Friday, October 24, 2025

La Marca que lo Cambia Todo: Una Devoción Personal sobre el Amor

 


Enfoque Bíblico: «Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros». Como yo los he amado, que también se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros». — Juan 13:34-35

Reflexiona un momento sobre tu nombre. ¿Qué representa? ¿Qué expectativas conlleva? Ahora considera esto: llevas el nombre de «cristiano», que literalmente significa «seguidor de Cristo». ¿Qué exige ese nombre de ti?

Jesús lo dejó muy claro. La noche en que sería traicionado, rodeado de sus amigos más cercanos, no les dio un marco teológico complejo ni un plan estratégico elaborado. Les dio algo profundamente simple pero extremadamente difícil: amarse los unos a los otros.

Esto no fue una sugerencia. Fue un mandato tan vinculante como cualquier otra directiva de las Escrituras. Y el calificativo lo hace aún más desafiante: amar «como yo los he amado». No como el mundo ama, con condiciones y prerrequisitos, sino con el amor sacrificial, libre de prejuicios y transformador que Cristo demostró.

Esta es la incómoda verdad que muchos de nosotros mayores de 18 años debemos afrontar: nos hemos vuelto expertos en justificar nuestra falta de amor. Hemos aprendido a disfrazar nuestros chismes de "preocupación", nuestro juicio de "discernimiento" y nuestra indiferencia de "límites". Destruimos a los líderes de la iglesia tomando un café, competimos con nuestros hermanos en la fe por el reconocimiento y nos deleitamos en secreto cuando alguien a quien envidiamos tropieza. Lo excusamos todo con: "No queremos decir nada".

Pero sí queremos decir algo. Estamos pecando. Y al hacerlo, invalidamos el mismo mensaje que decimos creer.

El mundo no se fija en si tenemos una doctrina perfecta o programas impresionantes. Se fija en si este Jesús que decimos que realmente nos ha cambiado. ¿Podemos decir "lo siento" cuando nos equivocamos? ¿Podemos perdonar cuando nos sentimos heridos? ¿Podemos amar al hermano creyente que vota diferente, adora de forma diferente o ve la teología de forma distinta a la nuestra?

La sabiduría del teólogo y pastor Francis Schaeffer es profunda en este punto: el amor cristiano se demuestra con mayor fuerza en dos actos sencillos: disculparnos cuando hemos ofendido a alguien y perdonar cuando nos han ofendido. Si eres como yo, habrás descubierto que no son nada sencillos. El orgullo nos hace decir "lo siento" con dificultad. La amargura hace que el perdón parezca imposible.

Sin embargo, es precisamente aquí donde ocurre la transformación. Aquí es donde el mundo ve algo diferente. No en nuestras elocuentes oraciones ni en nuestros debates teológicos, sino en nuestra disposición a humillarnos unos a otros.

Hoy, sé honesto con Dios sobre el estado de tu corazón. Confiesa los celos, la amargura, la competencia. Admite cómo has usado a las personas en lugar de amarlas. Luego, sé honesto contigo mismo y deja de poner excusas para un comportamiento desamorado.

El Espíritu puede producir este amor en ti, pero debes cooperar. ¿Hay alguien con quien necesites disculparte hoy? ¿A alguien a quien necesites perdonar? ¿Algún hermano en la fe a quien has estado juzgando o evitando? El mundo anhela ver si Cristo realmente marca la diferencia. Deja que lo vean en ti. Que el Señor te bendiga y te guarde y que el Señor permita que estas palabras te ayuden a renovar tu espíritu.

Oración: Señor Jesús, me amaste cuando no era digno de ser amado. Perdóname por las maneras en que no he amado a mis hermanos y hermanas en Cristo. Cambia mi corazón egoísta. Dame la valentía para disculparme, la gracia para perdonar y la humildad para amar como tú me has amado. Que mi vida lleve tu huella. Amén.

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