Hoy vivimos en un mundo lleno de distracciones y falsas esperanzas. Mucha gente cree que la salvación se obtiene mediante buenas obras, rituales religiosos o méritos personales. Otros evitan la pregunta por completo, pensando que pueden posponer los asuntos espirituales para más adelante. Pero el evangelio aclara la confusión con claridad y gracia: «Cree en el Señor Jesús y serás salvo».

Creer en Jesús no es un reconocimiento vago de su existencia. Es una entrega de corazón. Significa reconocer nuestros pecados, aceptar que Jesús murió y resucitó por nosotros y entregarle nuestras vidas como Señor. Esto no es una transacción; es una transformación. En el momento en que creemos, el Espíritu Santo entra en nuestras vidas, nos sella para la eternidad y comienza a hacernos más como Cristo (Efesios 1:13; 2 Corintios 5:17).

Y lo que le sucedió al carcelero no se detuvo con él. Toda su familia escuchó el evangelio y creyó. Este es el efecto dominó de la salvación: se extiende a través de individuos, familias, comunidades y generaciones. Quizás seas el primer creyente de tu familia, o quizás todavía estés orando para que tus seres queridos conozcan a Jesús. Anímate. Dios está en el trabajo de salvar hogares, tal como lo hizo con este carcelero romano.

Reflexión:

¿Te has preguntado: "¿Qué debo hacer para ser salvo?", y has respondido con fe? Si es así, regocíjate en tu salvación. Si no, que hoy sea el día de tu salvación. Y para quienes hemos creído, que nuestras vidas, como las de Pablo y Silas, reflejen el gozo, la paz y el poder del evangelio tan claramente que otros se sientan impulsados ​​a hacerse la misma pregunta. Que Dios te bendiga y te guarde, y que el Señor te ayude a renovar tu espíritu.

Dr. Dimas Castillo

Friday, June 6, 2025

Things Are a Mess—But There's Hope

 


If you've been following the news lately, you've probably noticed—we live in a messy, upside-down world. What was once considered good is now called evil, and what was once evil is now celebrated. Our world could be a much better place, but it's broken. Why? Because we sinned against God.

In the beginning, it wasn't like this. God created a perfect, sinless world for us to enjoy. He gave Adam and Eve clear instructions: "You are free to eat from any tree in the garden, but you must not eat from the tree of the knowledge of good and evil, for when you eat from it, you will certainly die" (Genesis 2:16–17). Sadly, Adam and Eve chose to disobey, and sin entered the world.

It began with a conversation between Eve and Satan, who appeared as a serpent. We don't know what the serpent looked like, or whether the conversation included small talk—but we *do* know the strategy Satan used. It's the same one he still uses today.

1. Satan casts doubt on God's Word.

He begins with, "Did God really say, 'You must not eat from any tree in the garden'?" (Genesis 3:1). I twists God's generous command into something restrictive. Eve responds, "We may eat fruit from the trees in the garden, but... you must not touch it, or you will die." This slight alteration opened the door.

2. Satan invites us to trust ourselves instead of God.

Eve saw that the fruit was good for food, pleasing to the eye, and desirable for gaining wisdom, so she took and ate. Then she gave some to Adam, who was with her, and he ate (v. 6). She trusted her senses and desires over God's Word. She leaned on her own reasoning instead of God's truth.

And we still do the same today. Satan tempts us to trust in ourselves—our systems, traditions, feelings, programs, even our own "goodness." He'll try to keep us from reading the Word or distort it in our minds. Either way, his goal is to make us trust ourselves or anything else instead of God.

When confronted, Adam blamed Eve. Eve blamed the serpent. And Adam even hinted at blaming God! The blame game began—and continues. But make No mistake: sin always devastates. Our spiritual condition is no one's fault but our own. As we look around today—at the moral decay, the disregard for human life, and the lack of virtue in leaders', it is clear: we made the mess.

Genesis 3 tells us how we went from "It is very good" to "What a mess!" Our sin broke a perfect relationship with God. But even in the middle of our rebellion, God gave a promise. In Genesis 3:15, God speaks to Satan: "I will put enmity between you and the woman, and between your offspring and hers; he will crush your head, and you will strike his heel." This is the first promise of the Messiah. That one of the descendants of Eve would suffer one day at Satan's hand, but ultimately defeat Him. That descendant is Jesus.

Even while the stench of sin still lingered in the Garden, God was already planning redemption. Though Adam and Eve were spiritually dead, God promised One who would restore spiritual life. God's grace was already at work.

So how do you begin again? It starts with faith. The Lord is supreme over all things. We can be honest with Him about our faith. His power does not fade and flows along with our confidence in Him. Regardless of how we feel, we can trust that God is always in control. While we are limited in our human ability to change the world, God has infinite power. God must awaken your heart, and you must respond. Here's a simple, honest prayer:

"Father, I don't come with any excuses. Like Adam and Eve, I've often turned from You. I am a sinner, and I've made a mess of my life. Today I accept the salvation You offer. I believe that Jesus died in my place, for my sin, and that His resurrection opened the door for anyone who believes—including me. I place my trust in Christ. Lead and direct my life. Thank You, Father, for Your grace. Love.

Yes, things are a mess. But they don't have to stay that way. May the Lord bless you and keep you always.

 Dr. Dimas E. Castillo

Thursday, May 15, 2025

Escogiendo la major parte



Lucas 10:38-42

Hay un tranquilo pueblo llamado Betania donde dos hermanas, Marta y María, reciben a Jesús en su casa. Marta, la hermana mayor, está ocupada con la preparación de la comida y las tareas del hogar. María, en cambio, se sienta a los pies de Jesús, absorbiendo cada palabra suya. Entonces llega la tensión: Marta, abrumada e irritada, confronta a Jesús, pidiéndole que redirija a su hermana para que la ayude. Pero Jesús responde con sorprendente dulzura: «Marta, Marta, estás preocupada y angustiada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará» (Lucas 10:41-42).

Esta breve pero conmovedora historia nos enseña algo profundo sobre nuestro tiempo: que Dios no solo desea nuestro servicio, sino nuestra presencia. Que antes de trabajar para Él, primero debemos estar con Él. En una cultura que equipara la ocupación con la importancia, Jesús nos llama a un camino mejor: el camino de la relación, el descanso y la prioridad. Hay cuatro lecciones que podemos aprender de esta historia.

La batalla por nuestro tiempo

Hemos oído decir: "Dale tu tiempo a Dios". Pero ¿qué significa eso realmente? ¿Se trata solo de asistir a la iglesia, unirse a ministerios o hacer más voluntariado? Si bien estas son importantes expresiones de fe, no son la base. Darle nuestro tiempo a Dios comienza con un corazón que dice: "Señor, cada momento es tuyo". Se trata de entregar nuestro calendario, nuestros planes y nuestro ritmo a su señorío.

A Satanás le encantaría hacer un trato: "Dame tu tiempo y te daré la libertad de disfrutar la vida". Pero es una mentira. Nos incita a llenar nuestros días con lo urgente a costa de lo eterno. Nuestra respuesta debe ser firme: "No hay trato. Mi tiempo le pertenece al Señor".

Martín Lutero dijo una vez: "Tengo tanto que hacer hoy que pasaré las primeras tres horas en oración". Él comprendió una verdad crucial: cuanto más ocupados estamos, más necesitamos anclar nuestro día en la presencia de Dios.

Lo necesario

Jesús le dice a Marta: «Solo una cosa es necesaria». No decía que el servicio de Marta estuviera mal: alimentar a los invitados era esencial. Pero el corazón de Marta estaba distraído, ansioso y agobiado. Su trabajo se había convertido en su identidad. María, en cambio, vio que lo más importante de tener a Jesús en casa era estar con Él.

Nosotros también podemos caer en la trampa de priorizar demasiado nuestras listas de tareas y subestimar nuestro tiempo con Cristo. Nos pasamos la vida con horarios, reuniones y actividades —a veces incluso las de la iglesia— mientras descuidamos la comunión personal con Dios. ¿El resultado? Podemos llegar a ser como Marta: ocupados, cansados ​​y frustrados.

El Salmo 1 nos recuerda a quien medita en la Palabra de Dios día y noche: son como árboles plantados junto a corrientes de agua, que dan fruto y nunca se marchitan. De igual manera, 1 Tesalonicenses 5:17 nos llama a orar sin cesar. Esto no significa aislarnos todo el día, sino tener presente la presencia de Dios en todo lo que hacemos.

Escogiendo la mejor parte

Vivimos en un mundo donde la gente afirma no tener tiempo para Dios, para la familia, para descansar. Pero Jesús nos muestra el mejor camino: sentarnos, escuchar y centrarnos en Él. María no solo eligió algo bueno; eligió lo mejor.

Como dijo un predicador: «Nuestra tarea no es hacer que Dios forme parte de nuestras vidas; nuestra tarea es hacer que nuestras vidas formen parte de Dios». No le pedimos a Dios que bendiga nuestro horario; lo alineamos con el suyo. Cuando elegimos pasar tiempo a los pies de Jesús, todo cambia. Nuestros corazones encuentran paz. Nuestro servicio encuentra propósito. Y nuestras familias, matrimonios y trabajos se ven impactados positivamente. Dios no quiere que simplemente hagamos más; quiere que hagamos lo que más importa.

Una vida de impacto

La historia de Marta y María no termina en Lucas 10. En Juan 11, Marta hace una poderosa confesión de fe en Jesús: «Sí, Señor, creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios». En Juan 12, María unge a Jesús con perfume, y Jesús dice que su acto de adoración será recordado dondequiera que se predique el Evangelio.

¿Por qué? Porque cuando dedicamos nuestro tiempo a Dios, dejamos huella eterna. Lo que comenzó como una simple decisión de sentarnos y escuchar se convirtió en un legado de fe, devoción y amor. ¿Y tú? ¿Has sido más como Marta: ocupada, ansiosa y distraída? ¿O eres como María, eligiendo la mejor parte: descansar a los pies de Jesús?

Tómate un momento hoy y reflexiona. Dios no te pide lo que te sobra. Él quiere tu corazón, tu tiempo, tu presencia. Porque cuando le dedicas tu tiempo a Dios, Él te da más de lo que podrías pedir: paz, propósito y una vida que realmente importa. Elige la mejor parte. Siéntate a sus pies. Y nunca dejes que te la quiten. Que el Senor te bendiga y te guarde y que permita que estas palabras puedan renovar tu espiritu.

Pastor Dimas


Thursday, May 8, 2025

Confianza en medio de la crisis

 


Salmo 46

La vida está llena de crisis, ya sea dolor, enfermedad, dificultades económicas o relaciones rotas. Nuestra forma de reaccionar en esos momentos revela dónde reside realmente nuestra confianza. El Salmo 46 nos recuerda que, si bien las crisis son esperables, nuestra respuesta como creyentes debe basarse en la confianza en Dios. El Salmo 46 ofrece tres verdades clave a las que aferrarnos cuando las tormentas de la vida arrecian: Dios es nuestro protector, nuestro proveedor y nuestra presencia manifiesta en medio de la crisis.

1. Él sigue siendo Dios: Nuestro protector (Salmo 46:1-3)

El salmo comienza con una poderosa afirmación: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en los momentos difíciles”. Estas palabras ofrecen una profunda seguridad. Dios no es solo una deidad distante; es un refugio, un lugar seguro al que podemos acudir en tiempos de peligro. He pasado por momentos difíciles en mi vida. Algunas de estas tormentas son personales, otras profesionales y familiares, pero la mayoría son espirituales. Muchas de estas tormentas a veces parecen irresolubles. En otras ocasiones, la duda se apoderó de mis pensamientos.

• Pero doy gracias a Dios porque en estas situaciones encontré refugio. Doy gracias a Dios porque en estas situaciones encontré refugio en mi Señor. El Salmo 91 dice: «El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré al Señor: “Tú eres mi refugio y mi fortaleza, mi Dios, en quien confío”». Dios nos dice: en medio de la crisis, tengo un lugar especial para ti, un lugar secreto, y cuando las cosas no salgan bien, acude a mi refugio; te protegeré. Y, sin embargo, a pesar de los momentos de duda y desesperación, Dios ha demostrado ser un lugar de refugio.

No necesitamos huir ni dejarnos abrumar por el miedo; podemos acudir a Él. Incluso cuando todo a nuestro alrededor se siente inestable —cuando la tierra tiembla y las montañas se derrumban— Dios permanece inconmovible. Como declaró Martín Lutero en su himno «Castillo Fuerte es Nuestro Dios», se nos recuerda que la protección de Dios es más fuerte que cualquier amenaza o ataque espiritual.

Pero Dios no es solo un refugio; también es nuestra fortaleza. No solo nos cobija, sino que nos fortalece. Nos da la fuerza para permanecer firmes e incluso alabar su nombre en medio de las dificultades. Además, la frase «un pronto auxilio» subraya que la asistencia de Dios es inmediata y constante. Cuando llegan los problemas, nunca estamos solos: Dios está con nosotros, listo para ayudarnos sin demora.

Reflexión: ¿Huyes de tu crisis o corres hacia Dios, tu refugio?

2. Él sigue siendo Dios: Nuestro Proveedor (Salmo 46:4-7)

Las imágenes cambian de la agitación a la tranquilidad: «Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios». El salmista pinta un cuadro sereno: «Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios». Ese río simboliza la provisión de Dios: su Espíritu fluyendo en nosotros y a través de nosotros, satisfaciendo cada una de nuestras necesidades.

Jesús repitió esto en Juan 4:14, diciendo que quienes beben de su agua nunca volverán a tener sed. En tiempos de crisis, debemos beber profundamente de este pozo espiritual, conectándonos con el Espíritu Santo y confiando en que Dios suplirá nuestras necesidades emocionales, espirituales y prácticas.

En tiempos de crisis, debemos mantenernos conectados a esa fuente. En lugar de buscar paz o fortaleza en fuentes externas, nos alimentamos del Espíritu de Dios que mora en nosotros. Conectar con el Espíritu Santo significa confiar en que Dios suplirá nuestras necesidades —espirituales, emocionales e incluso físicas— cuando nos apoyamos en él. Él no solo nos protege de la tormenta; también es quien nos sostiene.

Reflexión: ¿Te mantienes conectado al agua viva del Espíritu Santo durante tus momentos de necesidad? 

3. Él Sigue Siendo Dios: Nuestro Dios Manifestado (Salmo 46:8-11)

La última parte del Salmo 46 nos llama a abrir los ojos y reconocer cómo Dios se ha manifestado en nuestras crisis pasadas. «Vengan y vean las obras del Señor». Reflexionar en la fidelidad de Dios en el pasado alimenta nuestra fe actual. Cuando recordamos las veces que Dios nos ayudó a superar situaciones difíciles, encontramos fuerza para las batallas de hoy.

Se nos anima a reflexionar en cómo nos ha guiado a través de «peligros visibles e invisibles» y cómo esos recuerdos pueden rejuvenecer nuestras almas cansadas. Como Pablo, podemos declarar: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13), porque sabemos que el mismo Dios que nos ayudó antes sigue con nosotros ahora.

Pero el pasaje termina con un mandato: «Estad quietos, y sabed que yo soy Dios». Esto no es una resignación pasiva, sino una confianza activa. «Estad quietos» significa relajarse, desentenderse de la situación y dejar que Dios haga lo que solo él puede hacer. Es un llamado a la rendición, no a la inactividad. En quietud, reconocemos su soberanía, confiamos en su tiempo y lo observamos obrar.

Reflexión: ¿Qué victorias pasadas puedes recordar hoy que fortalecerán tu fe ante lo que enfrentas ahora?

Conclusión

Las crisis son momentos decisivos que moldean nuestro futuro. Pero en cada tormenta, el Salmo 46 nos recuerda que Dios sigue siendo Dios: inmutable, soberano y fiel. Él es nuestro refugio, nuestra fuerza, nuestro proveedor y quien se revela en nuestras pruebas. Ante los problemas, no nos asustamos ni corremos; corremos hacia Dios. Reflexionamos en su poder, descansamos en su presencia y confiamos en su provisión. Así que, cuando llegue la próxima crisis, no lo olvides: Él sigue siendo Dios. Quédate quieto y reconócelo.

Que el Senor les bendiga y les guarde siempre y que estas palabras les ayuden a renovar su espíritu.

Pastor Dimas

 

 

Thursday, May 1, 2025

Expresando Nuestro Agradecimiento a Dios

 ¿Alguna vez te has preguntado cómo puedo recompensar al Señor por toda su bondad? Es una pregunta interesante. La compositora Andrae Crouch escribió en la canción "My Tribute": "¿Cómo puedo agradecerte todo lo que has hecho por mí, cosas tan inmerecidas que, sin embargo, me diste para demostrar tu amor?".

¿Alguna vez te detienes a pensar en lo bendecido que eres como hijo de Dios? Piensa en algunas de las bendiciones que has recibido de Dios. Permíteme mencionar algunas: perdón, paz, propósito, dirección, el Espíritu de Dios, vida después de la muerte, un compañero y amigo constante, sanidad de cuerpo y alma, el poder de su Palabra, la comunión con otros creyentes y miles de pequeñas cosas, TODOS los días.

El Salmo 116:12-14 dice: "¿Qué puedo ofrecer al Señor por todo lo que ha hecho por mí? Alzaré la copa de la salvación y alabaré el nombre del Señor por haberme salvado. Cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo su pueblo". El salmista agradece las bendiciones de Dios, bendiciones que sabe que no merece. Además, desea expresar su gratitud. Por eso, en el versículo 12, se pregunta: "¿Cómo pagaré al Señor todo su bien para conmigo?". ¿Cómo respondemos a tal bondad y amor? El salmista nos da dos respuestas: Primero, adoramos. Damos a Dios la alabanza y el honor que le corresponde. La adoración no es una tarea que hacemos cada semana, ¡es una actitud del corazón todos los días!

La adoración colectiva es la reunión de adoradores para una gran celebración. Espero que formen parte de esa celebración hoy. Segundo, cumplimos nuestras promesas. Mostramos gratitud cuando hacemos TODO. Él manda, no solo las cosas con las que estamos de acuerdo. Cada vez que venimos a adorar, es un momento de acción de gracias. Es un momento para que todos le expresemos a Dios nuestra gratitud por todo lo que ha hecho por nosotros.

La pregunta que debemos afrontar hoy es cómo podemos expresar verdaderamente nuestra gratitud a Dios. Como cristianos, somos muy conscientes de la importancia de la gratitud en nuestras vidas. En 1 Tesalonicenses 5:18, Pablo dice: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús». Dedica un momento hoy a contar tus bendiciones. No te apresures. Disfruta. Da gracias. Luego, expresa tu gratitud al Señor de maneras que le agraden. Que Dios te bendiga y te guarde, y que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.

Pastor Dimas

Thursday, April 24, 2025

Sigue pidiendo, sigue buscando, sigue llamando

 


Lectura Biblica: Mateo 7:7-11

Esta enseñanza de Jesús aborda una verdad común e incómoda sobre la oración: muchos no oramos con regularidad, no porque no sepamos cómo, sino porque, en el fondo, no estamos seguros de que marque la diferencia. Podemos decir que creemos en la oración, pero nuestra falta de constancia revela dudas. Jesús habla directamente de esto en Mateo 7:7-11, ofreciendo tanto aliento como corrección sobre cómo nos acercamos a Dios en oración.

El pasaje contiene una poderosa promesa: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá". Esto parece sencillo, pero la promesa a menudo se malinterpreta. No dice que la oración persistente te garantice obtener todo lo que deseas. Más bien, revela verdades importantes sobre la naturaleza de la oración y el Dios a quien oramos. Primero, debemos entender que esta promesa es específicamente para los creyentes: aquellos que tienen una relación con Dios a través de la fe en Jesucristo. Él es el Creador de todo, pero solo es Padre para quienes han nacido de nuevo.

Partiendo de esta base, el pasaje explora tres cualidades clave de la oración eficaz: confianza, persistencia y valentía.

1. Debemos orar con confianza

Jesús compara a Dios con un padre amoroso. Si los padres terrenales, a pesar de sus defectos, dan cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más Dios, que es perfecto, dará buenas dádivas a los suyos? Esto significa que podemos acercarnos a Él con confianza, sabiendo tres cosas: Primero, su amor: Así como los hijos confían en el deseo de sus padres de proveer para ellos, podemos confiar en el corazón de Dios. Él quiere satisfacer nuestras necesidades, no porque nos las hayamos ganado, sino porque nos ama. Segundo, su capacidad: Nada es demasiado difícil para Dios. Ya sea que necesitemos sanidad, guía, fuerza para vencer el pecado o ayuda en las dificultades, él es más que capaz de responder. Él es el indicado a quien acudir. Tercero, su bondad: Dios no nos dará nada dañino, incluso si se lo pedimos con sinceridad. Así como un padre no le daría una serpiente a su hijo cuando este le pide un pescado, Dios filtra nuestras peticiones con su perfecta sabiduría. A veces, su respuesta es "no" porque lo que deseamos nos haría daño. Santiago 4:2-3 nos recuerda que los motivos egoístas pueden obstaculizar nuestras oraciones.

2. Debemos orar con persistencia

El mandato de Jesús de seguir pidiendo, buscando y llamando enfatiza la persistencia. Pero la persistencia no es repetición. No se trata de repetir lo mismo una y otra vez como si Dios necesitara ser convencido o pudiera ser manipulado. La oración persistente refleja un corazón sincero que se vuelve continuamente a Dios, presentando peticiones mientras confía en su voluntad.

Entonces, ¿qué deberíamos estar buscando, pidiendo y llamando? El Catecismo Menor de Westminster ofrece una definición: "La oración es una ofrenda de nuestros deseos a Dios, por cosas agradables a su voluntad...". La verdadera oración no se trata de imponer nuestra voluntad a Dios, sino de alinear nuestros deseos con los suyos. Es decir: “Esto es lo que quiero, Señor, pero confío más en tu sabiduría que en la mía. Si esto no es bueno para mí, ayúdame a desear lo que Tú quieres”.

Este tipo de oración es poderosa: es honesta, humilde y centrada en Dios.

3. Debemos orar con valentía

El pasaje nos recuerda que no oramos de más porque no creemos que eso cambie nada. Pero esa es una conclusión absurda. Las Escrituras nos muestran que Dios escucha, se preocupa y responde. Aun así, la pregunta persiste: ¿Por qué tantas oraciones parecen no recibir respuesta? Hay varias razones: Primero, Dios ha dicho “no”, no “nada”. A veces, responde de forma diferente a la que esperábamos. Segundo, el momento no es el adecuado. Los planes de Dios se desarrollan de maneras que no siempre podemos ver de inmediato.

Tercero, Dios nos espera. Podríamos ser la respuesta a nuestra propia oración: Dios nos ha puesto en situaciones en las que quiere obrar *a través* de nosotros. Cuarto, no estamos orando por nada específico. Oraciones vagas como "bendice mi matrimonio" o "ayuda a nuestra iglesia" carecen de claridad. Oraciones específicas, como pedir una mejor comunicación, una conexión más profunda o un alcance efectivo, nos permiten ver la mano de Dios con mayor claridad.

Conclusión: Creciendo en la oración

Jesús presenta la oración como algo simple: pedir, buscar, llamar. Pero detrás de esa simplicidad se esconde una verdad profunda. La oración efectiva requiere conocimiento de la voluntad de Dios (a través de las Escrituras), fe en su poder y un deseo sincero de que Su voluntad prevalezca sobre la nuestra.

Para profundizar nuestra vida de oración, este pasaje nos anima a dedicar tiempo enfocado, ser específicos en las peticiones, mantener la actitud correcta y confiar en que el Espíritu Santo guiará y corregirá nuestras oraciones. Se nos recuerda que Dios está más dispuesto a responder que nosotros a pedir.

Finalmente, imagina lo que Dios podría hacer a través de nosotros —a través de nuestra iglesia, nuestras relaciones, nuestra misión— *si tan solo pidiéramos*.

Que el Señor les bendiga y les guarde, y que el Señor permita que estas palabras les ayuden a renovar su espíritu.

Pastor Dimas