Friday, June 6, 2025

Things Are a Mess—But There's Hope

 


If you've been following the news lately, you've probably noticed—we live in a messy, upside-down world. What was once considered good is now called evil, and what was once evil is now celebrated. Our world could be a much better place, but it's broken. Why? Because we sinned against God.

In the beginning, it wasn't like this. God created a perfect, sinless world for us to enjoy. He gave Adam and Eve clear instructions: "You are free to eat from any tree in the garden, but you must not eat from the tree of the knowledge of good and evil, for when you eat from it, you will certainly die" (Genesis 2:16–17). Sadly, Adam and Eve chose to disobey, and sin entered the world.

It began with a conversation between Eve and Satan, who appeared as a serpent. We don't know what the serpent looked like, or whether the conversation included small talk—but we *do* know the strategy Satan used. It's the same one he still uses today.

1. Satan casts doubt on God's Word.

He begins with, "Did God really say, 'You must not eat from any tree in the garden'?" (Genesis 3:1). I twists God's generous command into something restrictive. Eve responds, "We may eat fruit from the trees in the garden, but... you must not touch it, or you will die." This slight alteration opened the door.

2. Satan invites us to trust ourselves instead of God.

Eve saw that the fruit was good for food, pleasing to the eye, and desirable for gaining wisdom, so she took and ate. Then she gave some to Adam, who was with her, and he ate (v. 6). She trusted her senses and desires over God's Word. She leaned on her own reasoning instead of God's truth.

And we still do the same today. Satan tempts us to trust in ourselves—our systems, traditions, feelings, programs, even our own "goodness." He'll try to keep us from reading the Word or distort it in our minds. Either way, his goal is to make us trust ourselves or anything else instead of God.

When confronted, Adam blamed Eve. Eve blamed the serpent. And Adam even hinted at blaming God! The blame game began—and continues. But make No mistake: sin always devastates. Our spiritual condition is no one's fault but our own. As we look around today—at the moral decay, the disregard for human life, and the lack of virtue in leaders', it is clear: we made the mess.

Genesis 3 tells us how we went from "It is very good" to "What a mess!" Our sin broke a perfect relationship with God. But even in the middle of our rebellion, God gave a promise. In Genesis 3:15, God speaks to Satan: "I will put enmity between you and the woman, and between your offspring and hers; he will crush your head, and you will strike his heel." This is the first promise of the Messiah. That one of the descendants of Eve would suffer one day at Satan's hand, but ultimately defeat Him. That descendant is Jesus.

Even while the stench of sin still lingered in the Garden, God was already planning redemption. Though Adam and Eve were spiritually dead, God promised One who would restore spiritual life. God's grace was already at work.

So how do you begin again? It starts with faith. The Lord is supreme over all things. We can be honest with Him about our faith. His power does not fade and flows along with our confidence in Him. Regardless of how we feel, we can trust that God is always in control. While we are limited in our human ability to change the world, God has infinite power. God must awaken your heart, and you must respond. Here's a simple, honest prayer:

"Father, I don't come with any excuses. Like Adam and Eve, I've often turned from You. I am a sinner, and I've made a mess of my life. Today I accept the salvation You offer. I believe that Jesus died in my place, for my sin, and that His resurrection opened the door for anyone who believes—including me. I place my trust in Christ. Lead and direct my life. Thank You, Father, for Your grace. Love.

Yes, things are a mess. But they don't have to stay that way. May the Lord bless you and keep you always.

 Dr. Dimas E. Castillo

Thursday, May 15, 2025

Escogiendo la major parte



Lucas 10:38-42

Hay un tranquilo pueblo llamado Betania donde dos hermanas, Marta y María, reciben a Jesús en su casa. Marta, la hermana mayor, está ocupada con la preparación de la comida y las tareas del hogar. María, en cambio, se sienta a los pies de Jesús, absorbiendo cada palabra suya. Entonces llega la tensión: Marta, abrumada e irritada, confronta a Jesús, pidiéndole que redirija a su hermana para que la ayude. Pero Jesús responde con sorprendente dulzura: «Marta, Marta, estás preocupada y angustiada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará» (Lucas 10:41-42).

Esta breve pero conmovedora historia nos enseña algo profundo sobre nuestro tiempo: que Dios no solo desea nuestro servicio, sino nuestra presencia. Que antes de trabajar para Él, primero debemos estar con Él. En una cultura que equipara la ocupación con la importancia, Jesús nos llama a un camino mejor: el camino de la relación, el descanso y la prioridad. Hay cuatro lecciones que podemos aprender de esta historia.

La batalla por nuestro tiempo

Hemos oído decir: "Dale tu tiempo a Dios". Pero ¿qué significa eso realmente? ¿Se trata solo de asistir a la iglesia, unirse a ministerios o hacer más voluntariado? Si bien estas son importantes expresiones de fe, no son la base. Darle nuestro tiempo a Dios comienza con un corazón que dice: "Señor, cada momento es tuyo". Se trata de entregar nuestro calendario, nuestros planes y nuestro ritmo a su señorío.

A Satanás le encantaría hacer un trato: "Dame tu tiempo y te daré la libertad de disfrutar la vida". Pero es una mentira. Nos incita a llenar nuestros días con lo urgente a costa de lo eterno. Nuestra respuesta debe ser firme: "No hay trato. Mi tiempo le pertenece al Señor".

Martín Lutero dijo una vez: "Tengo tanto que hacer hoy que pasaré las primeras tres horas en oración". Él comprendió una verdad crucial: cuanto más ocupados estamos, más necesitamos anclar nuestro día en la presencia de Dios.

Lo necesario

Jesús le dice a Marta: «Solo una cosa es necesaria». No decía que el servicio de Marta estuviera mal: alimentar a los invitados era esencial. Pero el corazón de Marta estaba distraído, ansioso y agobiado. Su trabajo se había convertido en su identidad. María, en cambio, vio que lo más importante de tener a Jesús en casa era estar con Él.

Nosotros también podemos caer en la trampa de priorizar demasiado nuestras listas de tareas y subestimar nuestro tiempo con Cristo. Nos pasamos la vida con horarios, reuniones y actividades —a veces incluso las de la iglesia— mientras descuidamos la comunión personal con Dios. ¿El resultado? Podemos llegar a ser como Marta: ocupados, cansados ​​y frustrados.

El Salmo 1 nos recuerda a quien medita en la Palabra de Dios día y noche: son como árboles plantados junto a corrientes de agua, que dan fruto y nunca se marchitan. De igual manera, 1 Tesalonicenses 5:17 nos llama a orar sin cesar. Esto no significa aislarnos todo el día, sino tener presente la presencia de Dios en todo lo que hacemos.

Escogiendo la mejor parte

Vivimos en un mundo donde la gente afirma no tener tiempo para Dios, para la familia, para descansar. Pero Jesús nos muestra el mejor camino: sentarnos, escuchar y centrarnos en Él. María no solo eligió algo bueno; eligió lo mejor.

Como dijo un predicador: «Nuestra tarea no es hacer que Dios forme parte de nuestras vidas; nuestra tarea es hacer que nuestras vidas formen parte de Dios». No le pedimos a Dios que bendiga nuestro horario; lo alineamos con el suyo. Cuando elegimos pasar tiempo a los pies de Jesús, todo cambia. Nuestros corazones encuentran paz. Nuestro servicio encuentra propósito. Y nuestras familias, matrimonios y trabajos se ven impactados positivamente. Dios no quiere que simplemente hagamos más; quiere que hagamos lo que más importa.

Una vida de impacto

La historia de Marta y María no termina en Lucas 10. En Juan 11, Marta hace una poderosa confesión de fe en Jesús: «Sí, Señor, creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios». En Juan 12, María unge a Jesús con perfume, y Jesús dice que su acto de adoración será recordado dondequiera que se predique el Evangelio.

¿Por qué? Porque cuando dedicamos nuestro tiempo a Dios, dejamos huella eterna. Lo que comenzó como una simple decisión de sentarnos y escuchar se convirtió en un legado de fe, devoción y amor. ¿Y tú? ¿Has sido más como Marta: ocupada, ansiosa y distraída? ¿O eres como María, eligiendo la mejor parte: descansar a los pies de Jesús?

Tómate un momento hoy y reflexiona. Dios no te pide lo que te sobra. Él quiere tu corazón, tu tiempo, tu presencia. Porque cuando le dedicas tu tiempo a Dios, Él te da más de lo que podrías pedir: paz, propósito y una vida que realmente importa. Elige la mejor parte. Siéntate a sus pies. Y nunca dejes que te la quiten. Que el Senor te bendiga y te guarde y que permita que estas palabras puedan renovar tu espiritu.

Pastor Dimas


Thursday, May 8, 2025

Confianza en medio de la crisis

 


Salmo 46

La vida está llena de crisis, ya sea dolor, enfermedad, dificultades económicas o relaciones rotas. Nuestra forma de reaccionar en esos momentos revela dónde reside realmente nuestra confianza. El Salmo 46 nos recuerda que, si bien las crisis son esperables, nuestra respuesta como creyentes debe basarse en la confianza en Dios. El Salmo 46 ofrece tres verdades clave a las que aferrarnos cuando las tormentas de la vida arrecian: Dios es nuestro protector, nuestro proveedor y nuestra presencia manifiesta en medio de la crisis.

1. Él sigue siendo Dios: Nuestro protector (Salmo 46:1-3)

El salmo comienza con una poderosa afirmación: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en los momentos difíciles”. Estas palabras ofrecen una profunda seguridad. Dios no es solo una deidad distante; es un refugio, un lugar seguro al que podemos acudir en tiempos de peligro. He pasado por momentos difíciles en mi vida. Algunas de estas tormentas son personales, otras profesionales y familiares, pero la mayoría son espirituales. Muchas de estas tormentas a veces parecen irresolubles. En otras ocasiones, la duda se apoderó de mis pensamientos.

• Pero doy gracias a Dios porque en estas situaciones encontré refugio. Doy gracias a Dios porque en estas situaciones encontré refugio en mi Señor. El Salmo 91 dice: «El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré al Señor: “Tú eres mi refugio y mi fortaleza, mi Dios, en quien confío”». Dios nos dice: en medio de la crisis, tengo un lugar especial para ti, un lugar secreto, y cuando las cosas no salgan bien, acude a mi refugio; te protegeré. Y, sin embargo, a pesar de los momentos de duda y desesperación, Dios ha demostrado ser un lugar de refugio.

No necesitamos huir ni dejarnos abrumar por el miedo; podemos acudir a Él. Incluso cuando todo a nuestro alrededor se siente inestable —cuando la tierra tiembla y las montañas se derrumban— Dios permanece inconmovible. Como declaró Martín Lutero en su himno «Castillo Fuerte es Nuestro Dios», se nos recuerda que la protección de Dios es más fuerte que cualquier amenaza o ataque espiritual.

Pero Dios no es solo un refugio; también es nuestra fortaleza. No solo nos cobija, sino que nos fortalece. Nos da la fuerza para permanecer firmes e incluso alabar su nombre en medio de las dificultades. Además, la frase «un pronto auxilio» subraya que la asistencia de Dios es inmediata y constante. Cuando llegan los problemas, nunca estamos solos: Dios está con nosotros, listo para ayudarnos sin demora.

Reflexión: ¿Huyes de tu crisis o corres hacia Dios, tu refugio?

2. Él sigue siendo Dios: Nuestro Proveedor (Salmo 46:4-7)

Las imágenes cambian de la agitación a la tranquilidad: «Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios». El salmista pinta un cuadro sereno: «Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios». Ese río simboliza la provisión de Dios: su Espíritu fluyendo en nosotros y a través de nosotros, satisfaciendo cada una de nuestras necesidades.

Jesús repitió esto en Juan 4:14, diciendo que quienes beben de su agua nunca volverán a tener sed. En tiempos de crisis, debemos beber profundamente de este pozo espiritual, conectándonos con el Espíritu Santo y confiando en que Dios suplirá nuestras necesidades emocionales, espirituales y prácticas.

En tiempos de crisis, debemos mantenernos conectados a esa fuente. En lugar de buscar paz o fortaleza en fuentes externas, nos alimentamos del Espíritu de Dios que mora en nosotros. Conectar con el Espíritu Santo significa confiar en que Dios suplirá nuestras necesidades —espirituales, emocionales e incluso físicas— cuando nos apoyamos en él. Él no solo nos protege de la tormenta; también es quien nos sostiene.

Reflexión: ¿Te mantienes conectado al agua viva del Espíritu Santo durante tus momentos de necesidad? 

3. Él Sigue Siendo Dios: Nuestro Dios Manifestado (Salmo 46:8-11)

La última parte del Salmo 46 nos llama a abrir los ojos y reconocer cómo Dios se ha manifestado en nuestras crisis pasadas. «Vengan y vean las obras del Señor». Reflexionar en la fidelidad de Dios en el pasado alimenta nuestra fe actual. Cuando recordamos las veces que Dios nos ayudó a superar situaciones difíciles, encontramos fuerza para las batallas de hoy.

Se nos anima a reflexionar en cómo nos ha guiado a través de «peligros visibles e invisibles» y cómo esos recuerdos pueden rejuvenecer nuestras almas cansadas. Como Pablo, podemos declarar: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13), porque sabemos que el mismo Dios que nos ayudó antes sigue con nosotros ahora.

Pero el pasaje termina con un mandato: «Estad quietos, y sabed que yo soy Dios». Esto no es una resignación pasiva, sino una confianza activa. «Estad quietos» significa relajarse, desentenderse de la situación y dejar que Dios haga lo que solo él puede hacer. Es un llamado a la rendición, no a la inactividad. En quietud, reconocemos su soberanía, confiamos en su tiempo y lo observamos obrar.

Reflexión: ¿Qué victorias pasadas puedes recordar hoy que fortalecerán tu fe ante lo que enfrentas ahora?

Conclusión

Las crisis son momentos decisivos que moldean nuestro futuro. Pero en cada tormenta, el Salmo 46 nos recuerda que Dios sigue siendo Dios: inmutable, soberano y fiel. Él es nuestro refugio, nuestra fuerza, nuestro proveedor y quien se revela en nuestras pruebas. Ante los problemas, no nos asustamos ni corremos; corremos hacia Dios. Reflexionamos en su poder, descansamos en su presencia y confiamos en su provisión. Así que, cuando llegue la próxima crisis, no lo olvides: Él sigue siendo Dios. Quédate quieto y reconócelo.

Que el Senor les bendiga y les guarde siempre y que estas palabras les ayuden a renovar su espíritu.

Pastor Dimas

 

 

Thursday, May 1, 2025

Expresando Nuestro Agradecimiento a Dios

 ¿Alguna vez te has preguntado cómo puedo recompensar al Señor por toda su bondad? Es una pregunta interesante. La compositora Andrae Crouch escribió en la canción "My Tribute": "¿Cómo puedo agradecerte todo lo que has hecho por mí, cosas tan inmerecidas que, sin embargo, me diste para demostrar tu amor?".

¿Alguna vez te detienes a pensar en lo bendecido que eres como hijo de Dios? Piensa en algunas de las bendiciones que has recibido de Dios. Permíteme mencionar algunas: perdón, paz, propósito, dirección, el Espíritu de Dios, vida después de la muerte, un compañero y amigo constante, sanidad de cuerpo y alma, el poder de su Palabra, la comunión con otros creyentes y miles de pequeñas cosas, TODOS los días.

El Salmo 116:12-14 dice: "¿Qué puedo ofrecer al Señor por todo lo que ha hecho por mí? Alzaré la copa de la salvación y alabaré el nombre del Señor por haberme salvado. Cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo su pueblo". El salmista agradece las bendiciones de Dios, bendiciones que sabe que no merece. Además, desea expresar su gratitud. Por eso, en el versículo 12, se pregunta: "¿Cómo pagaré al Señor todo su bien para conmigo?". ¿Cómo respondemos a tal bondad y amor? El salmista nos da dos respuestas: Primero, adoramos. Damos a Dios la alabanza y el honor que le corresponde. La adoración no es una tarea que hacemos cada semana, ¡es una actitud del corazón todos los días!

La adoración colectiva es la reunión de adoradores para una gran celebración. Espero que formen parte de esa celebración hoy. Segundo, cumplimos nuestras promesas. Mostramos gratitud cuando hacemos TODO. Él manda, no solo las cosas con las que estamos de acuerdo. Cada vez que venimos a adorar, es un momento de acción de gracias. Es un momento para que todos le expresemos a Dios nuestra gratitud por todo lo que ha hecho por nosotros.

La pregunta que debemos afrontar hoy es cómo podemos expresar verdaderamente nuestra gratitud a Dios. Como cristianos, somos muy conscientes de la importancia de la gratitud en nuestras vidas. En 1 Tesalonicenses 5:18, Pablo dice: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús». Dedica un momento hoy a contar tus bendiciones. No te apresures. Disfruta. Da gracias. Luego, expresa tu gratitud al Señor de maneras que le agraden. Que Dios te bendiga y te guarde, y que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.

Pastor Dimas

Thursday, April 24, 2025

Sigue pidiendo, sigue buscando, sigue llamando

 


Lectura Biblica: Mateo 7:7-11

Esta enseñanza de Jesús aborda una verdad común e incómoda sobre la oración: muchos no oramos con regularidad, no porque no sepamos cómo, sino porque, en el fondo, no estamos seguros de que marque la diferencia. Podemos decir que creemos en la oración, pero nuestra falta de constancia revela dudas. Jesús habla directamente de esto en Mateo 7:7-11, ofreciendo tanto aliento como corrección sobre cómo nos acercamos a Dios en oración.

El pasaje contiene una poderosa promesa: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá". Esto parece sencillo, pero la promesa a menudo se malinterpreta. No dice que la oración persistente te garantice obtener todo lo que deseas. Más bien, revela verdades importantes sobre la naturaleza de la oración y el Dios a quien oramos. Primero, debemos entender que esta promesa es específicamente para los creyentes: aquellos que tienen una relación con Dios a través de la fe en Jesucristo. Él es el Creador de todo, pero solo es Padre para quienes han nacido de nuevo.

Partiendo de esta base, el pasaje explora tres cualidades clave de la oración eficaz: confianza, persistencia y valentía.

1. Debemos orar con confianza

Jesús compara a Dios con un padre amoroso. Si los padres terrenales, a pesar de sus defectos, dan cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más Dios, que es perfecto, dará buenas dádivas a los suyos? Esto significa que podemos acercarnos a Él con confianza, sabiendo tres cosas: Primero, su amor: Así como los hijos confían en el deseo de sus padres de proveer para ellos, podemos confiar en el corazón de Dios. Él quiere satisfacer nuestras necesidades, no porque nos las hayamos ganado, sino porque nos ama. Segundo, su capacidad: Nada es demasiado difícil para Dios. Ya sea que necesitemos sanidad, guía, fuerza para vencer el pecado o ayuda en las dificultades, él es más que capaz de responder. Él es el indicado a quien acudir. Tercero, su bondad: Dios no nos dará nada dañino, incluso si se lo pedimos con sinceridad. Así como un padre no le daría una serpiente a su hijo cuando este le pide un pescado, Dios filtra nuestras peticiones con su perfecta sabiduría. A veces, su respuesta es "no" porque lo que deseamos nos haría daño. Santiago 4:2-3 nos recuerda que los motivos egoístas pueden obstaculizar nuestras oraciones.

2. Debemos orar con persistencia

El mandato de Jesús de seguir pidiendo, buscando y llamando enfatiza la persistencia. Pero la persistencia no es repetición. No se trata de repetir lo mismo una y otra vez como si Dios necesitara ser convencido o pudiera ser manipulado. La oración persistente refleja un corazón sincero que se vuelve continuamente a Dios, presentando peticiones mientras confía en su voluntad.

Entonces, ¿qué deberíamos estar buscando, pidiendo y llamando? El Catecismo Menor de Westminster ofrece una definición: "La oración es una ofrenda de nuestros deseos a Dios, por cosas agradables a su voluntad...". La verdadera oración no se trata de imponer nuestra voluntad a Dios, sino de alinear nuestros deseos con los suyos. Es decir: “Esto es lo que quiero, Señor, pero confío más en tu sabiduría que en la mía. Si esto no es bueno para mí, ayúdame a desear lo que Tú quieres”.

Este tipo de oración es poderosa: es honesta, humilde y centrada en Dios.

3. Debemos orar con valentía

El pasaje nos recuerda que no oramos de más porque no creemos que eso cambie nada. Pero esa es una conclusión absurda. Las Escrituras nos muestran que Dios escucha, se preocupa y responde. Aun así, la pregunta persiste: ¿Por qué tantas oraciones parecen no recibir respuesta? Hay varias razones: Primero, Dios ha dicho “no”, no “nada”. A veces, responde de forma diferente a la que esperábamos. Segundo, el momento no es el adecuado. Los planes de Dios se desarrollan de maneras que no siempre podemos ver de inmediato.

Tercero, Dios nos espera. Podríamos ser la respuesta a nuestra propia oración: Dios nos ha puesto en situaciones en las que quiere obrar *a través* de nosotros. Cuarto, no estamos orando por nada específico. Oraciones vagas como "bendice mi matrimonio" o "ayuda a nuestra iglesia" carecen de claridad. Oraciones específicas, como pedir una mejor comunicación, una conexión más profunda o un alcance efectivo, nos permiten ver la mano de Dios con mayor claridad.

Conclusión: Creciendo en la oración

Jesús presenta la oración como algo simple: pedir, buscar, llamar. Pero detrás de esa simplicidad se esconde una verdad profunda. La oración efectiva requiere conocimiento de la voluntad de Dios (a través de las Escrituras), fe en su poder y un deseo sincero de que Su voluntad prevalezca sobre la nuestra.

Para profundizar nuestra vida de oración, este pasaje nos anima a dedicar tiempo enfocado, ser específicos en las peticiones, mantener la actitud correcta y confiar en que el Espíritu Santo guiará y corregirá nuestras oraciones. Se nos recuerda que Dios está más dispuesto a responder que nosotros a pedir.

Finalmente, imagina lo que Dios podría hacer a través de nosotros —a través de nuestra iglesia, nuestras relaciones, nuestra misión— *si tan solo pidiéramos*.

Que el Señor les bendiga y les guarde, y que el Señor permita que estas palabras les ayuden a renovar su espíritu.

Pastor Dimas

Thursday, April 17, 2025

El Camino a la Cruz

 


Lectura Biblica: Lucas 18:31-34

Comunicarnos con claridad y concisión suele ser un desafío. Cuando usamos la palabra equivocada, el verbo equivocado o las palabras groseras, los resultados suelen ser ridículos o desastrosos. Incluso los discípulos de Jesús tuvieron dificultades para comprender lo que Jesús quería comunicarles. En este pasaje de hoy, Jesús habla con claridad. No usa una parábola. Parafraseando este pasaje, Jesús les dice a sus discípulos: «Lean mis labios, voy a Jerusalén a morir». Sin embargo, los discípulos no entendieron lo que Jesús quería decir. Los invito a acompañar a Jesús en este camino y a reflexionar sobre cuatro principios espirituales clave que moldean nuestra fe y nuestro discipulado.

1. El Camino a la Cruz fue Predicho por los Profetas

Jesús declara que todo lo escrito por los profetas sobre el Hijo del Hombre se cumplirá. Esto incluye más de 300 profecías del Antiguo Testamento, muchas de las cuales detallan los eventos que rodearon su sufrimiento y muerte. Permítanme darles diez profecías específicas: desde la traición de Jesús por parte de un amigo, su venta por treinta piezas de plata, su silencio ante la acusación, su escupitajo y sus golpes, su crucifixión con las manos y los pies traspasados, su burla e insulto, la suerte que echaron sobre sus ropas, su ausencia de huesos rotos, su entierro en la tumba de un hombre rico y, finalmente, su resurrección. Estas profecías, escritas siglos antes del nacimiento de Jesús, se cumplieron con notable precisión. Su cumplimiento confirma no solo la inspiración divina de las Escrituras, sino también que el sufrimiento de Jesús no fue accidental, sino que formó parte del plan redentor de Dios desde el principio.

2. El camino a la cruz promete rechazo y dolor

Jesús sabía que el camino que le esperaba estaría lleno de sufrimiento y rechazo. Aunque el pueblo judío esperaba un Mesías victorioso y real como David, pasaron por alto al siervo sufriente descrito en Isaías 53. A Jesús no le sorprendió lo que le aguardaba: traición, negación, humillación pública y un dolor físico insoportable. Sin embargo, Él siguió adelante con un propósito inquebrantable. Las Escrituras nos recuerdan que Jesús eligió el camino del sufrimiento por amor a la humanidad. La misma multitud que lo alababa luego clamaba por su crucifixión. Aun así, Jesús dirigió su rostro hacia Jerusalén, decidido a completar su misión.

3. El Camino a la Cruz Conduce a la Resurrección

La muerte de Jesús, aunque profundamente significativa, no es el final de la historia. La resurrección es lo que le da a la cruz su significado y poder. Sin la resurrección, la historia de Jesús no sería diferente a la de cualquier otro líder religioso. Pero Jesús hizo lo que nadie más pudo: resucitó de la tumba.  A través de la resurrección, Jesús validó todo lo que dijo e hizo. Su victoria sobre la muerte nos asegura que Él está vivo hoy y ofrece esperanza, salvación y vida eterna a todos los que creen.

4. El Camino a la Cruz Es el Modelo para Cada Discípulo

Finalmente, El Camino a la Cruz Es el Modelo para Cada Discípulo. Así como Jesús recorrió el camino a la cruz, todo seguidor de Cristo también debe tomar su cruz cada día. No se trata solo de un recuerdo histórico, sino de un llamado actual. Lucas 9:23 dice: «El que quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga». Y Gálatas 2:20: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí». Estos dos versículos resaltan que ser discípulo significa morir a uno mismo y vivir por la fe en Cristo. No es fácil; implica renunciar a nuestros deseos y soportar dificultades por causa del Evangelio. Pero es a través de este camino que experimentamos el poder de la resurrección en nuestras propias vidas.

5. Conclusión

Para concluir, el pasaje nos insta a todos a reflexionar sobre nuestra relación con Cristo resucitado. La evidencia de la muerte y resurrección de Jesús es abrumadora, pero aún más importante, revela el inmenso amor de Dios. Al poner tu fe en Jesús, recibes no solo el perdón, sino el mayor regalo de todos: la vida eterna. El camino a la cruz no es solo la historia de Jesús; es el camino que todos estamos invitados a recorrer como sus seguidores. El camino a la cruz es el camino a la vida. ¿Lo recorrerás con Jesús?

Que Dios les bendiga y les guarde siempre y que estas palabras les ayuden a renovar su espiritu.

Pastor Dimas

Thursday, April 10, 2025

Tres Marcas de Una Fe Genuina

 



26 Si alguno se cree religioso y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, su religión es vana. 27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo (RVR1960).

En Santiago 1:26-27, el apóstol Santiago ofrece una poderosa prueba de fuego para la fe auténtica. En un mundo donde la religiosidad externa puede enmascarar fácilmente el vacío espiritual interior, Santiago despoja la fe de su esencia, revelando tres marcas esenciales que distinguen el cristianismo genuino de la religión superficial: control del habla, servicio compasivo y pureza moral.

1. Una Lengua Controlada (v. 26)

Santiago comienza con una fuerte advertencia: Si alguno se cree religioso y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, su religión es vana. Utiliza la metáfora de un caballo y una brida: así como un caballo debe ser guiado por riendas, también nuestras lenguas deben ser gobernadas con intencionalidad. Las palabras son poderosas; pueden edificar o destruir, bendecir o maldecir. Jesús repitió esto en Mateo 12, diciendo que nuestro habla revela la condición de nuestro corazón. No solo importa el lenguaje abiertamente ofensivo, sino también los pecados más sutiles del chisme, el sarcasmo y la aspereza. Santiago no llama a la perfección, sino a una autoconciencia activa y al deseo de crecer en un lenguaje que refleje un corazón transformado por Cristo.

2. Compasión activa (v. 27a)

La verdadera fe, según Santiago, debe ser más que piedad personal; debe desbordarse en amor práctico. «La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones...». En el contexto de la época de Santiago, los huérfanos y las viudas representaban a los miembros más vulnerables de la sociedad. Ayudarlos no era solo caridad; reflejaba un corazón alineado con el de Dios. Sin embargo, Santiago va más allá de las acciones en sí. Lo que importa es el motivo. Las buenas obras realizadas por ostentación o autosatisfacción no cuentan como fe genuina. La verdadera compasión proviene de un corazón transformado que desea servir a los demás como un acto de adoración. Es el amor que a menudo nos cuesta algo —tiempo, comodidad, conveniencia— y ese es el tipo de amor que Dios valora.

3. Búsqueda de la Pureza (v. 27b)

La marca final de la fe genuina es el compromiso de permanecer sin contaminación del mundo y de guardarse sin mancha del mundo. Santiago llama a los creyentes a vivir vidas distintas, no aislados del mundo, pero tampoco moldeados por sus valores. El pecado, argumenta, es como una enfermedad contagiosa. Para permanecer puros, los cristianos deben cuidar sus corazones, ser selectivos con sus influencias y sumergirse en la Palabra de Dios, que actúa como una vacuna, fortaleciendo la inmunidad espiritual. Esto no es un llamado al legalismo, sino a la resistencia activa contra las concesiones y la decadencia moral. La pureza no se trata de las apariencias; se trata de alinear nuestras vidas con los estándares de Dios en cada área, desde el pensamiento hasta la conducta.

Conclusión

Santiago no se anda con rodeos. Nos reta a examinar nuestras vidas y determinar si nuestra fe es genuina o solo una fachada. ¿Es nuestra forma de hablar controlada? ¿Están nuestras manos ocupadas sirviendo a los demás? ¿Buscan nuestros corazones la santidad? Estos no son requisitos para cumplir; son señales de una vida verdaderamente entregada a Cristo. Al final del día, podemos engañar a los demás e incluso a nosotros mismos, pero no podemos engañar a Dios. Santiago nos invita a ir más allá de las apariencias y a una fe que transforma cada parte de quienes somos.

Que Dios te bendiga y te guarde, y que Dios use estas palabras para renovar tu espíritu.

Pastor Dimas

Thursday, April 3, 2025

Somos Redimidos

 



“En Él tenemos redención por su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).

Redención es una palabra que no usamos a menudo en español, por lo que puede que no nos quede claro qué dice Pablo. Pero para quienes lo escuchaban originalmente, la palabra redención les habría dado una comprensión vívida de lo que Cristo había hecho. La palabra redención describe el acto de liberarse de la esclavitud o la prisión mediante el pago de un precio. En el primer siglo, la esclavitud era común en esta parte del mundo. Las personas podían nacer esclavizadas, convertirse en esclavas tras ser derrotadas en batalla o venderse como esclavas para saldar una deuda. Independientemente de cómo se convirtieran en esclavas, el efecto era que se convertían en propiedad de quien las poseía. Por lo tanto, un esclavo podía ser intercambiado o vendido como una propiedad. Pero un esclavo podía ser liberado si alguien pagaba el "precio de redención" exigido por su dueño. Una vez pagado ese precio, quien lo había pagado podía liberar al esclavo.

Y el apóstol Pablo dice: «Cristianos, ustedes que confían en Jesús para su salvación, necesitan entender esto: que Dios los compró por un precio. Él es quien los rescató de la esclavitud, de la servidumbre del pecado. Él es quien los trajo a una libertad maravillosa. Los sacó de las tinieblas y los llevó a su luz admirable. Él es quien pagó el precio». ¿Y cuál es el precio? No con plata ni oro, sino con la preciosa sangre de su propio Hijo: «En él tenemos redención…».

Nuestra redención se describe como un evento que ya ha sucedido: «En él tenemos redención». No es que esperemos tener redención: la tenemos. En Colosenses 1:13-14, Pablo escribe: «Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención, el perdón de pecados». Dios nos ha rescatado, trasladándonos al reino del Amado, en quien se nos da redención y perdón. Es en el Amado en quien tenemos redención. «Por su sangre» tenemos liberación. Es en el Hijo amado de Dios, el Unigénito del Padre, en quien Él pagó el precio, y Él es el precio que el Padre pagó para redimirte de la iniquidad, de la esclavitud, de la servidumbre del pecado, y llevarte a la plena libertad del pecado y la culpa, de su condenación, de su castigo y, un día, de su poder. Es el precio que el Padre pagó por el Hijo, quien te dio tu libertad.

El regalo de Dios es desproporcionado, y Él nos llama la atención sobre su valor. Para que seamos redimidos, para que disfrutemos de la comunión con Dios, para que disfrutemos de la vida eterna, para «morar en la casa del Señor para siempre» —la única manera de que esto sea posible—. Es mediante el derramamiento de la sangre del amado Hijo de Dios. El derramamiento de sangre es una figura retórica para la muerte, que es la pena y el precio del pecado. La muerte de Cristo, al derramar su sangre, fue el sustituto de nuestra muerte. Aquello que merecíamos y de lo que no podíamos salvarnos, el amado Salvador, aunque no lo merecía, lo cargó sobre sí. Pagó por lo que de otro modo nos habría condenado a la muerte y al infierno. Nuestra libertad se debe a Jesús por su sangre. Nunca vayas a Él pensando: «Bueno, ¿me dará el Señor lo que necesito?». ¡Él te ha dado a ti, a su Hijo! El precio de tu redención fue su Hijo, y todo lo demás, en conjunto, no iguala el valor de su Hijo. Y Él lo ha dado por ti.

La Biblia nos dice que cada uno de nosotros ha incurrido en una enorme deuda debido a nuestros pecados. Es una deuda que no podemos pagar. La Biblia también enseña que estamos esclavizados por nuestra naturaleza pecaminosa. En el libro de Romanos, Pablo nos dice que nuestra esclavitud al pecado es tan severa que nadie elegirá seguir a Dios, porque nuestros instintos naturales nos llevan a seguir nuestro propio camino. En muchos sentidos, es como estar en prisión: estamos condenados sin esperanza de libertad condicional a menos que alguien más intervenga en nuestro favor.

Romanos 6, Pablo explica que la paga del pecado es la muerte. La razón de esto es que el pecado es una ofensa capital. Pensamos que el pecado no es gran cosa, pero es un acto de rebelión contra Dios. Como personas bajo sentencia de muerte, solo podemos ser libres si se derrama la sangre de una persona inocente. Eso es exactamente lo que sucedió en la cruz. Jesús no solo pagó nuestra deuda, sino que nos liberó de la prisión del pecado. Como resultado, somos libres para responder al llamado de Dios a seguirlo.

A veces no entendemos el propósito de la cruz. A veces pensamos que Jesús fue crucificado para demostrar el amor de Dios por nosotros. A veces pensamos que los brazos abiertos de Jesús en la cruz demostraban que nos amaba tanto. La cruz, en efecto, debería recordarnos el amor de Dios, pero ese no era su propósito principal. El propósito principal de la cruz fue que Jesús derramara su sangre como pago para redimirnos del pecado. Por nosotros, para ser redimidos y liberados, era necesario hacer justicia y pagar. Solo por la sangre de Jesucristo podemos tener redención. Pero gracias a la sangre de Cristo, ¡somos libres! Por eso, alabamos a Dios por nuestra redención.

Que Dios los bendiga y los guarde.

Pastor Dimas

Thursday, March 27, 2025

La Fidelidad de Dios

El Cuerpo de Infantería de Marina tiene un lema inspirador: Semper Fidelis (del latín "Siempre Fiel"). Es más que un simple eslogan; es un código de conducta y una característica que define su vida como infantes de marina. Su lealtad es inquebrantable. Curiosamente, las Escrituras usan el mismo lenguaje para describir la naturaleza de Dios.

La fidelidad de Dios se basa en su verdad y carácter. El pasaje de Lamentaciones 3:22-24, nos recuerda esta verdad. Cuando enfrentamos circunstancias abrumadoras, podemos sentir que no hay solución, como si Dios nos hubiera abandonado. Quizás vemos que nuestro matrimonio se deteriora, nuestras finanzas se desmoronan o que nuestros hijos se desvían del buen camino. Sin embargo, en medio de la desesperación, Jeremías nos habla de la perdurable fidelidad de Dios. Dios permanece fiel, incluso ante nuestras circunstancias más difíciles.

Cuando la vida se vuelve abrumadora, debemos recordar: Dios es fiel. Nunca olvida sus promesas. Él lleva nuestras cargas, nos fortalece en nuestras debilidades y obra todo para nuestro bien. Decir que Dios es fiel es declarar que podemos confiar en Él. Tenemos la seguridad de que Él hará lo que dice que hará. Permítanme compartir con ustedes algunas verdades sobre la fidelidad de Dios.

1. Dios es fiel en nuestras dificultades

Este pasaje de Lamentaciones es uno de los más profundos de las Escrituras. Jeremías camina por Jerusalén, devastada por los babilonios. La ciudad yace en ruinas, con su gente masacrada o exiliada. Sin embargo, a pesar de la devastación, Jeremías afirma la fidelidad de Dios. ¿Por qué? Porque incluso en el dolor, Dios permaneció fiel al remanente de Israel. Nunca olvidó sus promesas. 

Del mismo modo, el compromiso de Dios con nosotros no flaquea, incluso cuando nuestras circunstancias parezcan sugerir lo contrario. Cuando nuestros corazones están apesadumbrados por el dolor o la incertidumbre, podemos confiar en que Él sigue obrando, sigue presente y sigue fiel.

 2. Dios es fiel cuando nos sentimos perdidos

En 1 Corintios 1:7-9, Pablo nos asegura: «Por lo tanto, no les falta ningún don espiritual, mientras esperan con ansias la revelación de nuestro Señor Jesucristo. Él también los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, que los llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor». Qué hermosa promesa. Incluso cuando nos sentimos perdidos, cuando las tormentas de la vida amenazan con hundirnos, Dios nos mantiene firmes. Como los discípulos que temieron la tormenta mientras Jesús dormía en la barca, a veces cuestionamos la presencia de Dios. Sin embargo, incluso cuando nos sentimos abandonados, Él nos sostiene. Nunca nos dejará ni nos abandonará.

3. Dios es fiel para sostenernos hasta el final

La fidelidad de Dios no depende de nosotros; está garantizada por Él. Incluso cuando flaqueamos, Él permanece firme. Cuando nos sentimos débiles o indignos, Él continúa sosteniéndonos. Puede que te dé vergüenza volver al Señor después de un fracaso, pero Él no te ha abandonado. Sigue obrando, moldeándote y refinándote, incluso cuando te resistes. Siempre puedes volver a Él.

4. Dios es fiel cuando enfrentamos la tentación

La tentación es una de las pruebas más difíciles que enfrentamos a diario. Sin embargo, Pablo ofrece esta garantía en 1 Corintios 10:13: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados más de lo que podéis soportar, sino que cuando sois tentados, os dará también la salida, para que podáis resistir».

¡Qué promesa tan poderosa! Dios nunca permitirá que seamos tentados más de lo que podemos soportar. No importa cuán fuerte sea la tentación, siempre hay una manera de permanecer fiel. A veces, justificamos el comportamiento pecaminoso alegando que no teníamos otra opción, que la tentación era demasiado fuerte. Pero la Palabra de Dios nos asegura que siempre hay una opción. Él nos ofrece una salida, dándonos la fuerza para permanecer fieles, sin importar las circunstancias.

5. Dios es fiel cuando pecamos

Finalmente, la fidelidad de Dios se extiende incluso a nuestros fracasos. En 1 Juan 1:9, recibimos esta hermosa promesa: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad». El perdón de Dios es infinito. Si hemos depositado nuestra confianza en Él para la salvación, Él promete darnos siempre la bienvenida. Incluso cuando tropezamos, ya sea por fracasos públicos o luchas privadas, su fidelidad permanece.

A menudo necesitamos que se nos recuerde esta verdad. A veces, dudamos si la fidelidad de Dios se extiende a ciertos pecados: los que hieren profundamente a otros o los que repetimos. Sin embargo, la promesa de Dios es clara: su fidelidad es para siempre. Él nos perdona, no porque lo merezcamos, sino porque es fiel a su Palabra y a su naturaleza.

Que Dios les bendiga y les guarde.

Pastor Dimas

Monday, February 10, 2025

Lo Pofundo del Amor de Dios

 

Mas Dios muestra su amor para con nosotros; en que, siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

Este versículo es uno de mis favoritos y es una de las declaraciones más hermosas de las Escrituras. Encapsula de manera encantadora el mensaje de salvación, una narración divina desde Génesis hasta Apocalipsis. También contiene dos de las palabras de la Biblia que más cambian la vida: “Mas Dios”. Esta frase significa una interrupción: Dios interviene en nuestra desesperanza para cambiar nuestro destino. Su amor es tan inmenso que envió a su Hijo, Jesucristo, en una misión de rescate para redimir a un mundo perdido en el pecado. ¿Y cuál era esta misión? Rescatarnos de la sentencia de muerte que merecíamos por nuestra rebelión contra Él.

Dios ve nuestros pecados. Conoce nuestros fracasos, nuestra fragilidad y nuestra indignidad. No nos debe nada; sin embargo, en su amor infinito, eligió restaurar lo que destrozamos. Envió a Jesús para que tomara nuestro lugar, para que soportara nuestro castigo y para ofrecernos gracia en lugar de juicio. ¿Qué tan extraordinario es este amor? Pablo enfatiza: “Cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. Él no esperó a que nos volviéramos dignos, porque nunca podríamos. En cambio, nos encontró en nuestro peor estado y pagó el precio máximo para traernos de regreso a Él.

¡Qué verdad increíble! No merecemos el perdón, pero Dios lo ofrece gratuitamente. No podemos ganarnos la salvación, pero Cristo ya la ha asegurado. Ahora, la elección es nuestra: aceptar o rechazar el don de la redención. Solo Jesús puede satisfacer la justicia de Dios, y solo Él puede eliminar nuestra culpa y ofrecernos la vida eterna. Que nunca demos por sentado este don, sino que vivamos en gratitud por el amor inmensurable de nuestro Padre.

Que Dios te bendiga y te guarde, y que estas palabras renueven tu espíritu.

Pastor Dimas 

Preguntas para discutir

1. ¿Cómo cambia la frase “Mas Dios” en Romanos 5:8 nuestra comprensión del amor y la gracia de Dios, especialmente en contraste con la naturaleza y la justicia humanas?
 

2. Dado que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores, ¿cómo debería esta verdad moldear la manera en que vemos y extendemos la gracia a los demás en nuestra vida diaria?

Saturday, January 4, 2025

Esperanza en Cristo

 

"El Señor es mi roca, mi baluarte y mi libertador. Mi Dios, mi roca en quien me refugio; Mi escudo y el poder de mi salvación, mi alto refugio" (Salmo 18:2).

Hay muchas personas en el día de hoy que se encuentran ansiosas y preocupadas por las diferentes situaciones que están ocurriendo en este país y alrededor del mundo. Terrorismo, la economía, desempleo, educación, falta de recursos económicos y la seguridad de nuestras familias son algunas de las cosas que causan ansiedad y preocupación en la vida de muchos. Muchos creyentes tambien pasan por momentos de ansiedad y preocupación.

Cuando leemos estas palabras escritas por el rey David, nos debe llenar de esperanza saber que a pesar de todos los problemas por los cuales David estaba pasando en esos momentos en su vida, él pone su confianza en Dios. La esperanza que proviene de Dios es el ancla de nuestras vidas. La esperanza que proviene de nuestro Señor Jesucristo reside profundamente en nuestros corazones. Esta esperanza nunca nos abandona porque la Biblia dice que Dios nunca nos abandona ni nos desampara (Hebreos 13:5). Esta esperanza es algo que viene a nuestras vidas cuando abandonamos nuestras preocupaciones y ansiedades y confiamos en Dios cada día. Esta esperanza es lo que nos mantiene fuertes y no darnos por vencido cuando todo alrededor nuestro se derrumba. Dios, nuestro Padre Celestial es la esencia de nuestra esperanza.

En el día de hoy, el Espíritu Santo reside en el corazón de cada creyente dándonos la seguridad de una esperanza viva a cada uno de nosotros. Su presencia en nuestras vidas es la llave para mantenernos firmes y tener fuerzas para enfrentar los retos de la vida. Mientras abrazamos esa esperanza que solo Dios puede proveer a través de nuestra fe en él, tenemos la habilidad de sobrevivir las tormentas que la vida nos presenta. Esperanza es el ancla a nuestra alma y la puerta a la paz y descanso que solo Cristo puede ofrecer. 


Que el Señor te bendiga y te guarde y que permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.