“He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he mantenido la fe. 8 Desde ahora me está guardada la corona de justicia, que el Señor, juez justo, me concederá en aquel día, y no sólo a mí, sino también a todos los que han amado su venida”. (2 Timoteo 4:7-8)
Hoy, esta nación celebra el Día de los Caídos. Es el único día en que esta nación hace una pausa para recordar a quienes han hecho el máximo sacrificio para defender esta nación. Es un momento en el que honramos a los verdaderos héroes de nuestra nación.
En todos los conflictos en los que hemos estado involucrados se han perdido algunas bajas, hijos e hijas, a menudo debido a la valentía inusual que demostraron durante el combate. De vez en cuando, durante esos conflictos, sucede algo, un soldado hace algo, que es tan fuera de lo común que el Congreso reconoce el esfuerzo de esa persona otorgándole la Medalla de Honor. Este premio se entrega a alguien que se distingue por su valentía a riesgo de su vida más allá del cumplimiento del deber. El acto realizado debe haber sido un autosacrificio tan notorio como para distinguir claramente al individuo por encima de sus camaradas y debe haber implicado riesgo de vida. La mayoría de las veces, estos individuos se sacrifican por el bien de los demás.
En los versículos finales de la epístola de Pablo a Timoteo, el apóstol se encontró encarcelado en Roma. Consciente de que su vida estaba llegando a su fin y su ejecución era inminente, decidió no lamentarse ante Dios, sino alabarlo y honrarlo. ¿El motivo de sus elogios? Podía declarar con confianza que se había mantenido fiel a su misión. Esta convicción le permitió afrontar la muerte con serenidad, seguro de la recompensa que Cristo tenía para él. Si bien no podía reclamar elogios terrenales como la Medalla de Honor del Congreso, anticipaba recibir la "corona de justicia" del Señor Jesucristo.
Hoy te pregunto: ¿tienes la misma convicción y anticipación que Pablo de encontrar a Cristo? La noticia alentadora es que la "corona de justicia" se otorga no sólo a los incondicionales de la fe como Pablo, sino también a todos los que esperan fielmente el regreso del Señor. Aventúrate a confiar en Él. Aventúrate a entregarle el control de tu vida a Él. Es un acto de fe, es desalentador, pero es más extraordinario de lo que podemos imaginar. Dios nos extiende su gracia para que seamos inspirados a exaltarlo, amarlo, confiar y servirle. Él satisface nuestras necesidades para que podamos comprender la magnitud de su amor y dirigir con entusiasmo a otros a Jesús mientras nos esforzamos celosamente por honrarlo con nuestras vidas. Y, a la manera del apóstol Pablo, nosotros también podemos declarar: "He peleado la buena batalla, he completado la carrera, he preservado la fe". ¿Permanecerías firme hasta el final de tu vida?
Que el Señor te bendiga y te guarde siempre.
Pastor Dimas
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