“Mas entre vosotros no sea así, sino el que quiera hacerse grande entre vosotros, será nuestro servidor y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo” (Mateo 20:26-27).
El egoísmo y el orgullo son dos de los problemas más grandes en nuestra sociedad e inclusive en nuestras iglesias. Todos queremos ser los primeros, ser reconocidos y poderosos y que la gente nos alabe. Muchas veces logramos subir a posiciones de autoridad sin importar como logramos ese objetivo. El pasaje de hoy nos presenta a la madre de los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, tratando de influenciar a Jesús para que sus hijos tuviesen un lugar especial en el Reino de Dios. Jesús corrige a esta madre y a la misma vez nos da una gran enseñanza; humildad es la llave para el éxito en el Reino del Señor.
En nuestra sociedad parece como si este mandato del Señor se hubiese invertido. La lucha por el poder ha arrastrado naciones enteras a guerras. Aquí en Estados Unidos próximamente estaremos entradando en un periodo electoral y vemos como los candidatos se insultan y tratan de humillar el uno con el otro. En los deportes, hay quienes hacen trampas para obtener la victoria. Se ha dado casos en los que incluso se ha llegado a agredir físicamente a un adversario para impedir que este pueda competir. Si miramos el mundo de los negocios, se acepta como algo normal que algunos traten de escalar a mejores posiciones o mantener lo que tienen, pasando por encima de los demás, mintiendo, haciendo engaños y robando ideas e iniciativas ajenas.
Yo tengo la impresión que Jesús quiso advertirnos que el egoísmo y el orgullo no tienen lugar en Su reino y que para poder ser personas exitosa en su reino, tenemos que ser humildes. Jesús nos enseña que nuestros planes de trabajo y habilidades, cuando están en Su mano, son bendecidos. Nuestro Señor también nos enseña que nuestro lugar prominente en Su reino viene a través del servicio y no del orgullo. No es cuan popular o el lugar que ocupas en tu trabajo, la sociedad o la iglesia que te hace una persona grande y exitosa en el Reino de Dios, humildad es la marca de esa grandeza.
¿Cuántas veces te has sentido menospreciado? ¿Cuántas veces has pensado que tus conocimientos, inteligencia y habilidades no se están aprovechando? Yo te invito a que medites en este pasaje. Jesús nos manda a que seamos humildes, no arrogantes, egoístas u orgullosos, y que siempre estemos dispuestos a servir a los demás. Acuérdate, que todo lo que hacemos, lo hacemos para la Gloria de Dios.
Que Dios te bendiga y te guarde y permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.
DEC
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