Thursday, August 28, 2025

Nuestra Verdadera Esperanza

 


La vida puede ser difícil. Todos pasamos por etapas llenas de complicaciones, frustraciones o duelo. Quizás estés lidiando con una relación tensa, enfrentando incertidumbre financiera, lidiando con problemas de salud o lidiando con una decepción que parece durar mucho más de lo esperado. Incluso si no estás experimentando una de esas pesadas cargas hoy, probablemente hayas tenido momentos en los que te has cansado de hacer el bien. La rutina diaria de elegir la bondad cuando otros no son amables, de servir cuando te sientes poco apreciado o de mantener la integridad cuando los atajos parecen más fáciles: estas decisiones justas pueden dejarnos emocional y espiritualmente exhaustos.

Por mucho que deseemos vivir bien y hacer el bien a los demás, lo cierto es que todos nos cansaremos de ello en algún momento. Después de todo, somos humanos, con energía limitada y recursos emocionales finitos. Nuestras buenas intenciones chocan con nuestra fragilidad humana, y nos encontramos sin fuerzas, preguntándonos cómo podemos continuar. En Isaías 40:31, el profeta Isaías nos ofrece una profunda verdad: «Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas. Levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se cansarán». Isaías dice que quienes esperan en Dios encontrarán nuevas fuerzas. Esto no es solo una ilusión ni una psicología positiva; es una promesa divina arraigada en el carácter de nuestro Dios inmutable.

La clave de la perseverancia en tiempos difíciles no consiste simplemente en seguir adelante y esforzarse más. Todos hemos intentado ese enfoque, apretando los dientes y confiando solo en la fuerza de voluntad, solo para encontrarnos más agotados que antes. La fuerza no se encuentra simplemente en esperar que nuestras circunstancias cambien, aunque naturalmente anhelamos alivio de nuestras luchas. En cambio, la verdadera fuerza se encuentra en Dios mismo.

La Palabra de Dios dice que la fuerza auténtica y duradera proviene de poner nuestra esperanza en Él. Porque Dios es todopoderoso —omnipotente en todo sentido—, solo Él tiene el poder de cambiar nuestras circunstancias cuando lo considera oportuno. Sus recursos son ilimitados, su sabiduría es perfecta y su tiempo siempre es el oportuno, incluso cuando no se ajusta a nuestras preferencias.

Pero Dios también sabe que, como seres humanos, nos cansamos y nos inquietamos. Él comprende nuestra condición y recuerda que somos polvo. El Salmo 103:14 nos recuerda: «Él conoce nuestra condición; recuerda que somos polvo». A veces depositamos nuestra esperanza en soluciones temporales cuando deberíamos confiar en Dios, el único que realmente puede ayudarnos. Buscamos avances profesionales, cambios en nuestras relaciones, mejoras financieras o mudanzas para resolver nuestras necesidades más profundas, pero estos remedios terrenales solo pueden brindar un alivio temporal.

Cuando ponemos nuestra esperanza solo en Dios, las Escrituras nos dicen que encontraremos fuerzas renovadas para soportar los desafíos de la vida. Seremos como aves que remontan el cielo, no con nuestras propias fuerzas, sino con la fuerza que Dios nos da. Las águilas no aletean frenéticamente para mantenerse en el aire; extienden sus alas y permiten que las corrientes de aire las eleven sin esfuerzo.

Poner nuestra esperanza en Dios significa renunciar a nuestro propio control y dejar que Él nos guíe. Significa dejar de intentar forzar nuestro futuro y dejar que Dios obre en nuestras vidas en su tiempo perfecto. Esperar en Dios significa confiar en sus promesas, incluso si no las vemos cumplidas en nuestra vida, sabiendo que su fidelidad se extiende más allá de nuestra experiencia temporal.

Dedica un tiempo hoy a renovar tu esperanza en Dios. Deja que Él escudriñe tu corazón y te revele dónde podrías estar poniendo falsas esperanzas en cosas temporales. Ora para que te llenes de la fuerza y ​​la esperanza que solo Dios puede dar. Que el Señor te bendiga y te guarde, y que el Señor use estas palabras para renovar tu espíritu.

 Dr. Dimas Castillo

Tuesday, August 26, 2025

Confiando en Dios cuando la vida se siente pesada

 



La vida puede sentirse muy pesada a veces. Atravesamos épocas de dificultad, decepción y angustia que nos hacen preguntarnos si vale la pena seguir adelante. En esos momentos, rendirse puede parecer más fácil que luchar.

Pero la Palabra de Dios nos recuerda con ternura que, incluso en los momentos más difíciles, no estamos solos. El Señor siempre está con nosotros: inmutable, infalible y fiel. Las circunstancias cambian, la gente puede alejarse y los corazones pueden doler, pero hay algo que nunca cambia: nuestro Padre nunca nos deja ni nos abandona.

Piensa un momento en esto. Las pruebas van y vienen. Las situaciones pueden surgir y caer. Otros pueden fallarte o incluso traicionarte. Sin embargo, en medio de cada tormenta, hay Uno que permanece firme y fiel. Su presencia no flaquea. Su amor no disminuye. Su fuerza no se agota.

Por eso podemos elegir confiar en Él, especialmente cuando es difícil:

* Confía en Él cuando estés decepcionado. * Confía en Él cuando estés sufriendo.

* Confía en Él cuando te incomprendan.

* Confía en Él cuando sientas que tu corazón se rompe.

* Confía en Él en todo, pase lo que pase.

El profeta Jeremías nos recuerda: «Pero bienaventurado el hombre que confía en el Señor, cuya confianza está en él» (Jeremías 17:7).

Hoy, descansa en esta verdad: tu situación puede cambiar, pero tu Salvador nunca lo hará. Que el Senor te bendiga.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, August 21, 2025

Quien eres?

 


"No soy lo suficientemente bueno."

"No soy lo suficientemente fuerte."

"No soy suficiente."

"No vales nada."

Estas mentiras se infiltran en nuestros corazones, especialmente en momentos de lucha o incluso de éxito. El enemigo quiere que dudemos de nuestro valor, nuestro llamado y nuestra identidad en Cristo. Las comparaciones en redes sociales, los fracasos del pasado y las dificultades del presente solo amplifican el ruido, convenciéndonos de que nunca seremos quienes Dios dice que somos.

Pero las Escrituras desmienten las mentiras. "Su divino poder nos ha concedido todo lo que necesitamos para una vida piadosa, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y bondad" (2 Pedro 1:3). Nuestra suficiencia no se encuentra en nosotros mismos, sino en el poder de Cristo. Pablo lo comprendió bien. Con su "aguijón en la carne", escuchó a Dios decir: "Bástate mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12:9). En nuestra debilidad, la fuerza de Dios brilla con más fuerza. La Palabra de Dios nos recuerda quiénes somos realmente. Juan 1:12 dice que somos hijos de Dios. Romanos 8:37-39 declara que nada puede separarnos de su amor. Filipenses 4:13 nos asegura que todo lo podemos por la fuerza de Cristo. Estas verdades nos sostienen cuando el miedo, la duda o el desánimo nos dicen lo contrario.

La Biblia es más que palabras escritas: es viva, eficaz y nos capacita para toda buena obra (Hebreos 4:12; 2 Timoteo 3:16-17). Cuando las mentiras dicen: «No soy suficiente», podemos responder con valentía: «Soy el hijo amado de Dios». Cuando los desafíos dicen: «No puedo», podemos declarar: «Todo lo puedo en Cristo».

No tienes que vivir en la derrota. Por medio de Jesús, eres amado, elegido, capacitado y suficiente. Mantente firme en esa verdad hoy. Que el Senor te bendiga y te guarde y que el Senor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espiritu

Oración: Señor, recuérdame a diario que mi identidad está segura en ti. Ayúdame a silenciar las mentiras con tu verdad y a caminar en la fuerza que me das. Amén.

Reflexión: ¿Qué mentiras sobre tu identidad necesitas reemplazar hoy con la verdad de Dios?

Dr. Dimas Castillo

Thursday, August 14, 2025

Viviendo según la voluntad de Dios

 


“¡Vamos ahora! Los que decís: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, comerciaremos y tendremos ganancias, 14pero no sabéis qué será mañana. ¿Qué es vuestra vida? Porque sois neblina que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (Santiago 4:13-14).

¿Cuántos de nosotros hemos repetido esta frase: "Si Dios quiere, o si el Señor quiere..."? Muchas veces, al decirla, no pensamos en su profundo y verdadero significado. ¿Por qué? Porque en realidad, toda nuestra vida —cada día, cada hora, cada minuto— depende de la voluntad de Dios.

Estas tres sencillas palabras encierran un universo de significado que a menudo pasamos por alto en nuestra ajetreada vida diaria. Cuando decimos con calma: "Si Dios quiere", reconocemos, quizás sin darnos cuenta, una de las verdades más fundamentales de la existencia humana: no somos los autores últimos de nuestra propia historia. Sin embargo, ¿con qué frecuencia vivimos como si lo fuéramos?

Santiago nos plantea una pregunta muy importante para reflexionar: ¿Qué es nuestra vida? ¿Has pensado en la respuesta a esa pregunta? Es una pregunta que nos detiene en seco, obligándonos a afrontar la realidad de nuestra... La existencia más allá del ruido de nuestras rutinas diarias, nuestros ambiciosos planes y nuestras agendas cuidadosamente elaboradas.

La respuesta que nos da Santiago también es muy importante: «Somos como la niebla que aparece y desaparece en poco tiempo». En otras palabras, nuestras vidas son temporales. Esta metáfora es a la vez humilde y hermosa. Piense en la niebla matutina que sube de un lago o una montaña, presente en un momento y desapareciendo al siguiente. Hay algo casi poético en esta comparación, pero conlleva una verdad aleccionadora. Nuestras vidas, por muy importantes que nos parezcan, son solo un breve instante en el gran tapiz de la eternidad.

Nada ni nadie garantiza que vivirás un día más. Esto no pretende infundir miedo, sino despertarnos a la preciosidad de cada momento que se nos da. Cada amanecer es un regalo, cada respiro un acto de gracia divina. Es solo por la voluntad de Dios que vivimos, que nuestros corazones siguen latiendo, que nuestros pulmones siguen respirando.

A menudo vivimos vidas fuera de control, fuera de la voluntad de Dios. ¡Qué fácil es caer en este patrón! Nos despertamos cada mañana asumiendo que el día nos pertenece, haciendo planes como si tuviéramos garantizado el mañana, persiguiendo metas como si solo nuestra fuerza y sabiduría las aseguraran. Programamos nuestras vidas al minuto, llenamos nuestras agendas de citas y compromisos, y rara vez nos detenemos a preguntar: "Señor, ¿qué quieres que haga hoy?".

A menudo queremos usar este dicho para justificar nuestro comportamiento o las decisiones que tomamos, como si la voluntad de Dios fuera que no le obedeciéramos. Este es quizás uno de nuestros mayores engaños espirituales: usar la soberanía de Dios como excusa para nuestra desobediencia o pereza. Podríamos decir: "Bueno, si Dios quiere, sucederá", mientras descuidamos las mismas responsabilidades y llamados que Él nos ha puesto ante nosotros.

Santiago nos exhorta a pensar de manera diferente. En lugar de ver la vida cristiana como un compromiso más, debemos entender que todo lo que hacemos, lo hacemos para servir al Señor. Mis planes son sus planes. Este cambio de perspectiva lo cambia todo. De repente, nuestro trabajo se convierte en adoración, nuestras relaciones en oportunidades de ministerio y nuestros desafíos en oportunidades para demostrar Fe.

Cuenta la historia que el gran compositor Johann Sebastian Bach, al terminar cada una de sus composiciones, escribía las letras SDG. Estas letras significan Soli Deo Gloria, solo a Dios sea la gloria. Esta era la forma en que Bach se recordaba a sí mismo que su música no era una forma de trabajar, sino una forma de honrar a Dios. Bach comprendía que su extraordinario talento no era un logro propio, sino un don del Creador para ser usado para Su gloria.

Imaginen si abordáramos cada tarea, cada conversación, cada decisión con la mentalidad de Bach. ¿Qué pasaría si termináramos nuestras jornadas laborales, nuestros momentos de crianza, nuestros actos de servicio con la misma dedicación: «Solo a Dios sea la gloria»? ¿Cuán diferentes serían nuestras vidas si realmente creyéramos que nuestras habilidades, nuestras oportunidades y nuestra propia existencia son dones que debemos administrar para sus propósitos?

Debemos aprender a depender de la autosuficiencia de Dios y comprender que su voluntad para nuestras vidas es darnos lo mejor. Esto no significa que la vida será fácil ni que todos nuestros deseos se cumplirán según nuestra cronología. Más bien, significa confiar en que Aquel que nos creó sabe lo que realmente necesitamos para una vida abundante, tanto ahora como en la eternidad.

Nosotros también debemos honrar a Dios dándole lo mejor de nosotros. No nuestras sobras, ni nuestros segundos esfuerzos, ni lo que queda después de haber servido primero a nuestros intereses. Nuestra mejor energía, nuestros mejores dones, nuestra más profunda devoción pertenecen a Aquel que nos dio la vida misma.

Que Dios te bendiga y te guarde, y que estas palabras renueven tu espíritu al entregarte cada momento a su perfecta voluntad.

Dr. Dimas Castillo

Thursday, August 7, 2025

Echa todo sobre El.

 

Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará; jamás permitirá que el justo sea sacudido.” – Salmo 55:22

¿Te sientes abrumado por el peso de una carga que nunca debiste llevar? La vida a menudo acumula responsabilidades, ansiedades y temores sobre nuestros hombros, y sin darnos cuenta, nos vemos abrumados por ella. El rey David, inspirado por el Espíritu Santo, ofrece un consejo atemporal que puede liberarnos de la presión abrumadora: “Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará.”

La palabra hebrea “echar” es vívida. Significa arrojar, lanzar, desprenderse o desalojar: usar todas tus fuerzas para impulsar algo lo más lejos posible de ti. La imagen no es de dejar algo con delicadeza ni de guardarlo en un rincón, sino de quitártelo de tu posesión con fuerza. Es como si Dios dijera: “No me lo entregues sin más; deshazte de él. Yo lo tomaré.”

David comprendió la necesidad de tal acción. Como Rey de Israel, cargaba con una enorme responsabilidad por la seguridad, la justicia y la adoración de la nación. Pero más allá del peso de su cargo, David soportaba cargas personales: traiciones de amigos, ataques de enemigos y un profundo arrepentimiento por sus fracasos. Su historial distaba mucho de ser impecable. Sus pecados eran públicos, sus problemas familiares eran complicados y sus enemigos eran implacables.

Sin embargo, David sabía dónde llevar ese peso abrumador. No lo ocultó, ni lo cargó solo, ni fingió que no existía. Se lo entregó al Señor. Sabía que Dios no solo podía escucharlo, sino que estaba dispuesto a sostenerlo. David había aprendido que la gracia de Dios es más profunda que nuestra culpa, su misericordia más amplia que nuestros errores y su fuerza mayor que nuestra debilidad.

Entonces, ¿qué hay de ti? ¿Qué cargas llevas ahora mismo? Quizás sean las dificultades económicas las que te quitan el sueño. Quizás sea una relación fracturada que te deja sintiéndote impotente para arreglar lo que está roto. Podría ser la ansiedad de un futuro incierto, la culpa por decisiones pasadas o el dolor silencioso de un duelo que nadie más comprende del todo. Quizás estés cargando con expectativas que parecen imposibles de cumplir, en el trabajo, en casa o incluso en tu mente.

Esta es la verdad: no tienes que cargar con ellas. Nunca debiste hacerlo. Dios no te ha llamado a ser autosuficiente; te ha llamado a depender de Dios.

Cuando Pedro hace eco de esta misma verdad en el Nuevo Testamento: «Echen toda su ansiedad sobre él, porque él cuida de ustedes» (1 Pedro 5:7), nos recu
erda que confiar es un acto de confianza. Es decir: «Dios, creo que puedes manejar esto mejor que yo». Es entregarle el control al Único que realmente tiene el control.

Pero aquí está el desafío: a menudo «ponemos» nuestras cargas ante Dios en lugar de «echárselas». Las ponemos en oración, pero antes de decir amén, las hemos recogido de nuevo. Echar la carga requiere una acción decisiva, una decisión, para liberarte por completo de ella.

No es algo que se haga una sola vez. Quizás tengas que echar la misma carga repetidamente, cada vez que intente volver a caer sobre tus hombros. Pero con cada acto de entrega, descubrirás que Dios sí te sostiene. Su promesa es segura: «No permitirá que el justo sea sacudido». Eso significa que ninguna tormenta puede derribarte, ningún peso puede aplastarte y ningún temor puede deshacerte cuando descansas en su cuidado.

Así que hoy, arroja tu carga lejos de ti. Imagínate lanzándola al pie de la cruz, donde Jesús ya llevó su peso. Confía en que Él te sostendrá, no solo hoy, sino todos los días que siguen. No tienes que desmoronarte bajo la presión, porque Aquel que cargó la cruz te llevará a ti.

Que el Senor te bendiga y te guarde y que el Senor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.

Dr. Dimas Castillo