1 Crónicas 28:9-10, 20
Cuando hablamos del día de los padres, tenemos que ser honestos, no es tan grande o tan importante como el día de las madres. En el día de las madres, muchas de ellas reciben flores, nos preocupamos por los pequeños detalles. Las emociones de los hijos son mayores. Muchos de ellos se levantan a preparar desayuno y se lo llevan a la cama. Hasta en el comercio hay una gran diferencia. Muchos estudiosos de este fenómeno dicen que esto es así porque los padres no son tan sensitivos a las necesidades de sus hijos o tan atentos como las madres.
Miles de hombres cada día caminan de su responsabilidad como padres. El ser parte del proceso biológico de concepción no te hace papa. Porque el cargar con el titulo de padre, también lleva una gran responsabilidad. Hay hombres que están tan absorbidos con sus carreras que no tienen tiempo para sus hijos y los efectos de esto son devastadores no solo en la unidad familiar sino también en la sociedad.
En la lectura de hoy, leemos acerca del rey David, quien le está dando instrucciones a su hijo Salomón antes de morir. Era tradición en aquellos días donde el padre cuando sabía que su muerte estaba cerca llamar a sus hijos para bendecirlos y darles las instrucciones finales. David le está dando unos consejos a Salomón los cuales podemos ensenar a nuestros hijos, nietos, sobrinos, etc., en el día de hoy. Veamos estas enseñanzas
Primero, ensenarles a seguir los estatutos morales de Dios. David le dice a su hijo, “guarda todos los preceptos de Jehová tu Dios”. Muchas veces nosotros como padres escogemos que mandato seguir de acuerdo a las circunstancias de la vida. Mandamos señales mixtas a nuestros hijos y cuando hacen lo indebido, los reprendemos y ellos nos cuestionan porque. Tenemos que ser firmes y ensenarles los mandamientos y preceptos de Dios. Segundo, ensenarles a conocer y servir a Dios. Si algo de valor queremos ensenarles a nuestros hijos, es este principio. Debemos servirle con corazón sincero y voluntario. Tercero, ensenarles a que busquen el llamado de Dios. Cada uno de nuestros hijos tiene un propósito en este mundo. Tenemos que ensenarles la importancia de buscar la dirección de Dios en sus vidas. Cuarto, proveerle de las herramientas que necesitan para enfrentar el mundo en que viven. Y por último, pasar nuestra fe a ellos. Tenemos que ensenarles la fidelidad de Dios, a depender en la fortaleza de Dios y ensenarles del amor de Dios. Acuérdate, tu obra como padre nunca termina, solo el papel que desempeñas cambia. Que el Señor te bendiga y te guarde y que permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.
DEC
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