Mientras Jesús caminaba junto al mar de
Galilea, vio a dos hermanos: Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés. Estaban
echando la red en el lago, pues eran pescadores. «Venid, seguidme», les dijo
Jesús, «y os enviaré a pescar hombres». Al instante dejaron las redes y lo
siguieron (Mateo 4:18-20).
La escena es sencilla, pero conmovedora. Jesús,
caminando por la orilla del mar de Galilea, ve a dos hombres comunes
trabajando: Simón y Andrés, echando sus redes, dedicados a su tarea diaria como
pescadores. Pero en un instante, todo cambia. Con una sola frase: “Venid, seguidme, y os haré pescadores de hombres”,
Jesús redefine radicalmente su propósito.
Esta invitación no era solo para Pedro y Andrés. Se
extiende a cada uno de nosotros hoy. Jesús nos llama a ti y a mí a seguirlo, a
seguir sus pasos y a convertirnos en pescadores de hombres, personas que, por
la gracia de Dios, guían a otros a una relación vivificante con Jesucristo.
¿Qué significa ser pescador de hombres?
Ser pescador de hombres es ser alguien que se acerca a
otros con la buena nueva de Jesús. Es un llamado a vivir en misión, no solo
asistiendo a la iglesia o leyendo la Biblia para beneficio personal, sino
permitiendo que Cristo nos use para atraer a otros a su reino. Cuando Jesús
llamó a sus discípulos, no les ofreció consuelo, claridad ni control. Les dio
una misión. Les prometió transformación: “Yo los haré”… y un propósito.
Observen la secuencia:
• “Ven”: una invitación a una relación.
• “Sígueme”: un llamado a la confianza y la
obediencia.
• “Yo los haré”: una promesa de
transformación.
• “Pescadores de hombres”: un propósito que va
más allá de sí mismos.
Jesús no nos llama simplemente a seguir sin dirección.
Él nos moldea en quienes estamos destinados a ser al caminar con Él.
Respondiendo al llamado
1. Acepta su invitación:
“Sígueme” requiere un paso de fe. Para Pedro y Andrés,
significó dejar atrás sus redes: su sustento, su seguridad y todo lo familiar.
Seguir a Jesús tiene un costo. Puede significar dejar atrás la comodidad, el
estatus o incluso ciertas relaciones. Pero la recompensa es mayor que cualquier
cosa que dejemos atrás.
2. Estar dispuesto a ser transformado:
“Yo te haré” habla de un proceso. No somos
perfeccionados al instante. Jesús toma nuestro potencial y comienza a
moldearnos a través del Espíritu Santo, la Palabra y nuestras experiencias. El
discipulado no es pasivo; requiere entrega, crecimiento y aprendizaje continuo.
Debemos ser enseñables y estar abiertos al cambio.
3. Abrazar la misión:
Pescar hombres es participar en la obra redentora de
Cristo. No se trata solo de “atrapar” personas y seguir adelante; se trata de
caminar junto a ellas, discipularlas y ayudarlas a crecer en Cristo. El
evangelismo es solo el comienzo. El verdadero discipulado implica comunidad,
responsabilidad e inversión espiritual.
Un compromiso para toda la vida
Seguir a Jesús no es una decisión única. Es un camino
diario: un compromiso para crecer a través de la adoración, la devoción, la
comunión y el servicio. El llamado al discipulado es para toda la vida. Desafía
nuestras prioridades y reorienta nuestro propósito. Crecemos al leer la Palabra
de Dios, orar, reunirnos con otros creyentes y obedecer su guía.
Entonces, ¿cómo responderás? Jesús sigue caminando por
las orillas de la vida cotidiana y extiende la misma invitación: "Ven,
sígueme". ¿Lo seguirás? ¿Permitirás que moldee tu corazón, tu propósito y
tu camino? ¿Permitirás que te convierta en pescador de hombres?
Que el Señor te bendiga y te guarde. Que renueve tu
pasión por Él y te dé la valentía para dar un paso de fe. La decision es tuya. ¿Lo seguirás?
Dr. Dimas
Castillo